sábado, 29 de diciembre de 2012

Incidentes de un viaje a Mahahual

Playa de Mahahual.


Ya con el agua hasta la cintura, traté de recordar la ocasión anterior en que me había bañado en el mar. No pude hacerlo, pero tiendo a pensar que no fue antes de cuatro años atrás.

Este viaje a Mahahual me permitió experimentar de nuevo la sensación del contacto con el mar y de estar en aguas tan transparentes que puedes ver a los peces nadando junto a ti. El puerto aún tiene el encanto de un pueblo pequeño, pues, aunque en su costera hay un Señor Frog’s y “enganchadores” para atraer clientes a los restaurantes, se respira tranquilidad en una playa limpia que no huele a aire acondicionado de salón de gran corporación.

No sé si mi opinión sería otra de haber estado un día más y coincidido con la llegada de los cruceros. Pero al menos lo que me tocó vivir en Mahahual fue diferente del estilo de turismo que hacen Cancún y Playa del Carmen y con el que ya no congenio.

Además, desde Mahahual se puede llegar a otros atractivos del sur de Quintana Roo y el oriente de Yucatán, como la zona arqueológica de Chacchoben, a unos 15 minutos por la carretera a Mérida desde el entronque que conduce al puerto (de este entronque hasta la playa se hacen de 30 a 40 minutos manejando a una velocidad de 100 a 120 kilómetros por hora). Es un sitio pequeño pero agradable de visitar. Hay, por ejemplo, una estela en exhibición protegida por una estructura de paja y dos construcciones de bordes redondeados en el Gran Basamento que se revelan al viajero sólo después de subir una escalinata.

Estela en Chacchoben.

Edificio en el Gran Basamento
de Chacchoben.

El día que visité la zona el flujo de turistas era bajo, así que fue fácil dejarse envolver por los sonidos de la selva y admirar animales como una ardilla y lo que me pareció ser una zorra, aunque un empleado del lugar me dijo que era un perro de monte. Aquí va la foto por si alguien desea confirmar de qué animal se trata:


Fauna de Chacchoben. 

El regreso a casa fue por un camino diferente al de llegada: en lugar de hacerlo por la carretera Mérida-Chetumal fue pasando por Felipe Carrillo Puerto, Tihosuco y Tepich en dirección a Valladolid y de ahí a Mérida.
En Felipe Carrillo Puerto llaman la atención las leyendas reivindicadoras del pueblo maya que se pueden leer en murales, monumentos y mantas. Junto a la iglesia principal hay un museo y centro cultural con salones llamados Cecilio Chi, Jacinto Pat…

Iglesia principal de Felipe
Carrillo Puerto.

En Tihosuco hay un museo dedicado a la guerra social maya que en el momento de mi visita estaba cerrado por mantenimiento. Pero la escala en la comunidad vale la pena tan sólo para ver su iglesia: un edificio colonial al que irónicamente la destrucción contribuye a hacer más bello. Hice mi entrada a la iglesia del Niño Jesús por una puerta lateral y grande fue el impacto cuando al mirar hacia la entrada me encontré con que un tramo del techo está hecho de nubes… Una cuarta parte de la nave principal está al descubierto y de la fachada sólo se conservan unos metros de pared, suficientes para sugerirnos su antigua decoración con columnas y relieves. Una bugambilia sobre el travesaño de la puerta principal redondea la sensación de estar ante una belleza extraña.

Iglesia del Niño Jesús de Tihosuco.

La de Tepich es una iglesia más convencional, con láminas haciendo de techo para la construcción de piedra, que a un costado tiene un par de ojos de buey. Lo que me resultó más interesante del lugar es el antiguo cementerio donde se encuentran los restos de Cecilio Chi, caudillo de la guerra social maya. Una placa colocada en 2008 da cuenta de la relevancia del sitio y la persona, “libertador de la nacionalidad maya y símbolo inmortal de justicia y libertad”.

Cementerio donde reposan los restos
de Cecilio Chi en Tepich.




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