martes, 27 de agosto de 2013

"Los malditos"




Los hombros vencidos son la señal de que el cuerpo ya exige su cuota de sueño. Pasan de las 12. Hago memoria y concluyo que llevo dos horas y media de lectura, interrumpida sólo ocasionalmente para ir al refrigerador a rellenar el vaso de refresco.

No es común que esto me ocurra. Pero “Los malditos” tampoco es un libro común. Si no me lo tomé de un sorbo fue por aquello de la necesidad de dormir e ir a trabajar.

No pasó mucho tiempo entre que Random House Mondadori  anunciara el lanzamiento y el libro estuviera disponible en Mérida para que también los lectores del Sureste atisbaran, a través de las palabras del reportero Jesús Lemus, la experiencia de ser uno de los internos de la cárcel federal de Puente Grande, Jalisco. Un interno inocente.

Si aceptamos como verdadero todo lo que se relata en el libro, “Los malditos” es un documento excepcional porque, más allá de ser una narración costumbrista de la dureza (por la agresividad y la humillación con que se trata a los reos) de la vida en una prisión de máxima seguridad, es un compendio de datos y opiniones de algunas de las personas que en los últimos 25 años han golpeado fuertemente con sus crímenes a la sociedad mexicana.

Lemus dice que su condición de reportero lo ayudó a sobrevivir a la experiencia, al invitarlo a imaginar cómo sería redactar notas con la información recogida cada día. Y de haber llegado a las páginas de “El Tiempo”, el periódico del que era editor general y desde el que denunció prácticas de los gobiernos federal y de Michoacán ­–que le valió la acusación de pertenecer a una célula criminal de ese estado­–, el material tal vez hubiera causado una conmoción mayor a la que ahora está produciendo el libro, que se debe abrir camino entre quienes quieren y pueden pagar los 249 pesos que, por ejemplo, cuesta en Gandhi.

Quienes alguna vez hayan tenido que hacer una entrevista sabrán que, por muy extrovertida y cómoda que se muestre la persona con la que se habla, la grabadora y la libreta imponen y esto sesga la información. Como interno de Puente Grande, Lemus tuvo el “privilegio” de dialogar al tú por tú con aquéllos que integran lo que Noé Hernández “El Gato”, uno de sus vecinos de celda, llamaba la “selección nacional de la delincuencia”. Y no se quedó con las ganas de preguntarle a Mario Aburto si en verdad le había disparado a Luis Donaldo Colosio, a Daniel Arizmendi “El Mochaorejas” si está arrepentido de lo que hizo, a Daniel Aguilar Treviño cuáles fueron los motivos de que atentara contra José Francisco Ruiz Massieu, y a “El Gato” qué hay de verdad en que “El Chapo” Guzmán escapó  de Puente Grande en un carrito de lavandería.

Del mismo Rafael Caro Quintero, quien ha vuelto a los titulares por su liberación, apenas el 9 de agosto pasado, Lemus asegura que se ganó su confianza para charlar de cuando en cuando con él. Aunque no dice que haya intentado cuestionarlo sobre el crimen por el que fue encarcelado  –el homicidio de Enrique Camarena–, pues Caro Quintero no es persona sociable y nunca habla de temas del narco (sus preferidos son la política y la historia de México), sí se atrevió a preguntarle si era verdad que ofreció pagar la deuda externa a cambio de que lo dejaran “trabajar”, si sentía miedo y qué opinaba de los corridos que se han escrito sobre él.

La conversación con Caro Quintero tiene especial relevancia porque durante el tiempo de su encierro (en ese entonces 24 años) se dedicó a rechazar solicitudes de entrevistas que recibió del exterior.

Lemus explica que sus apuntes los fue escribiendo en papel de baño con una punta de lápiz que alguien compasivo le regaló. No especifica si esto ocurrió cuando aún estaba en el Centro de Observación y Clasificación, la primera escala que los internos hacen apenas entran a Puente Grande y donde el periodista permaneció recluido unos seis meses, totalmente desnudo, para evitar que conservara objetos que  se convirtieran en armas con las cuales atentara contra su vida. Si la transcripción de las charlas que sostuvo con otros reos en esta área la hizo después, cuando fue enviado al módulo de población, y apelando a su memoria, esto explicaría por qué algunas declaraciones se escuchan demasiado bien formuladas para provenir de personas que no tienen un alto nivel académico ni social.


El final del libro, con la narración de la liberación de Lemus por falta de pruebas, ofrece apenas un cuadrito de luz a un relato oscurecido por la violencia de los criminales y la pretendida mano correctiva del gobierno.

lunes, 19 de agosto de 2013

Una vieja historia contada de nuevo

Álvaro Carcaño al final de la presentación del
monólogo "La misma vieja historia"



Tal vez haya sido por 40 años un actor de Televisa. Tal vez sea más conocido por actuar en programas de los que se cuestione la calidad de su contenido. Pero cuando se ve a Álvaro Carcaño en el monólogo “La misma vieja historia” se comprueba que es un Actor, así, en mayúsculas.

Porque se necesita a alguien con su arte y sus tablas para mantener durante una hora al público interesado en escucharlo solamente a él mientras narra una historia de sobra conocida: la explicación judeocristiana de la Creación y el Diluvio.

No hay adoctrinamiento en la intención del monólogo, los sucesos del Génesis son expuestos como argumento de una cautivadora telenovela milenaria en la que los hechos no siempre son iguales a como están escritos en el Antiguo Testamento.

No toda la obra, que se presentó el sábado 17 en la Cineteca del Teatro Armando Manzanero, es recitada de memoria; de hecho, en su mayor parte el actor lee sus textos, un recurso que es justificado con el hecho de que el protagonista repasa un antiguo manuscrito que llegó a sus manos. La experiencia de Carcaño se pone a prueba cuando, después de hacer pausas para reflexionar o dirigirse al público, debe retomar la lectura; los segundos que pasan mientras encuentra la palabra para continuar no los deja en silencio, sino que, sin abandonar al personaje, pregunta “¿dónde me quedé?” o hace alguna afirmación que demuestra que mantiene el control de la acción.

La obra atrapa por los giros cómicos de los sucesos bíblicos. En la versión de Carcaño (desde hace algunos años vecino de Mérida y de la García Ginerés), la mujer fue creada primero que el hombre y no necesitó que Dios le infundiera el soplo de vida, con lo que “desde entonces la mujer ha hecho lo que se le ha dado la gana”. Al hombre lo crea por su imposibilidad para controlar a la mujer, pero está tan molesto al momento de fabricarlo que lo tiene que rehacer varias veces y al final lo dota de capacidades a medias: puede “medio hacer, medio razonar…”. En esta narración, a Noé le cuesta un dineral la confección del Arca porque debe pagar cuotas no contempladas a organismos como la Profepa, que lo multa por las especies exóticas que lleva consigo. En el relato sobre Caín y Abel cuenta que, después de matar a su hermano, Caín se va a vivir con sus dos compañeras, con lo que da origen al harén, una práctica común en países de Oriente y que en naciones de Occidente se conoce como casa chica, “que suele ser más grande y lujosa que la casa familiar”.

La función comenzó a las 9 de la noche; la Cineteca se llenó cerca de la mitad de su capacidad. La actividad formó parte del Festival de Teatro “Wilberto Cantón” y la entrada fue gratuita.


lunes, 12 de agosto de 2013

"Divertimento de danza" en Yucatán

La Compañía de Danza Clásica de Yucatán al concluir la presentación de "Divertimento de danza" en el Peón Contreras


Quienes hayan seguido la trayectoria de la Compañía de Danza Clásica de Yucatán desde su creación habrán notado que no es la misma la de sus orígenes que la que se presentó el  jueves 1 de agosto con el “Divertimento de danza” en el Teatro Peón Contreras. Y no lo es no sólo por los cambios de integrantes y director que ha experimentado (aun ahora la titularidad es compartida interinamente por Emmanuel Gutiérrez y Juan González), sino también por sus aptitudes técnicas. Y eso es algo bueno.

Los duetos y el pas de trois de esa noche, algunos de ellos habituales en programas combinados de ballet (“Llamas de París”, “Diana y Acteón”) y otros menos frecuentes de ver, al menos en Mérida (“Tchaikovsky Pas de Deux”, el de la esclava y el mercader de “El corsario”), exigieron de los bailarines cualidades con las que demostraron que están escalones arriba del nivel en que se encontraban hace unos meses.

La sensación que dejó esa función se puede expresar en dos palabras: pulimiento y homogenización. Hay bailarines que desde los inicios de la agrupación se han hecho notar por sus aptitudes (el caso de Tatiana Arcila) y otros a los que sus actuaciones eran opacadas por falta de expresividad, inseguridad al girar, pérdida de equilibrio, deficiencias en el trabajo en pareja. En la presentación del jueves 1 se notó un mayor refinamiento y limpieza en los movimientos, sobre todo entre las mujeres.  Aunque el dueto de Tatiana con Emmanuel en “Esmeralda” fue uno de los más aplaudidos y llamativos de la noche (en un momento él la hizo girar por encima de su cabeza y la atrapó en el aire), la mayor sorpresa para mí fue la actuación de Lisset Ruiz, quien bailó con Mayvel Miranda una adaptación del pas de deux final de “Paquita”. La primera vez que vi bailar a Lisset con la compañía fue hace algunos años en el papel de Kitri en “Don Quijote”. Cuando le llegó el momento de hacer los fouettés los hizo completos (y sin caerse), pero después de los primeros giros la pierna de trabajo fue perdiendo altura al doblarse y terminó por deslucir lo que en otras circunstancias hubiera sido un ejercicio espectacular. Eso no ocurrió en “Divertimento de danza”: sus fouettés fueron rápidos y controlados y le merecieron una justa lluvia de aplausos.

Pero no fue la única que tuvo oportunidad de demostrar sus aptitudes. En la primera pieza del programa, el pas de trois de “El lago de los cisnes”, Mónica Arceo (bailó con Miguel Hevia y Laura Manzanilla) destacó por la delicadeza de sus líneas; en el pas de deux de “El corsario”, Paulina Gordillo (con Adrián Leyva) sobresalió por su flexibilidad y también por la rapidez de sus giros (habría que, sin embargo, trabajar un poco más la expresividad, pues estuvo seria y daba la impresión de apuro por terminar), y Montserrat Castellanos, en “Llamas de París” con César Pérez, confirmó por qué es una de las bailarinas yucatecas más populares. Esto transmite la sensación de una compañía más homogénea, en la que ahora más integrantes pueden hacer el mismo número de cosas y hacerlas bien.

También fue notorio el avance de las parejas en las assisted pirouettes:  antes lo común era que la bailarina se fuera de lado o que no girara muy rápidamente, pero en esta ocasión destacaron por lo contrario, pues, a pesar de una que otra falla en ese sentido, en general  las pirouettes fueron equilibradas y veloces.

Otras parejas en el programa fueron Érika Argüelles y Yojan Herrera, en el “Tchaikovsky Pas de Deux”, y Martha Acebo y Léster Díaz, en “Diana y Acteón”. Léster hizo olvidar el terrible vestuario que le tocó esa noche (¿cuándo fue que Acteón se apuntó a la moda animal print?) con la exhibición de las proezas físicas identificadas con su personaje y la institución de la que proviene el bailarín (la cubana ProDanza). En el “Gran final” de la noche, cuando todas las parejas se alternaron en el escenario para repetir algún momento destacado de su actuación, Léster regaló al público unos “giros de barril” que colmaron el entusiasmo de un público que respondió animadamente a cada dueto.

Con este resultado, que los bailarines ciertamente no han conseguido solos, es incomprensible la omisión en los programas de mano de la maestra que prepara a la compañía y que, si no ha habido cambios desde mayo, es Beatriz Martínez. Está muy bien saber el nombre de los responsables del audio, las luces y el vestuario, pero nada de esto hubiera sido de utilidad sin unos bailarines capaces de sacar adelante las coreografías.

Ahora corresponde al público ayudar a avanzar este proyecto, no sólo respondiendo a la invitación de asistir a las funciones de acceso gratuito (como fue la del jueves 1), sino estando dispuesto a pagar por la entrada a estos espectáculos. Lo que se vio en “Divertimento de danza” hace pensar que si se continúa andando por este camino Yucatán podría contar con una compañía de danza clásica sólida, con artistas de alto nivel y en número suficiente para montar ballets completos de calidad y que tenga temporadas regulares con un amplio repertorio.

lunes, 5 de agosto de 2013

La "Vanidad" de AlSur Danza

AlSur Danza al final de la presentación de "Vanidades"



Habría que darle a Víctor Ruiz el beneficio de la duda. El tiempo transcurrido desde su estreno en Mazatlán (en 2008) y su actualización para su reposición en Mérida (en 2012 la obra fue “replanteada y contextualizada”, según citaba a su creador un comunicado de la Secretaría de la Cultura y las Artes) pudieron influir para que a su coreografía “Vanidad” le faltara impacto en su presentación por AlSur Danza, la compañía de danza contemporánea de Yucatán, el martes 30 de julio en el Teatro Peón Contreras.

Es la explicación que aventuro después de conocer la trayectoria de Víctor, graduado de la Escuela Nacional de Danza y el Centro Superior de Coreografía, fundador de la compañía Delfos, becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes e integrante del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Sin puntos de comparación con representaciones previas, sólo puedo hablar de la sensación que dejó la función de esa noche en el Peón Contreras.

La proyección de los vídeos sobre concursos de belleza infantil y juvenil que abre la coreografía es innecesariamente larga, como si se buscara rellenar tiempo. ¿Realmente se requería presentar las etapas de traje informal, talento y premiación en diferentes categorías de edad? Quedaba claro a los segundos de comenzar el vídeo que el culto a la belleza se cultiva desde bebé.

Su asociación de las cirugías plásticas con la drogadicción y la violación suena a uno de esos mensajes transmitidos desde el púlpito de que la búsqueda de bienestar físico conduce a la perdición moral. ¿Cuántos casos de adicción a las drogas y violaciones serán consecuencia de la visita al cirujano plástico?

Excepto la escena inicial del bailarín revolviéndose en el suelo y luchando por ponerse en pie, una alusión al feo por dentro  al que la cirugía ofrece cambiarle la vida y llenarlo de placeres, en los movimientos de los bailarines no se nota su entrenamiento clásico y contemporáneo y sí simpleza en la ejecución. Abril Trujillo es la excepción; es una presencia que se hace notar.

La función comenzó a las 9 p.m. y la entrada fue gratuita. Los asistentes llenaron la luneta y la platea.


jueves, 1 de agosto de 2013

Blanca que te quiero blanca

A primera vista parece que la “Noche blanca” le ha salido muy bien al Ayuntamiento. Cientos de personas, entre locales y turistas, ocupan las calles del Centro Histórico y hacen repuntar la cifra de visitantes a foros culturales del primer cuadro y los alrededores.

En el Macay hay cita a las 11 para los desvelados. Invitan Alberto Ruy Sánchez y Tatiana Zugazagoitia, cabezas del espectáculo literario y dancístico “Elogio del insomnio”. Qué deseos de ver bailar otra vez a Tatiana. La primera coreografía en que la recuerdo en escena fue una creada por ella misma, “Viaje al reencuentro”, en que recorría nuevamente, pero ahora con propósitos artísticos, el camino del dolor al consuelo en el que transitó por la muerte de su padre. Como después supe que es característica de su propuesta, no toda la coreografía es “bailada” en el significado tradicional del concepto, pues hay momentos –algunos en silencio- en que se ejecutan movimientos ordinarios, como cuando hace una fila de figuras de papel que simbolizan velas.

Esa antigua experiencia en el Peón Contreras deja una lección: sin importar el grado de conexión entre yo espectadora y la coreografía, produce placer admirar a la Tatiana bailarina, una artista con talento, oficio y escuela (en su currículum hay estudios de danza clásica en Rusia). Ésa es la razón para asistir a espectáculos posteriores de Tatiana, el más reciente el del Macay, en el que Ruy Sánchez lee textos de sus libros “Elogio del insomnio” y “Decir es desear”, que se intercalan con momentos de danza.

Pero en esta calurosa noche blanca del sábado 20 de julio en el Macay hay circunstancias que no favorecen el disfrute.

Una noche antes el museo inaugura sus exposiciones del trimestre julio-septiembre; recorrer las salas es una buena opción para ocupar el tiempo de espera para “Elogio del insomnio”. Son las 10:30. Cuando se le pregunta, un empleado del museo señala la sala 14 (en la segunda planta) como lugar de la presentación de danza y aconseja darse prisa para llegar: sólo se permitirá la entrada a 70 personas. Otro empleado está de pie frente a la puerta de la sala 14, impide el paso y advierte: la fila para acceder se está formando en el primer piso; no estás en ella, no entras.

Planta baja nuevamente. Altavoz en mano, un tercer empleado da indicaciones sobre la dirección que sigue la fila, apunta con el dedo a los asistentes para contarlos, habla por radio con alguien más al que le advierte que prolongar la espera en esas condiciones podría tener efectos negativos. Finalmente, la orden de subir, pero sigue sin escucharse una para entrar; otra espera de minutos junto a la puerta de la sala con la indicación adicional de pegarse a la pared (para permitir el tránsito por los pasillos de los visitantes a las exposiciones) y la escena ya vista del empleado apuntando con el dedo para asegurarse de que sean 70 los espectadores.

El ingreso a la sala es un alivio para la mente y el cuerpo cansados. Hay sillas distribuidas en forma de U alrededor del área de la representación. Tatiana “duerme” en una cama mientras el público ocupa sus asientos. Privilegiados los que encontraron lugar exactamente enfrente de la cama, no hay columnas inoportunas que limiten su campo de visión.

Ruy Sánchez, de holgados pantalón y camisa blancos y descalzo, saluda sonriente a algunos asistentes. La expresión le cambia al paso de los minutos; a una empleada le pregunta con evidente molestia el motivo del retraso en el inicio del espectáculo; ella responde: “Estamos esperando a directivos”. Esos directivos resultan ser el alcalde y otros funcionarios municipales, que se retiran a mitad de la presentación.

Tatiana Zugazagoitia, Alberto Ruy Sánchez y bailarines
invitados al final de "Elogio del insomnio".

 Quiero creer que me involucro en el espectáculo, pero me doy cuenta que no estoy entendiendo las palabras del escritor; no me llegan definidas las voces (tal vez por las dimensiones de la sala las palabras retumban y se pierden) y no tengo el consuelo de intentar leer los labios porque en mi contra está la ingeniería del espacio que me oculta buena parte del tiempo el rostro del autor.

La misma ingeniería es la que me niega una buena perspectiva de los movimientos de Tatiana. Y esta vez ella tiene compañía, seis bailarines que ponen piel a la abstracción que la coreógrafa creó con música de Alejandro Basulto. Me resulto antipática por pensar que la suma de fuerzas es inequitativa, pero no puedo evitar creerlo: la diferencia de trayectorias y talentos de los invitados respecto a Tatiana produce un efecto disparejo. Y también chocante.

Hay un momento que puedo seguir con bastante claridad y que me llevo conmigo –aún tengo conmigo- al final de la función: la pareja “bailando dormida” en la cama, en la que va cambiando de posición como cuando nosotros lo hacemos entre sueños.

Van a dar las 12 y el Macay ya se ve lejos. De la “Noche blanca” me quedan tres razones para que el museo reciba visitantes este trimestre:

         * La colección de la Secretaría de Hacienda. Una reunión de esculturas figurativas y abstractas entre las que sorprenden y conmueven las de Heriberto Juárez, Carol Miller, Alberto Castro Leñero y Juan Soriano.

"Toro", bronce de Heriberto Juárez.

"Toro mexicano", de Heriberto Juárez (bronce).

"Pato", vaciado en bronce de Juan Soriano.

       *   “Las mariposas de viento” de Manuel Lizama. Colección de grabados en linóleo que, a pesar de plasmar escenas rurales y figuras indígenas –un tema que algunos creadores plásticos de la Península han explotado para gozo y transacción con los turistas-, hablan con voz suave e íntima a blanco y negro, sin afanes reivindicatorios que acusan más una pose que un sentimiento honesto.

"El rincón de las mariposas", grabado de Manuel Lizama.

       *  Las cajas de arte objeto que, junto con collages, maniquíes y técnicas mixtas, dan forma a los “Cuerpos vibrantes” de Marcela Lobo. Los misterios de la niñez y el encanto de la inocencia se asoman entre camafeos, zapatitos y juguetes enmarcados.


"Exvoto", Marcela Lobo.