sábado, 29 de diciembre de 2012

Incidentes de un viaje a Mahahual

Playa de Mahahual.


Ya con el agua hasta la cintura, traté de recordar la ocasión anterior en que me había bañado en el mar. No pude hacerlo, pero tiendo a pensar que no fue antes de cuatro años atrás.

Este viaje a Mahahual me permitió experimentar de nuevo la sensación del contacto con el mar y de estar en aguas tan transparentes que puedes ver a los peces nadando junto a ti. El puerto aún tiene el encanto de un pueblo pequeño, pues, aunque en su costera hay un Señor Frog’s y “enganchadores” para atraer clientes a los restaurantes, se respira tranquilidad en una playa limpia que no huele a aire acondicionado de salón de gran corporación.

No sé si mi opinión sería otra de haber estado un día más y coincidido con la llegada de los cruceros. Pero al menos lo que me tocó vivir en Mahahual fue diferente del estilo de turismo que hacen Cancún y Playa del Carmen y con el que ya no congenio.

Además, desde Mahahual se puede llegar a otros atractivos del sur de Quintana Roo y el oriente de Yucatán, como la zona arqueológica de Chacchoben, a unos 15 minutos por la carretera a Mérida desde el entronque que conduce al puerto (de este entronque hasta la playa se hacen de 30 a 40 minutos manejando a una velocidad de 100 a 120 kilómetros por hora). Es un sitio pequeño pero agradable de visitar. Hay, por ejemplo, una estela en exhibición protegida por una estructura de paja y dos construcciones de bordes redondeados en el Gran Basamento que se revelan al viajero sólo después de subir una escalinata.

Estela en Chacchoben.

Edificio en el Gran Basamento
de Chacchoben.

El día que visité la zona el flujo de turistas era bajo, así que fue fácil dejarse envolver por los sonidos de la selva y admirar animales como una ardilla y lo que me pareció ser una zorra, aunque un empleado del lugar me dijo que era un perro de monte. Aquí va la foto por si alguien desea confirmar de qué animal se trata:


Fauna de Chacchoben. 

El regreso a casa fue por un camino diferente al de llegada: en lugar de hacerlo por la carretera Mérida-Chetumal fue pasando por Felipe Carrillo Puerto, Tihosuco y Tepich en dirección a Valladolid y de ahí a Mérida.
En Felipe Carrillo Puerto llaman la atención las leyendas reivindicadoras del pueblo maya que se pueden leer en murales, monumentos y mantas. Junto a la iglesia principal hay un museo y centro cultural con salones llamados Cecilio Chi, Jacinto Pat…

Iglesia principal de Felipe
Carrillo Puerto.

En Tihosuco hay un museo dedicado a la guerra social maya que en el momento de mi visita estaba cerrado por mantenimiento. Pero la escala en la comunidad vale la pena tan sólo para ver su iglesia: un edificio colonial al que irónicamente la destrucción contribuye a hacer más bello. Hice mi entrada a la iglesia del Niño Jesús por una puerta lateral y grande fue el impacto cuando al mirar hacia la entrada me encontré con que un tramo del techo está hecho de nubes… Una cuarta parte de la nave principal está al descubierto y de la fachada sólo se conservan unos metros de pared, suficientes para sugerirnos su antigua decoración con columnas y relieves. Una bugambilia sobre el travesaño de la puerta principal redondea la sensación de estar ante una belleza extraña.

Iglesia del Niño Jesús de Tihosuco.

La de Tepich es una iglesia más convencional, con láminas haciendo de techo para la construcción de piedra, que a un costado tiene un par de ojos de buey. Lo que me resultó más interesante del lugar es el antiguo cementerio donde se encuentran los restos de Cecilio Chi, caudillo de la guerra social maya. Una placa colocada en 2008 da cuenta de la relevancia del sitio y la persona, “libertador de la nacionalidad maya y símbolo inmortal de justicia y libertad”.

Cementerio donde reposan los restos
de Cecilio Chi en Tepich.




miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pagar o no pagar, he ahí la cuestión...



¿Mejor gratis que pagado? ¿Si no cobro el acceso a mi espectáculo soy un modelo de artista y ejemplo de promotor cultural?

Cuando se preparaba la visita del Taller Coreográfico de la UNAM a Mérida, su asesor artístico, Gregorio Luke Contreras, dijo a “Diario de Yucatán” que una de las características de la agrupación es que la entrada a sus presentaciones tiene precio accesible e incluso es gratuita. Su opinión es que los espectáculos artísticos deben ser subsidiados, pues no pueden sostenerse únicamente con lo que ingresa en taquilla ni deben sobrevivir sólo con la ayuda de espectadores que cuentan con suficientes recursos económicos.

El argumento es convincente, pero las presentaciones del propio Tcunam en la explanada del Centro de Convenciones Siglo XXI en el cierre del Festival de la Cultura Maya me hacen dudar de si los espectáculos gratuitos cumplen siempre con el objetivo de llevar la cultura a toda la población.

Porque una cosa es ponerlos al paso de la gente y otra garantizar que se aprovechen, algo que no necesariamente ocurre cuando no se cobra el acceso y, además, se realizan al aire libre. Hablo de lo que vi: en las dos funciones que ofreció el Taller (el viernes 21 y sábado 22) hubo vendedores ambulantes ofreciendo chicharrones y palomitas en plena presentación; personas que llegaban y se retiraban sin importar que los bailarines estuvieran actuando,  y otras conversando a viva voz, lo que dificultaba la concentración en lo que estaba ocurriendo en el escenario. Y como se trataba de un espacio público, me quedó la duda de si había derecho de pedir al chicharronero y a los amigos platicadores que dejaran de hacer lo que hacían.

Tiene razón Gregorio cuando dice que el arte no debe ser exclusivamente para unos cuantos, pero cobrar por tener acceso a él, aunque sea una cantidad simbólica, ayuda a filtrar al público en verdad interesado  en un espectáculo, lo compromete con él, lo “obliga” a comportarse de una manera que sienta que está desquitando su dinero y permita a otros disfrutarlo también. No sé si ésta sea una situación generalizada en México y el mundo,  pero al menos aquí he visto que si no te cuesta dinero no te esfuerzas.

Claro, los eventos de boleto pagado no son garantía de tener un público a la altura de ellos, nunca falta el que se dedica a hacer comentarios durante la función, el que habla por teléfono, el que toma fotos con flash, el que entra con comida… La diferencia es que a ellos sí se les puede exigir, con todo derecho, que dejen de hacer lo que están haciendo.


El Tcunam al final del programa
del viernes 21 de diciembre.

El Taller en "Sinfonía india",
el sábado 22 de diciembre.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Me los llevo hasta el fin del mundo


Por cuestiones de trabajo estuve en Paseo de Montejo cuando se inauguró el Festival de la Cultura Maya, el programa con el que el gobierno del Estado conmemora hasta este sábado 22 el fin del baktún. Llegaba al principal de los escenarios que se instalaron para presentar espectáculos artísticos durante unas tres horas justamente en el momento en que actuaba el Ballet Folclórico del Estado. No pude evitar sentirme contagiada por el ritmo de la jarana, el sonido de la trompeta y las pulsaciones de las percusiones.

Pensé que no importa qué música acostumbre escuchar camino al trabajo o cuál elija para acompañar mi tiempo libre, no puedo negar la cruz de mi parroquia: en mi ADN están codificadas las expresiones culturales de la tierra a la que pertenezco.

El Ballet Folclórico del Estado.

Hoy, un día simbólico para el pueblo originario de Yucatán, reflexiono sobre lo que más me gusta de la herencia maya y lo que lucharía por poner a salvo si es que llegara a ocurrir ese chistecito del fin del mundo:

       1) Uxmal. Comprendo la fascinación de los de adentro y fuera por Chichén Itzá, pero para mí la zona arqueológica maya más bonita e impactante es Uxmal porque me da la sensación de que se construyó buscando la belleza y no sólo el sentido utilitario. Así me explico el diseño armonioso de sus edificios y la profusión de adornos, que no por geométricos son rígidos. Además, Uxmal se encuentra en un área geográfica de Yucatán donde la vegetación es más abundante que en otras regiones, lo que para mí constituye un atractivo adicional.

Pirámide del Adivino,
en Uxmal.

Mascarones de Chaac,
en Uxmal.

Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal.

           2)  La comida, desde luego. Aunque haya momentos en que rechace algunos guisos por cuestión de calorías, en los días en que esto no me importa no le pongo cara de fuchi a la longaniza, la cochinita, los panuchos y salbutes, los papadzules, la sopa de lima, el puchero… Entre todos los platillos tengo una consideración especial al frijol con puerco, no tanto porque me vincule con mi herencia mestiza, sino porque lo hace con mi infancia: pensar en él me devuelve a los años de escuela, cuando lo comíamos al regresar a la casa, todos sentados a la mesa, mi mamá sirviendo los platos…

        3) El pensamiento mágico. No me importa no creer en aluxes ni en espíritus, de igual forma me divierten las historias sobre entidades invisibles que tratan de verle la cara a los humanos o castigarlos cuando se pasan de vivos, y me conmueven las que hablan con convicción de seres queridos que de cuando en cuando regresan al mundo para llenarse el estómago de las comidas que les gustaban y visitar a su familia terrenal, aunque yo sepa que eso en realidad no ocurre.
      Hoy, cuando el mundo sobreviva una vez más a sus catastrofistas, podremos seguir la fiesta con otra joya cultural yucateca: una copita de Xtabentún.

martes, 18 de diciembre de 2012

Qué chido Murciélago



Las presentaciones de la Sinfónica de Yucatán a las que he ido me han parecido emotivas, interesantes, atractivas, simpáticas, electrizantes (el caso del concierto con Eugenio Toussaint como invitado, unas semanas antes de su muerte) y una que otra cansada. No recuerdo haber pensado en alguna como “divertida”… hasta este domingo 15, cuando la orquesta interpretó “El Murciélago” en el segundo concierto de su último programa de la XVIII Temporada, en el Teatro Peón Contreras.

A la soprano yucateca Claudia Rodríguez ya la había visto sufrir como Micaela en “Carmen” en 2010 y escuchado en “El Mesías” en el cierre de la XII Temporada, en 2009. La admiraba por su voz, por su capacidad para conmover con ella y para alcanzar notas que a quienes desafinamos incluso antes de abrir la boca se nos antojan imposibles. Pero desde el domingo a Claudia la admiro también por su soltura en el escenario y sus aptitudes para hacer reír como Adela, la sirvienta de Rosalinda; ella es de hecho la principal razón por la cual disfruté tanto la interpretación en versión concierto de la opereta de Strauss:  transpira confianza, seguridad en su actuación; le da expresiones cómicas a su rostro y otros matices en momentos en los que incluso no está cantando, y, gran revelación, tiene buen ritmo para bailar, como lo demostró en una de las partes instrumentales del segundo acto.

Hay que darle también crédito al director de escena, Horacio Almada, quien encontró la manera de hacer atractiva la función a pesar de las limitaciones que le imponían el formato y el espacio: los cantantes incorporaron a su vestuario alguno que otro elemento para dar idea del personaje que estaban interpretando, se colocaron unos pocos muebles para ayudar a situar las acciones y hubo diálogos tropicalizados (por ahí se escucha un “hacer pipí”) y salidas y entradas a escena, sin dejar de poner en claro que no se trataba de una representación en forma, pues no se intentó disfrazar las partituras con las que salían a cantar los artistas.

Además de Claudia, en el elenco hubo antiguos conocidos de los conciertos de la OSY, como Irasema Terrazas (Rosalinda), Josué Cerón (doctor Falke), Sergio Meneses (el director de la prisión) y el yucateco Miguel Ángel Mena (el abogado Blind), y también otros nuevos, como Armando Gama (Von Eisenstein) y el austro-yucateco León de Castillo (Alfredo), una agradable voz de tenor.

Creo que después de todo fue algo positivo que ya estuviera vendido el asiento que deseaba en la penúltima fila del lunetario, porque al tener que ocupar uno en la primera hubo la oportunidad de ver muy de cerca las expresiones de los artistas, la hierba de olor que le dio sazón al programa.

Antonio Gama, Irasema Terrazas, Claudia Rodríguez,
Sergio Meneses y Linda Saldaña.

Horacio Almada, director de escena.

Antonio Gama, Juan Carlos Lomónaco, Irasema Terrazas,
Claudia Rodríguez, Horacio Almada y Sergio Meneses.

Miguel Ángel Mena, León de Castillo y Josué Cerón.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Tú puedes tener una exitosa compañía de ballet de medio pelo



Si planeas ir de gira por Mérida, te convendría aprender de las lecciones que han dejado las presentaciones a teatro lleno de otras compañías de ballet y, lo mejor de todo, sin necesidad de ser buenas:

1) Enfatiza tu origen ruso, engancharás a un público que, acostumbrado a disponer sólo de funciones de academias locales, está ávido de ver a profesionales de países donde el ballet es una tradición de siglos. No importa que incluso no existas como agrupación en tu país, ahí tienes al llamado Ballet Nacional de Rusia que en 2007 presentó “El lago de los cisnes” en el Teatro Peón Contreras (la primera de sus dos funciones sin escenografía porque no llegó a tiempo, lo que no fue obstáculo para cobrar $800 el asiento en luneta) y al Ballet Clásico de Moscú, que el lunes 10 de este mes llevó “El Cascanueces” al Teatro Armando Manzanero. No te preocupes, no les importará que tu agrupación sea en realidad un ensamble de integrantes del cuerpo de baile, corifeos y acaso algún solista en receso de otras compañías a los que reúnes únicamente para salir de gira.

2)  Ya que tu elenco está formado por personas que de común no trabajan juntas, reduce los retos técnicos a la coreografía, así no los pondrás en aprietos en los pas de deux y en las danzas de conjunto. Despreocúpate de presentar una versión virtuosa, si ocasionalmente se lucen las extensiones  y el trabajo en el aire de los principales (al fin y al cabo son hijos de la escuela rusa de ballet) será suficiente para que reciban nutridos aplausos.

3)  No inviertas en la impresión de programas de mano. Para sacar el mayor provecho económico debes ser de los que creen que el público no está interesado en conocer el nombre de tus artistas y que a tu elenco le importa poco que le des su crédito.

4) Ahorra en escenografía. Toma el ejemplo de “El Cascanueces”, los telones de fondo sólo cambiaron dos veces y el que se colocó en medio, que recrea una cortina, se mantuvo durante los dos actos; las sillas evidenciaban su manufactura modesta, eso sin contar que su diseño no correspondía a la época en que se situaba la acción. Es el mismo consejo para el vestuario: puede carecer de originalidad y estar confeccionado de manera tan económica que incluso alguien sentado en la penúltima fila lo podrá notar.

5) Recicla a tus bailarines, no necesitas contratar a muchos. Haz como el Ballet Clásico de Moscú: en la escena de la fiesta hubo sólo cinco parejas de “niños” y en el Reino de los Dulces Clara y el Cascanueces son también el Hada de Azúcar  y su Caballero.

6)   Y, por último, no te culpes de ofrecer este tipo de espectáculos, porque año con año llegan ensambles como el tuyo y el teatro se sigue llenando a reventar.



"El Cascanueces" con el Ballet Clásico de Moscú
(la foto fue tomada de la web de Diario de Yucatán).


martes, 11 de diciembre de 2012

El Bardo y la nada

Tándem: "Shakespeare y la luna, siempre":

¿Te pueden gustar algunos bocados aunque no la comida completa? Porque eso siento que me ocurrió con Tándem y su “Shakespeare y la luna, siempre” que el domingo 9 cerraron el Festival Oc-Ohtic en el Teatro Armando Manzanero.

La coreografía de Leticia Alvarado, directora de la compañía, tiene imágenes muy bellas, como cuando uno de los bailarines se mueve delicadamente en la sombra que se crea al colocarse frente a una fuente de luz y cuando entre fundidos en negro se presentan escenas que duran sólo unos segundos y dan al espectador la sensación de estar ante una proyección de diapositivas. Los bailarines se muestran capaces y correctos en el cumplimiento de las exigencias de su directora, en especial Emir Meza, seguro y preciso en sus movimientos de tierra, sus giros, saltos y en vertiginosas combinaciones de ellos.

Pero, a pesar de la música de Haendel y del vestuario evocador de los siglos XVI-XVII, en su conjunto “Shakespeare y la luna, siempre” no dejó huella en mí. Tal vez la culpa la tenga yo por crearme expectativas: en las primeras escenas creí reconocer la tragedia de Romeo y Julieta y pensé que ése sería el tono de toda la coreografía, un relato de historias del Bardo, pero terminé frustrada tratando de determinar en las escenas siguientes, sin conseguirlo, si por ahí estaban pasando Otelo, Lady Macbeth o la Muerte porque me hacían falta elementos para identificarlos. La confusión de no saber si estaba ante una obra narrativa o de ambientes hizo que el resumen de la experiencia no fuera placentero.

Algo diferente de lo que me ocurrió con la Compañía Estatal de Danza Contemporánea de Oaxaca, que el jueves 6, siempre como parte del festival, presentó “Cuerpos de olvido”, de Rolando Beattie. Aquí no hay margen de equivocación: es una obra abstracta inspirada por el olvido de los muertos. Los bailarines se mueven como si estuvieran en shock, convulsionaran, tuvieran prisa de llegar a ningún lado; no hay simetrías, su estética surge de lo bien organizado del caos, del contraste entre los momentos de reposo e hiperactividad, y de la brevedad de sus escenas (al final de cada una, un fundido en negro), que hacen pensar en un escritor que cuenta su historia con frases u oraciones cortas y contundentes rematadas por puntos. Esta marca aún la llevo.

Compañía Estatal de Danza Contemporánea de
Oaxaca al final de "Cuerpos de olvido":


viernes, 7 de diciembre de 2012

De silencios, improvisaciones y otros productos delicatessen



A la propuesta de Emmanuel Grivet la comparo con uno de esos platillos gourmet que deliberadamente evito en la mesa: me falta bagaje cultural para saber saborearlo. Y sin embargo…

Las dos obras que el coreógrafo francés presentó el lunes 3 en el Teatro Armando Manzanero como parte del Festival  Oc-Ohtic están construidas sobre silencios, con un mínimo de sonidos de fondo, algo que suele producirme tensión. Además, la primera, “Improbabilidades e impostura”, experimenta con la improvisación, un recurso que me hace sentir incómoda porque como espectadora necesito estructura, tener la seguridad de que quien me hace el cuento sabe de qué va y en qué termina.  Es una pieza para Emmanuel, una bailarina invitada (en este caso Tatiana Zugazagoitia) y dos integrantes del público que voluntariamente se ofrecen a participar (ella fue Fanny Ortiz, bailarina, y él, un chico que por la manera en que se desenvolvió pienso que no es ajeno a la danza).

La segunda, “Transparence Blanc”, la interpreta solamente Emmanuel con predominio de movimientos de manos y brazos y desplazamientos cortos  del cuerpo; por momentos se le escucha hablar (en un idioma que no es francés).


Emmanuel Grivet en "Transparence
Blanc" (foto de Notimex).


Pero aquí va la contradicción: aunque el tipo de danza que hace no es exactamente el que me resulta más atractivo ni el espectáculo al que elegiría ir a sabiendas de qué consiste, Emmanuel Grivet sí es el tipo de artista al que me gusta ver actuar, uno que cuando pisa el escenario pone en alerta hasta los vellos del dedo pequeño de su pie,  uno en el que ningún movimiento es gratuito, uno en el que simplemente por la forma en que coloca las manos sabes que tiene experiencia y escuela. Fue interesante ver cómo en “Improbabilidades e impostura” resolvió algunos “problemas” de la improvisación e incluso procuró repetirlos para darles sentido de espectáculo.

Al día siguiente se presentó la “compañía de impulso” (de estreno) del festival, Odori Desu Bailía Contemporánea, con “Y tan sólo.... En comparación con la de Emmanuel, su propuesta es más tradicional, en el sentido de que hay desplazamientos y música, pero también tiene muchas áreas de oportunidad. Me quedó la sensación de que el grupo quiso tener un estreno espectacular y por eso recurrió a proyecciones de vídeo, a un saxofonista que actuó en vivo, a vestuario y maquillaje futuristas; pero su mensaje (el programa hablaba de cinco personas que “van discurriendo sobre el estado de sus vidas”) se pierde entre tanto adorno y en ejecutantes que se muestran inexpresivos, incapaces de transmitir emociones.

Me parece también que aún le falta desarrollar un lenguaje individual, porque aunque es danza contemporánea y, a diferencia de la clásica, no hay propiamente un “catálogo de pasos”, algunos recursos en su narración resultan un tanto familiares, como los gritos (conté tres), que han sido ya bastante utilizados en danza moderna.


"Y tan sólo..." de Odori Desu Bailía Contemporánea
(fotografía de Notimex).



martes, 4 de diciembre de 2012

"Nosotros" son ellos


No sé si lo que hizo Jaciel Neri en “Nosotros” se puede clasificar en un género, lo que sí sé es que echó por tierra el estereotipo de los varones que bailan.

La coreografía con la que Jaciel ganó el Premio INBA UNAM 2011, y que con su presentación inauguró el Festival Oc-Ohtic el sábado 1 de diciembre en el Teatro Armando Manzanero, no busca líneas bonitas ni delicadeza, ni siquiera cuando se pone serio y sentimental y los cuatro varones protagonistas se cargan unos a otros.  Es por el contrario una danza de machos, de cuates, de carnales, de brothers, de vatos que andan juntos tonteando, jugando a los robots y a las luchitas, y van vestidos de mezclilla o bermudas, como lo harían debajo del escenario.

La coreografía comienza sin música de fondo y así se mantiene durante un tiempo; el silencio, esporádicamente roto por silbidos de saludo, nos deja en un estado de expectación sobre lo que va a ocurrir con estos chavos, que van haciendo su entrada uno a uno. De los chiflidos pasan a hacer sonidos agudos, imitando los de juguetes electrónicos, y a moverse como si tuvieran bisagras, en uno de los momentos más cómicos de la función. Cuando la música se empieza a escuchar es para situarnos en un cuadrilátero en que los amigos son ahora luchadores enmascarados que pelean mientras se escucha: “El Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Bull Dog…”. En esta parte a uno de ellos le toca jugar con los paradigmas sobre el bailarín varón y en burla hace un split, que los otros acompañan con poses de ballet.

En la última parte se ponen serios para representar su vulnerabilidad como humanos y la solidaridad entre amigos con pulsadas (cargadas) que no se preocupan por verse estéticas a la manera tradicional porque lo que interesa es transmitir la sensación de apoyo o sostén, se intuye que en los momentos difíciles de la vida. Y lo hacen sin el menor asomo de alusión sexual, con lo que en mi opinión Jaciel termina de derribar el tópico del varón en la danza.

Al  final hubo espectadores que pidieron a los bailarines que se tomaran fotos con ellos.


Jaciel Neri y bailarines de Moving Borders y
CuatroxCuatro al final de la función de "Nosotros".

sábado, 1 de diciembre de 2012

#YoEsperoalMesías


Al comienzo de la actual temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, Juan Carlos Lomónaco decía que no quitaba el dedo del renglón en su propósito de traer a la Compañía Nacional de Danza a Mérida, dada la cercana relación entre ambos. Si algo lo había impedido era el alto costo de producción de un espectáculo de ballet.

“El Mesías” sería un buen candidato a cambiar esa situación: su escenografía es mínima (unas cuantas bancas y un telón de fondo), el vestuario lo forman variaciones de pantalón y camisa-blusa blancos (los bailarines usan el mismo desde el comienzo hasta el final de la función) y la iluminación no requiere muchas modificaciones a lo largo de los 80 minutos.

Y, sobre todo, la obra es bonita, bonita, bonita; Mauricio Wainrot creó una coreografía que nos pone en sintonía con la belleza del oratorio de Haendel que le sirve de base. Escuché decir a un asistente a la última de las cuatro funciones de estreno de “El Mesías” que cada imagen que se formaba era una escultura; realmente lo eran, esculturas móviles, dinámicas que además transmitían la sensación de bienestar.

Si se animaran a invitar a la CND a Mérida para presentarla, talento local podría ocupar el lugar del Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes; después de todo la Sinfónica de Yucatán tiene experiencia tocando “El Mesías” y el coro que dirige Luis Luna Guarneros, cantándola. Sí habría que procurarse de cuatro voces solistas, pero entre todos los invitados que la OSY ha tenido en su historia creo que no sería muy difícil encontrarlos.

Me dio gusto ver actuar de nuevo a dos de mis tres bailarines favoritos de la CND y la respuesta del público a Juan Carlos Lomónaco como el director concertador. 

La CND agradece los aplausos a "El Mesías".

El barítono Guillermo Ruiz. A su lado, Encarnación Vázquez,
Conchita Julián, Alan Pingarrón y el bailarín Jesse Inglis.

martes, 27 de noviembre de 2012

Se me perdió el lagarto


Qué vergüenza. Estaba más que dispuesta a ver la función de estreno de “El lagarto de humo” y cuando me preparaba para irme caí en la cuenta de que había confundido el horario e iba con una hora de retraso…

Vergüenza y coraje, porque tenía muchas ganas de comprobar si el nuevo trabajo de Tumàk’at era tan ingenioso como su anterior obra para niños, “Brins”. Esperaré entonces a que “El lagarto…” encuentre su camino a una nueva fecha, hora y foro, y que de preferencia lo haga fuera del circuito de festivales (esta vez se presentó en el Otoño Cultural), en el que las autoridades son las que asignan espacios y días según la disponibilidad de los teatros y no necesariamente la calidad de la propuesta.

Me gustaría saber si quienes administran las actividades artísticas en Mérida y en todo Yucatán están conscientes de la relevancia del trabajo que hay detrás de algunos proyectos. Creo que no es para menos que “El lagarto…”, como las otras cuatro obras que ha presentado Tumàk’at, haya sido creada expresamente para la compañía de danza por un coreógrafo con trayectoria, porque ¿qué tan frecuente es que eso ocurra en nuestro medio? No es, como sucede en la mayoría de las ocasiones, una obra preexistente que se adaptó a la compañía, sino el resultado que se buscaba de la colaboración de dos meses entre los bailarines locales y el coreógrafo argentino Leandro Kees.

Es como también ocurre con “Represensitive People”, de Créssida Danza Contemporánea, que se estrenó en septiembre. El español Roberto Olivan, autor de la coreografía, viajó a Mérida para trabajar en un taller con Créssida que finalmente se convirtió en el proyecto de montaje. Y por si esto fuera poco, la música fue compuesta nada más y nada menos que por Javier Álvarez; de nuevo, no era algo que surgió para otros y la compañía local utilizó, sino una creación pensada específicamente para ella… y hecha no por cualquiera.

En un mundo ideal se privilegiaría la contribución de esos creadores. Pero no vivimos ahí, ¿verdad?

viernes, 23 de noviembre de 2012

Al descubrimiento del satírico


Larga vida a hipócritas, insensibles y arribistas sociales. No lo digo yo, lo veo en una vuelta por el Olimpo, a la sala 2 de su galería, donde se exponen grabados de “Picheta”.

El gancho de la muestra en el centro cultural es la obra de José Guadalupe Posada, que se presenta en la sala 1; pero el gran ganador de la exhibición es el yucateco. La Catrina y otras variaciones de las calaveras de Posada ya son del dominio público, fácilmente consultables en internet y ampliamente reproducidas hasta en las pasarelas de moda. De “Picheta”, sin embargo, se ve poco, incluso en Mérida, donde sus grabados no están en exhibición en forma permanente, ni siquiera en la galería del pasaje que tiene su nombre.

Así que visitar “Posada y Picheta: Los imprescindibles del grabado mexicano” es una oportunidad de descubrir de primera mano la acidez e ironía del artista yucateco que no dejaba títere con cabeza cuando se trataba de retratar a la sociedad de su tiempo, la del siglo XIX: infidelidades, conveniencia social… un código de conducta que sigue vigente 113 años después (él murió en 1899).

Aunque la pieza estrella de la sala dedicada a Posada es la Calavera Catrina en sus dimensiones originales (como del tamaño de un sobre de carta, si alguien se acuerda qué es eso), hay grabados que muestran un lado menos conocido del artista: el de narrador de la situación política de su época, contemporánea de los últimos años del porfirismo y el inicio de la Revolución. A diferencia de los de “Picheta”, los grabados de Posada son más informativos que satíricos y una fuente de datos sobre cómo se veía la guerra desde la primera fila.

Grabado de "Picheta".

Grabado de José Guadalupe Posada.

martes, 20 de noviembre de 2012

Sexy Shakespeare


Nunca había visto una versión tan cachonda de “Sueño de una noche de verano” como la de La Rendija.

Y no sólo por los bechos y abachos entre los personajes de Helena y Demetrio, sino sobre todo por la caracterización que Roberto Franco hace de Puck:  vestido sólo con un bóxer,  pasea sus músculos mientras habla con voz sensual.

Por esto es que me declaro fan de La Rendija: porque no toma la salida fácil al montar sus obras, sino que se sienta a pensarle en cómo hacerlas atractivas y diferentes, en cómo optimizar sus recursos a pesar de las evidentes limitaciones de espacio y dinero.

En el caso de “Sueño de una noche de verano” lo atractivo le viene también por el vestuario (los personajes llevan ropa para dormir, una alusión al “sueño” del título); la interacción con el público (los actores se pasean entre los asistentes, los involucran en las escenas); la forma en que tratan de mantener la atención del espectador durante los largos parlamentos (hubiera sido más fácil decir: “Sabían que venían a ver una obra de Shakespeare, así que se aguanten el rollazo en español culto”; pero en esos momentos hay gente moviéndose frenéticamente, lo que aligera la digestión de los diálogos), y el uso creativo de los objetos y espacios (me gustó la proyección de la cara de Oberón en unas cortinas de plástico mientras el personaje discute con Titania y las lentes de aumento que deforman la cara de los actores que explican al auditorio que están ensayando una obra para presentarla en las bodas de Teseo e Hipólita).

Sobre todo me agradó el equilibrio entre la historia que trata el enredo entre las parejas de enamorados y la atracción de Titania por el burro, la anécdota más conocida de la obra, y la del ensayo del grupo de actores-ciudadanos comunes y al parecer de pocas luces. Otras versiones omiten o minimizan la participación de este improvisado grupo de teatro para enfocarse más en los enamorados, pero La Rendija le da una importancia similar y al final ésta resulta la parte más divertida del montaje.


Escena de "Sueño de una noche de verano" (la foto
fue tomada de la página de La Rendija).


viernes, 16 de noviembre de 2012

Confieso mi ojeriza


No creo que el arte sea y deba ser para unos cuantos, pero sí que se puede sacar provecho del interés de algunas personas en utilizar la cultura como afirmación de su estatus social.

Me parece que ésa es buena parte de la razón por la que fluyen recursos al Patronato de la Sinfónica de Yucatán, que en los programas de mano de todos los conciertos repite la lista de sus benefactores (con títulos políticamente correctos, como “benefactor amigo”, “entusiasta”, “asociado”…). Si con eso se garantiza que habrá dinero para continuar con este proyecto, pues que pongan hasta sus fotos, digo yo.

Pero confieso mi ojeriza por cuatro o cinco personas que no pueden faltar a los eventos artísticos (y deportivos y empresariales)… siempre y cuando haya gente que las pueda reconocer  y contar que las vieron. El más reciente encuentro fue en el concierto de Philip Glass en la hacienda Ochil, el miércoles pasado. Me sorprende que me sorprendiera que estuvieran ahí, después de todo cómo iban a faltar a un espectáculo limitado a 500 personas, con entradas de 4,000 pesos (te sentaras donde te sentases) y que se realizaba en  la propiedad de uno de los hombres más poderosos de México.

Si por algo siento tirria por ellos es porque, aunque se ostentan como  aficionados al arte, al final hacen cosas como salirse durante el concierto para ir sepa Dios a dónde. Aunque debo decir que hubo más de uno que hizo lo mismo; a algunos los vi volver a sus lugares, a otros no.

Al menos lo que pagaron irá a parar a un fondo de conservación del patrimonio cultural maya. Qué pena que ese grupo nunca ponga un pie en foros alternativos de Mérida, donde hay proyectos que valen mucho la pena pero que a duras penas sobreviven porque no tienen dinero ni atractivo social para sus benefactores.


Concierto de Philip Glass en la
hacienda San Pedro Ochil.

martes, 13 de noviembre de 2012

"El tercer sector"


Moraleja de la historia: antes de ir al teatro no le preguntes a un amigo cómo van las cosas. Puede ocurrirte lo que a mí hace unos días, cuando su respuesta me dejó tan triste que al comenzar a ver “El tercer sector” pensé que había elegido la peor obra para ver esa noche.  Pero soy de las ñoñas que una vez en el teatro (y en el cine) se sienten obligadas a quedarse hasta el final. Y ésa sí fue una buena decisión.
La obra de Dea Loher que está recorriendo foros de Mérida no es exactamente una historia feliz y sí exige del espectador, por su tema (los empleados de una gran dama recuerdan su vida miserable al lado de su patrona y de ellos mismos, sus miedos, sus muertos, sus complejos) y formato, mucha colaboración. A pesar de esto, y del sentimiento con el que entré, al terminar la función sentí  que la experiencia había valido la pena:



Escena de "El tercer sector" (la foto
fue tomada de Diario de Yucatán). 


1  Porque los actores son buenos:  tres mujeres y un hombre de la compañía francesa Nina Tchylewska. La obra está hablada en francés y los diálogos traducidos al español son proyectados sobre una tela blanca en el fondo. Si no hablas francés, como ocurre conmigo, leer las palabras en la tela al principio te va a robar mucha de la atención que deberías prestar a las actuaciones, además de que a mí me tomó tiempo recuperarme de la sorpresa de estar viendo una obra hablada en un idioma diferente del español.  Pero eventualmente conseguí adaptarme a la situación y disfrutar el desempeño de los actores. Me emocionó muchísimo el de Vincent Capponi, la manera en que llora en su primera escena hablada me resultó tan auténtica que sentí pena por él.



2)  Por su estructura: la obra alterna diálogos y monólogos, que le van dando ritmo.



3) Porque está abierta a la interpretación del público. No todo parece ser lo que es, algunos monólogos y el final dejan pensando que los personajes podrían no ser quienes aparentan y no estar exactamente donde creemos en un principio.


4) Porque está acompañada de música en vivo, que a veces no es música en su sentido más tradicional. No sé si en todos los foros donde se está presentando la obra el grupo a cargo de la música se coloca en un lugar donde el público lo puede ver; en Tapanco quedaba  frente al auditorio, así que se podía seguir claramente sus movimientos y ver cómo producía los sonidos, por ejemplo con cubos de agua. Este grupo es la parte mexicana del proyecto: el colectivo Tempus Regvla.


5) Porque nos abre las puertas a experiencias escénicas diferentes de las que en promedio se ven en Mérida, aunque esto no necesariamente vaya a atraerles espectadores a carretadas. Tal vez porque la obra se desarrolla pausadamente un caballero sentado frente a mí suspiraba continuamente como cuando se está aburrido, otro comenzó a vagar la mirada por el lugar e, incluso, a una muchacha sentada en la primera fila no le importó ponerse de pie y salirse cerca del final. Al terminar la presentación en Tapanco un chico de Tempus Regvla explicó que con esta obra quieren acercar el arte al público, algo que han visto que es difícil. Eligieron el camino complicado y sólo por eso ya deben sentirse satisfechos.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El México que vemos






Atávica. Decimonónica. Totalmente pasada de moda. Aficionada al papel, veo cómo se extingue el objeto de mi apego, que ni siquiera lo hace lentamente, sino con la violencia de la gran ola digital.
 Así que encontrar entre las fotos de “El México de los mexicanos” el retrato de un librero abrazado por sus criaturas de papel me alegró, conmovió, entusiasmó, reconfortó… Nos estamos quedando solos, pero seguimos siendo algunos…
“El México de los mexicanos” es una exposición de fotografías participantes y ganadoras del concurso al que Fomento Cultural Banamex convocó en 2009 para “promover la cultura mexicana y contribuir a un mejor entendimiento de nuestra identidad nacional”, según dice el folleto explicativo (otro fósil de papel, ¡oh sí!).
 ¿Y por qué tomarnos la molestia de ir a la Casa de Montejo a  ver la muestra? Te doy mis cinco razones (y que conste que no estoy contando la foto del vendedor de libros):
1) Porque la selección de imágenes que se exhibe en Mérida (una fracción de las que componen la colección) es visualmente atractiva. Algunas fotos tienen un valor más informativo que estético y en otras predomina la belleza del encuadre sobre el mensaje, pero en todas vas a encontrar armonía e impacto.
2) Porque no se limitan a mostrarnos el folclor, una característica que se suele buscar cuando se pretende hablar del “México auténtico”. No pienso que esto sea algo equivocado, pero sí creo que se ha usado tanto que ya es un lugar común. Aunque buen número (tal vez la mayoría) de las fotos expuestas en Mérida fueron tomadas en comunidades indígenas o rurales, hay otras en las que, si no leemos en la ficha técnica el lugar donde fueron captadas, no podríamos precisar en qué ciudad ocurre la escena, lo que nos habla de lo “universal” de nuestra identidad. Ésta es la razón por la que me gustó la foto de unos niños bailando en una sala de la ciudad de México: su entorno los muestra de extracción urbana, clase media, pero con una expresión en la que se puede reconocer desde el mexicano pobre hasta el milloneta y todo lo que hay en medio: parranderos somos y en el camino andamos.
3) Porque hay fotos de especial interés para los que vivimos en la Península de Yucatán, pues fueron tomadas aquí. Una de mis favoritas es la de un grupo de niños vestidos con el traje de mestizo y captados ­ de los hombros hacia arriba, lo que hace sobresalir sus sombreros. Su espontaneidad y el juego visual que se crea por la alineación de los sombreros blancos producen una sensación agradable.
4) Porque está instalada en la Casa de Montejo, un edificio histórico en el Centro que el visitante primerizo (o el que quiera repetir la experiencia) puede recorrer con ayuda de un guía, que le ofrece gratuitamente explicaciones sobre el origen y las transformaciones que ha vivido el edificio.
5) Y porque no cuesta un solo peso visitar la exposición y éste es el último mes que estará instalada.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Los vecinos

Me dice Agustín, mi guía en la zona arqueológica de Tula, que la representación de Quetzalcóatl como serpiente emplumada simboliza la unión de lo terrestre y lo celestial. Esta aleación me es apropiada para describir la sensación de viajar por tres estados del centro de México donde la ingeniería humana emociona tanto como la divina, término que uso para referirme a las fuerzas de la naturaleza que moldean el paisaje.
Los edificios religiosos (¿decenas?, parecen cientos) de Puebla capital, el centro histórico de Tlaxcala, los pueblos mágicos y las formaciones naturales de Hidalgo y, en los tres casos, la cocina tradicional introducen al viajero a un universo de formas, sabores y colores que difícilmente se alcanza a conocer en una semana.
Pero aunque se disponga de sólo unos cuantos días, visitar a los tres vecinos recompensa ampliamente al viajero. Les comparto algunas (y sólo algunas) de las cosas que hicieron especialmente agradable un reciente recorrido por esta zona del país (se da por descontado el paseo por las calles de sus centros históricos, el pulso de toda ciudad):

1) Visitar la iglesia de Santo Domingo y su capilla del Rosario, en Puebla. La sensación de entrar en ellas la describo como un golpe, un bofetón. La capilla es tan bella que hasta duele mirarla. 

Detalle del techo de la capilla
del Rosario (foto VBM).

2) Visitar la iglesia de Santa María Tonantzintla, Cholula. Otro mazazo a los sentidos: de tan barroca la mirada se cansa. Lo primero que me vino a la mente al ver su interior (donde está prohibido tomar fotografías) es esa lección de Historia en la escuela en la que hablaban del mestizaje en las artes durante la Colonia: cuando las técnicas y estilos europeos se fusionaron con la visión indígena y dieron como resultado, por ejemplo, angelitos morenos. La teoría se materializa en este templo.

Fachada de Santa María
Tonantzintla (VBM).

3) Recorrer el Museo de Arte San Pedro, en Puebla. Desde septiembre exhibe "Y para muestra un botón", una selección de títeres y guiñoles de la familia Rosete Aranda-Espinal. Hay desde representaciones fantásticas hasta figuras alusivas a personajes históricos y otros aún con vida, como María Victoria, todos deliciosamente detallados.

4) Por supuesto, comer mole. Pero no en un restaurante de Gran Turismo, sino uno por el rumbo del mercado El Parián. Prueba a ir a La Gardenia, te sirven el plato de mole como parte de un menú de comida corrida que incluye sopa, arroz y postre (yo elegí los duraznos con rompope). Si lo acompañas de un vaso de agua fresca, te sale en 100 pesos; si es con refresco, súmale 20 más.
Mole en La Gardenia
(foto VBM).


5) En Tlaxcala, visitar la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y el antiguo convento franciscano. Además de su belleza arquitectónica, en especial la del Sagrario, la catedral tiene interés anecdótico: se le reconoce como el punto de partida de la evangelización de la Nueva España (de hecho, en el púlpito está inscrita la leyenda "Aquí tuvo principio el Evangelio de este nuevo mundo") y donde se cristianizaron los cuatro señores de Tlaxcala.

Fachada de la Catedral de
la Asunción, Tlaxcala
(foto VBM).

 6) Visitar las zonas arqueológicas de Cacaxtla y Xochitécatl. Son adyacentes; Xochitécatl era el centro religioso y Cacaxtla, el administrativo. En ésta sobresalen, como imaginarás, los vestigios de sus murales; en Xochitécatl encontré particularmente interesante el edificio que estuvo dedicado a Ehécatl, el dios del viento: tiene forma de espiral y se presume que se ascendía por él en una rampa, pues carece de escalinata; para los visitantes modernos se colocó una escalera de metal. En la parte superior hay una cruz.

Zona arqueológica de
Xochitécatl (foto VBM).

7) En Hidalgo, recorrer los pueblos mágicos de Huasca de Ocampo y Real del Monte, en la zona montañosa del estado. En Huasca están los prismas basálticos, formaciones geométricas de lava congelada donde las aguas de una presa cercana crean una cascada, y la hacienda Santa María Regla, propiedad de quien llegó a ser uno de los hombres más ricos de América durante la Colonia: Pedro Romero de Terreros. La hacienda, una construcción de piedra, conserva algunas de las áreas donde se procesaban el oro y la plata.  En Real del Monte están la Mina de Acosta, que ofrece visitas guiadas por los departamentos de la mina y su interior (la parte más emocionante del paseo); el Panteón Inglés (una oportunidad para conocer símbolos masones, pues buen número de quienes ahí descansan pertenecieron a logias) y el Museo de Medicina Laboral. El nombre de este museo es engañoso, podría pensarse que trata de los derechos de los trabajadores, pero en realidad es la memoria de un hospital de mineros, con sus férulas de metal, agujas de vidrio, aparatosos equipos de rayos X y aleccionadores dibujos en las paredes sobre las consecuencias de no ser precavidos en el trabajo bajo la tierra. Además de sus edificios emblemáticos, estos dos pueblos honran su magia con sus paisajes de colinas y vegetación boscosa.


Prismas basálticos
 (foto VBM).

Chimeneas de la hacienda
Santa María Regla
(foto VBM).

Mina de Acosta (foto VBM).

Hospital de Medicina Laboral en
Real del Monte (foto VBM).

Panteón Inglés (foto VBM).


8) Aventurarse en las Grutas Xoxafi. Si prefieres llevarla tranquilo, puedes tomar el tour básico, en el que sólo caminas por la caverna; pero si no te importa arrastrate, ensuciarte, terminar con moretones y raspaduras y jugarte la vida en el rappel y la tirolesa entonces contrata el extremo. Los guías saben cómo hacer más llevadero el trayecto, en el que habrá que pasar por orificios apenas un poco mayores al tamaño de nuestra cintura. Si al salir todavía estás de ánimo puedes volar en tirolesa de tres tiros: 300, 240 y 800 metros. En el último sólo hay una modalidad posible: de Supermán, con el arnés ajustado en la espalda y las manos libres para sujetarse... del viento.


Grutas Xoxafi (foto VBM).



9) Volar en globo. Con seguridad terminará siendo una experiencia diferente de lo que te imaginas, pero en mi opinión merece vivirse. Impacta ver cómo los objetos que en tierra nos parecen grandes poco a poco se transforman en puntos apenas reconocibles y otros desaparecen totalmente. No dejes de admirar el momento en que los demás globos se elevan, parece que siguen una coreografía. Ten en cuenta que los vuelos son muy de mañana, así que debes estar dispuesto a madrugar.


El cielo de Apulco, Hidalgo (foto VBM).


10) Comer barbacoa. En el Mercado de Barreteros, en Pachuca, Beto's la vende los sábados y domingos. Para acompañarla, un consomé de garbanzo... 


Consomé en Beto's (foto VBM).