miércoles, 2 de enero de 2013

Al "ah" pasando por el "jiji"


Hace unas semanas, en Mérida, Teodoro González de León recordaba la reflexión de un filósofo del siglo XX sobre la belleza: que a ésta la define una interjección, una expresión de admiración como “¡ah!”.

Me pregunto si como medida de belleza también se puede considerar a “jiji” o ese contento que producen muestras como la que Mar Hernández presentó en el Macay entre las exposiciones del último trimestre de 2012. “Hoy desperté sobre sueños de colores” no se llama así por gratuidad, cada una de las obras de Mar, esculturas de pequeño formato creadas con tazas, cafeteras, teteras, platos, están pintadas de vivos colores, la primera razón por la que la mirada se siente atraída hacia ellas.

Cuando se les observa de cerca se revelan antropomorfas (algunas incluso tienen piecesitos y cabezas de cerámica), en actitudes que bien podrían asociarse con actividades humanas,  serias, cómicas o bizarras.

"Hoy desperté sobre sueños de
colores", de Mar Hernández.

"Hoy desperté sobre sueños de
colores", de Mar Hernández.

A las tacitas de Mar, egresada de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, las podría estar viendo mucho tiempo, hasta me pondría a jugar con ellas si me lo permitieran. Pero es a unos pasos de la sala de “Hoy desperté…” que reconozco el “¡ah!” más claro y profundo: ante los “Paralelismos plásticos en México. Cuatro décadas en la colección BBVA Bancomer”, un recorrido por las vanguardias desde la década de 1960 en el país.

No todos los trabajos provocan la misma interjección. Como espectadora, el "¡ah!" más hondo y firme lo sentí en presencia de “México 1968”, un manifiesto en rojo y rosado de Pedro Coronel; la abstracción de Héctor Cruz en “Después de la lluvia” y las figuras, casi sombras, de la escultura “Hombre caminando” de Helen Escobedo. 

"México 1968", de Pedro Coronel.

"Hombre caminando",
de Helen Escobedo.

No podría poner en palabras qué encuentro de bellas en ellas, tal vez sean sus colores o lo que llevan a imaginar cuando se les ve. Y ahora que lo pienso, tampoco estoy  segura de que fuera "¡ah!" lo que sintiera ante ellas, sino más bien algo como “¡ayayayayayayay, recontraguau!”… ¿Califica eso como definición de belleza?



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