viernes, 22 de marzo de 2013

Noche de tapas y flamenco


De Raúl Salcedo escuché hablar por primera vez cuando su academia Península Flamenca existía solamente en Cancún. Después de unos cuantos años de no saber de él me enteré que había abierto una sede de la escuela en Mérida, a la que con regularidad invita a bailaores con trayectoria a impartir clases. A pesar de conocer  la teoría de su trabajo, no había tenido la oportunidad de ver cómo se traducía en el escenario esa experiencia de la que hablaba en sus entrevistas.

Casi por casualidad supe hace una semana que Raúl actuaría la noche de viernes en el restaurante El Segoviano, en San Ramón Norte. Animada por la oportunidad de finalmente verlo en acción reservé una mesa “lo más cerca posible” del escenario ante la advertencia de una alumna del bailaor que debía ser así porque de lo contrario no vería nada.

Tenía razón, pues el escenario –a ras del piso- resultó ser mucho más pequeño de lo que pensaba. Con Raúl, que además de bailar en algunas canciones tocó el cajón, se presentaron dos bailaoras que son sus alumnas y el cantaor Antonio Serrano.  

No conozco los códigos del baile flamenco, no podría decir cuándo el sonido del tacón es “limpio” ni si los brazos están bien colocados; mi juicio sobre los espectáculos de este género se basa en qué tanta pasión transmite el bailaor, qué tan honda es la huella que deja en el público. Raúl satisfizo mi expectativa de ver a un artista, no a un simple ejecutante que repite con destreza, aunque mecánicamente, los movimientos; su arte se ajusta a las ideas que en mí evoca el flamenco: un baile que se interpreta desde las vísceras, arrebatado, que no puede ser de otra forma más que temperamental. Me hubiera gustado que quienes lo acompañaron esa noche compartieran su nivel (y que los meseros encontraran otras rutas para desplazarse por el restaurante sin obstaculizar la vista, aunque hay que entender que éste no es un teatro).

Si esta actuación no había sido suficiente, la despedida con sevillanas nos regaló la brevísima presentación de Adriana Maresma “La Nani”, invitada en esos días a ofrecer un curso intensivo a alumnos de Península Flamenca. En segundos  “La Nani” nos confirmó que un artista no comienza a serlo cuando se coloca la peineta, el vestido y los zapatos de tacón, sino que lleva tan interiorizada su actitud que es capaz de desbordar de pasión flamenca bailando incluso con pantalón de mezclilla y calzando cuñas, como ella lo hizo.

Al final de la presentación Raúl anunció que de nuevo estarían hoy viernes 22, a partir de las 10 de la noche, en El Segoviano. El restaurante se especializa en comida española, que no defrauda con su sangría, tortilla con chorizo, calamares a la romana, queso fundido con champiñones, crema catalana, mousse de chocolate… Así que buen provecho ¡y olé!

El cantaor Antonio Serrano y el bailaor Raúl Salcedo.

Raúl Salcedo.


"La Nani" en la despedida del espectáculo.

lunes, 18 de marzo de 2013

Estaba un día el Santos en Mérida cuando...



Jis y Trino en LA68, el domingo 10 de marzo.

Cuando LA68 Casa de Cultura “Elena Poniatowska” anunció que Jis y Trino la visitarían el domingo 10 para presentar “El Santos vs la Tetona Mendoza” pensé que se trataría de una conversación informal sobre el proceso de realización de la película o de una suerte de “A platicar a su casa”, el programa del fallecido canal Ponchivisión en que Andrés Bustamante y el propio Trino simulaban ir al cine a ver alguna gloria de la filmografía nacional, por ejemplo una del Santo (el de carne y hueso), y se pasaban el tiempo haciendo comentarios sarcásticos.

Finalmente fue una proyección como las habituales del centro cultural pero antes y después hubo intervenciones de los moneros, que estaban en Mérida para participar en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán.

La invitación a la proyección gratuita tuvo más interesados que número de asientos; media hora antes del inicio (a las 8 p.m.) ya se habían ocupado todas las sillas mientras afuera 60 personas esperaban entrar sin conseguirlo, según se escuchó decir a la propietaria. Ya hubieran querido Jis y Trino el entusiasmo de esa audiencia para la exhibición de su película en las salas comerciales, pues le hubiera garantizado mejores resultados en sus seis semanas en cartelera.

Trino dijo que entre las razones que les dieron para el escaso éxito en taquilla estuvo que la película era demasiado guarra y sus chistes estaban pensados para los varones, pero el monero consideró que esto no es cierto. Una dama del público le dijo que coincidía con él porque las bromas eran comprensibles por todos.

No sé si el género sea en verdad un factor determinante, de lo que estoy convencida es que hay que tener un tipo específico de sentido del humor para reírse de todas las bromas que “El Santos vs la Tetona Mendoza” hace una tras otra a lo largo de una hora y media. Reí de buena gana cuando el Santos y el Cabo son llevados, atados, hacia el barranco por los zombies de Sahuayo que siguen hipnotizados la música de la Rondalla de Saltillo, la única capaz de atraerlos de esa manera, y cuando el luchador y el Peyote se entrenan con el tema de “Rocky” de fondo. Pero la historia está llena de bromas escatológicas y desviaciones a otras historias que en un momento me hicieron pensar que estaría muy bien que ya terminara.

Tal vez si la película la hubieran estrenado hace unos 20 años, cuando la irreverencia de la historieta extendía los límites de la libertad de expresión en la prensa mexicana, otro sentimiento habría animado a ir a verla al cine; pero en una época en que esa actitud se multiplica en los medios el humor de la cinta no tiene el aura de revolucionario que caracterizaba en su origen al Santos y la Tetona Mendoza.

Pero la proyección valió la pena por la oportunidad de ver, y sobre todo escuchar, la colaboración de los artistas que prestaron su voz a los personajes (Daniel Giménez Cacho, Regina Orozco, Guillermo del Toro, Andrés Bustamante, José María Yazpik, Julieta Venegas, Benny Ibarra, Ely Guerra, Moderatto…) y de conocer y reír con los comentarios de dos iconos de la monería en México.


Jis y Trino en LA68 (estas dos fotografías son de Leslie Santos Bonilla).

lunes, 11 de marzo de 2013

Una opinión de la Filey 2013


Cuando en 2012 se creó la Feria Internacional de la Lectura Yucatán agradecí la distancia que este evento tomaba de las existentes muestras municipales de libros, ya predecibles y poco atractivas por la repetida presencia de librerías locales, la escasa oferta de literatura contemporánea de autores mexicanos y extranjeros  y la preferencia de algunos expositores de atraer compradores con artículos recreativos  en lugar de libros.

La Filey está aún lejos de tener el prestigio de la feria de Guadalajara, pero al menos está dando los pasos para ampliar el concepto de “feria del libro” que conocemos los yucatecos.

En una rápida visita a la Filey 2013 en su jornada inaugural, el sábado 9, éstas fueron algunas ideas que me vinieron a la mente:

* Este año hay más expositores, aunque quienes busquen las novedades de autores contemporáneos de proyección nacional e internacional terminarán encontrándolas principalmente en los módulos de Santillana, Tusquets, Planeta y Random House Mondadori.

Aunque en la publicidad de la Filey se destaca la posibilidad de encontrar libros “a precios de promoción”, la realidad es que los títulos anteriores se venden a precios similares a los que durante todo el año se encuentran en las librerías locales. Así que no es la “accesibilidad” de estos libros el verdadero atractivo de la feria, sino la variedad de autores y títulos de un mismo escritor. En Random House Mondadori encontré unos ocho títulos, la mayoría poco frecuentes de hallar en Mérida, de uno de mis escritores favoritos. El precio promedio de cada uno supera los 200 pesos. No dudo que sea una cantidad justa por la obra de alguien con una prosa vibrante, pero mi bolsillo me impide llevármelos de a montón. Cuando llegué a la caja le pregunté a la empleada por la venta nocturna en que se rematan libros. Me dijo muy educadamente que esa noche habría más títulos en la sección de promociones, pero en general los precios en el módulo se mantendrían como estaban. Traducción: ni lo sueñes.

Sin embargo, en la Filey sí se pueden encontrar buenos libros a precios casi de regalo: obras de reconocidos autores de otras épocas, incluso algunas de venta no común en la ciudad. El Fondo de Cultura Económica tiene en su colección Fondo 2000 títulos que podrían sorprender. Aquí encontré las “Cartas de un cazador” de Horacio Quiroga, de quien pensé que en Mérida nunca se llegarían a vender otros libros más que “Cuentos de amor de locura y de muerte” y “Cuentos de la selva”,  y “Prosodia y variaciones sintácticas” de Juan José Arreola (“Cuento de horror: La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones”). El de Quiroga me costó $19 y el de Arreola, $20.

Ediciones del Fondo de Cultura Económica.

La Filey también es una oportunidad de encontrarse con un escritor conocido. En los días que dure la feria (hasta el domingo 17) la visitarán varios autores para presentar libros, participar en el Congreso Internacional de UC Mexicanistas -de la sorjuanista Sara Poot- y recibir homenajes, como José Emilio Pacheco, a quien se espera para el martes 12 con su esposa Cristina.


Sara Poot Herrera y Hernán Lara Zavala, en la
jornada inaugural de la Filey 2013.
No soy estudiante, investigadora ni madre de familia, así que desconozco qué tan variados y accesibles son los libros de texto, de divulgación e infantiles que se ofrecen en la feria, aunque mi percepción es que, sobre todo estos últimos, hay en buen número.




lunes, 4 de marzo de 2013

Poca gente, mucha calidad




Si la calidad del programa “El oboe” de la Orquesta de Cámara de Mérida se juzgara por el número de asistentes a su segundo y último concierto, el jueves 28 de febrero, se diría que fue pobre y decepcionante.

Pero en realidad esa presentación en el Olimpo, ante un público que ocupaba si acaso la mitad de los asientos del auditorio, resultó ser una inesperada fuente de satisfacción y contento tanto por la armonía y emotividad de las obras seleccionadas como por la precisión de las ejecuciones de los músicos, dirigidos por José Luis Chan Sabido.

No debe ser casualidad que algunos de sus integrantes lo sean también de la orquesta más importante del Estado, la Sinfónica de Yucatán: aunque el programa de mano acreditó otro nombre como concertino, en éste lo fue Ileana Stefanova, principal de la sección de violines segundos de la OSY. También de la Sinfónica son músicos Mauricio Velázquez Ávila, del grupo de violines primeros; las chelistas Nadezda Golubeva y Natalia Melikhova, y el contrabajista Stanislav Grubnik.

Y el solista invitado en el Concierto para oboe en Do menor de Johann Gottlieb Graun, la obra que justificó el título del programa, fue otro músico de la OSY, Alexander Ovcharov, que se distingue por el entusiasmo y energía que imprime a sus interpretaciones. Así que no fueron gratuitas las tres ocasiones que Alexander debió agradecer los aplausos de los asistentes al final de su actuación.

Sólo un par de veces antes había tenido oportunidad de escuchar a la camerata y en ambas su interpretación me había parecido agradable, pero debo admitir que deliberadamente me mantenía al margen de sus funciones por motivos que no tenían que ver con la música, sino con las relaciones de su director con otros instrumentistas yucatecos y con declaraciones públicas que hizo a su paso por la titularidad de la Sinfónica y que no fueron de mi agrado.

Qué manera de recordarme que el talento de un artista se juzga por lo que hace en el escenario, no por su personalidad ni la imagen que proyecta.

El concierto de oboe se interpretó a la mitad del programa, después del inicial Concierto de Brandemburgo de Bach y antes de la suite “La lira” de Telemann con que la camerata se despidió del auditorio, al que invitó a escuchar su siguiente programa, dedicado a los grandes del barroco, el domingo 17 de marzo, a las 6 p.m., y el jueves 21, a las 9 p.m., en el auditorio del Olimpo (en ambos casos la entrada es gratuita).

Alexander Ovcharov se prepara para comenzar el
Concierto para oboe de Do Menor de Gottlieb Graun
con la Camerata Académica de Mérida.