martes, 16 de septiembre de 2014

A comer

Guillaume Gallienne y... Guillaume Gallienne como su madre
y él mismo en "¡Chicos y Guillermo, a comer!"
Cuando terminó la proyección, me sorprendí de lo mucho que me reí y emocioné con la historia. Porque antes de entrar a ver “¡Chicos y Guillermo, a comer!” pensaba que la comedia, ganadora este año del César a la mejor película de Francia, tal vez tuviera un humor tan extranjero como su producción, que unas cuantas situaciones me darían risa y que tendría que esforzarme por identificarme con una manera de ver la vida muy diferente de la que hay en México.

Pero no fue así.

El filme, escrito, dirigido y protagonizado (en dos papeles) por Guillaume Gallienne, está hecho a partir de emociones muy básicas y universales, aun cuando están enmarcadas en un país, una sociedad, una cultura y un idioma ajenos a los nuestros: el amor a la familia, el temor a defraudarla en la toma de nuestras decisiones, el miedo al fracaso, la brecha entre cómo nos perciben y cómo somos. Y el humor con que Gallienne las expone es también global, pues echa mano de la confusión, el absurdo, el choque de contrarios, un poquitín de comedia física y apenas una pizca de escatología (la sesión en el spa en que lo atiende Ingeborg, una inesperada Diane Kruger).

Pero lo que hace tan efectiva a la cinta es que no es una fiesta de chistes sin más intención que provocar risa, sino que el humor es el medio que nos desmenuza, para que podamos digerirlo casi sin sentirlo, el drama del protagonista, que vive en conflicto desde la infancia porque su contexto le ha dicho que es alguien que en realidad no es (todos a su alrededor, y en algún tiempo también él, están convencidos de que es una “niña”) y ha llegado a la edad adulta inmaduro, miedoso, resentido y con una autoestima en nivel cero. Por esa razón entre los momentos humorísticos se colocan otros de seriedad y ternura en los que Guillaume se confronta y va tomando el control de su vida.

Ésta pudo resultar fácilmente una película de lugares comunes sensibleros, pero la historia de Gallienne impide que el espectador anticipe escenas o el final.


“¡Chicos y Guillermo, a comer!” se proyectó en Mérida con motivo del Tour de Cine Francés que promueven la Embajada de Francia en México y la Alianza Francesa en colaboración con Cinépolis y Conaculta, entre otras instituciones.

Bailando sevillanas en Gibraltar

martes, 19 de agosto de 2014

Pintar la poesía

Las pinturas de Rafael Alberti delatan el oficio de poeta de su autor: como versos, evocan mucho con necesidad de poco.

Entre los 24 aguafuertes que del español se exponen en la sala 1 del Centro Cultural Olimpo junto con obras de Eduardo Naranjo (se reúnen bajo el título “Ut Pictura Poesis”) hay trabajos de sus series “Naturaleza y toros” y “Amor y mar” que no precisan más que de unos cuantos trazos para hablarnos con elocuencia.

Aguafuertes de la serie "Naturaleza y toros" de Rafael Alberti

No se requiere de una representación fiel ni detallada del paisaje para que las flores creadas por Alberti nos transmitan la libertad del entorno rural y la osadía irreprimible de la Naturaleza (algunos colores y formas, como las motas, son irreales en las plantas). Sus especies imaginadas no están colocadas en floreros, macetas o el jardín, sino que viven suspendidas, aisladas, en el papel blanco, desde el que nos confirman que, para emocionar, un artista no necesita de excesos. De lo mismo nos hablan sus aguafuertes inspirados en la fiesta brava, en los que toro y torero están más sugeridos que representados, a veces de frente, otras de costado e incluso desde arriba; sus desnudos y sus marinas, en las que echa más mano de la geometría.


Aguafuertes de la serie "Naturaleza
y toros" de Rafael Alberti

Las obras de Naranjo poca relación tienen con el trabajo de Alberti, aunque el hecho de que su tema sea Federico García Lorca las acerca a Rafael, en vida amigo del autor del “Romancero gitano”.  La poesía y la historia personal de García Lorca son referentes de los grabados y las litografías de Naranjo, algunas de éstas envueltas por un manto surrealista.

La sala 2 nos da la oportunidad de volver a ver grabados de Goya, que, siempre como programa cultural del Ayuntamiento, ya habían protagonizado una exposición en el Olimpo en 2009. Pero ahora se exhiben con un giro: esta selección de la serie “Los caprichos” está acompañada por versiones surreales, reinterpretaciones creadas por Salvador Dalí, quien intervino cada imagen para ponerle color, alterar trazos, cambiar o ampliar el título. De ahí el nombre grupal de “Capricho surrealista”.


Grabados de Rubens en la muestra "Mitológicas"

La muestra más amplia de las que actualmente se presentan en el Olimpo (y que permanecerán instaladas hasta el 27 de septiembre) es la de “Mitológicas. Aguafuertes del siglo XVI al XIX” que ocupa la sala 3. Por obviedad sobresalen las obras de Rubens, a las que se destina un lugar especial en la sala, aunque hay otras más que cautivan con su representación de escenas míticas, como Júpiter y Sémele, de Marie-Philippe Coupin de la Couperie, y Fauno, de Adolphe de Mol. Aunque los trabajos en esta técnica se hacen para imprimirse varias veces (en un número limitado), no deja de decepcionar que en algunos casos lo que se exhiba sean hojas de libros en los que aparece la reproducción del aguafuerte, lo que le resta impacto y singularidad a la colección.

La entrada a las exposiciones es gratuita.

"Júpiter y Sémele" de Marie-
Philippe Coupin de la Couperie

"El rapto de Proserpina" de
Francois Girardon

lunes, 11 de agosto de 2014

Lo que te doy, como te lo doy...

La representación de "Hamlet" en la explanada de Catedral

Desde que la administración municipal de César Bojórquez Zapata contrató al Ballet Nacional de Cuba para que ofreciera dos funciones de “Don Quijote” en el atrio de la Catedral, en febrero de 2010, la explanada del máximo referente de la cristiandad en Yucatán se ha utilizado como telón de fondo de espectáculos de “alta cultura” con los que, al realizarse al aire libre, se pretende democratizar el arte, romper las barreras elitistas que lo contienen en los teatros y garantizar que todos tengamos acceso a él.

La presentación de “Hamlet” por Shakespeare’s Globe el sábado 9 es la expresión más reciente de esta política pública, que no ha sido exclusiva de un partido, pues, después de César Bojórquez, Angélica Araujo Lara invitó a la compañía cubana a actuar en el mismo lugar en Mérida.

La función del sábado, además de confirmar a los actores británicos como la realeza del arte dramático (especial motivo de admiración han sido Keith Bartlett como Claudio y Tom Lawrence como Laertes), fue también una nueva oportunidad para cuestionarse si los espectáculos de este tipo en este espacio están cumpliendo su objetivo. Que se puso una producción artística de calidad al alcance del público, esto es indiscutible. Que la sustrajo de escenarios que a algunos atemorizan y los desalientan de acercarse al teatro, también lo hizo. Y que, por sobre todo, la población tuvo acceso a él sin enfrentarse a la limitación que significaría el pago de una entrada, es una medida que se elogia y agradece.

¿Pero qué tanto del fin último de asistir a un espectáculo (el disfrute sensorial e intelectual) se consigue cuando el público no es capaz de verlo ni escucharlo plenamente o lo hace en condiciones incómodas que desvían su atención? Porque uno de los problemas persistentes de las funciones en la explanada de la Catedral es el cúmulo de sonidos no relacionados con la representación que amenazan la concentración del público y que no se pueden acallar porque ¿con qué derecho se le pide a espectadores involuntarios, que se encontraron con la obra al hacer turismo por el Centro, que bajen la voz si éste es un espacio en el que tienen derecho a estar? ¿O por qué enojarse con quienes ríen a carcajadas en un lugar cercano a la representación si ni siquiera forman parte del público? ¿O cómo negarle a los asistentes a espectáculos que se desarrollan en otros espacios del Centro Histórico el derecho a reaccionar audiblemente a lo que están viendo?

Desde luego, siempre estarán aquéllos que, siendo parte de la audiencia, no se sienten obligados a mantenerse en silencio (después de todo, no se encuentran en un teatro) y transcurren la función haciendo comentarios de los más variados o riendo. El sábado fui testigo de un incidente entre una pareja (él de unos 60 años, ella de aproximadamente 50) y sus vecinos de asiento, que al menos en tres ocasiones hicieron callar a aquél porque insistía en apostillar las escenas. En la tercera ocasión, en la discusión se involucró una joven que, ante la resistencia de la pareja a mantenerse callada, alzó la voz para pedir: “¡A ver, alguien, por favor!”, lo que llamó la atención de varias personas a su alrededor. La pareja finalmente se retiró.

Pero, aun cuando las charlas y los ruidos circundantes no fueran un problema, queda por resolver el mayor de los obstáculos: la imposibilidad de ver a los artistas. El número de sillas que se colocó exactamente frente al escenario fue una fracción de la cantidad de personas que asistió a la representación, que si tuvo suerte encontró asiento en las áreas laterales o en las gradas instaladas en la acera de la Plaza Grande, y si no, debió permanecer de pie donde pudo. La falta de visibilidad de lo que ocurre en el escenario podría perdonarse en un concierto de música instrumental o en un recital de canto, en los que lo que importa por sobre todo es escuchar; pero ir a una función de teatro y no poder ver los rostros de los actores (como ir a una gala de ballet y no tener visión de las piernas de los ejecutantes) es lo mismo que no haber asistido a ella. Así que de las cifras de asistentes que dé el Ayuntamiento habrá que preguntarse cuántos de ellos “fueron” y cuántos realmente “vieron”. ¿Se hubiera faltado al objetivo de representar “Hamlet” en la explanada de la Catedral si en lugar de colocar el escenario frente a la iglesia se hubiera instalado en el cruce de las calles 60 y 61, con la Catedral en el costado derecho, y los asientos se hubieran distribuido a lo largo del tramo de la 60 entre 61 y 63? Mayor número de espectadores hubiera tenido una vista de frente del escenario, indispensable para seguir la acción.  

No es una afirmación con capital político, pero no todos los espectáculos artísticos son susceptibles de presentarse con éxito al aire libre (podrían seguir siendo gratuitos, pero en un espacio cerrado). Y no es por esnobismo, sino porque es una realidad que hay eventos culturales que exigen del público una atención que no es fácil conseguir cuando hay tantos distractores cerca. Y si no es así que me digan, por favor, cómo se consigue apreciar la intención de parlamentos hablados en inglés antiguo, en verso y con acento británico mientras detrás de ti hay un grupo de adolescentes que no deja de reír.

Después de algunas cuantas experiencias de este tipo queda la sensación de que los espectáculos en la explanada de la Catedral son la versión artística de algunos servicios públicos, ante los cuales la actitud de la autoridad es: “¿Los quieres gratuitos? Pues aguántate lo que te doy, como te lo doy”. ¿Quieres ver un espectáculo cultural y no pagar por él? Pues aguántate lo que te doy, como te lo doy…

El elenco de "Hamlet" escucha las palabras del director de
Cultura de Mérida, Irving Berlín Villafaña, al final de la función

lunes, 28 de julio de 2014

Fascinación por una mujer perdida



No es algo que se diga en voz alta, pero los aficionados a las novelas detectivescas, de suspenso y/o terror sabemos que estos libros son vistos como hermanos pequeños en la familia de la producción literaria: pueden ser interesantes, incluso sumamente interesantes, pero no tienen la madurez intelectual ni emocional de sus mayores, aquéllos centrados en los Grandes Temas Serios: la política, la economía, las tragedias humanas.

Gillian Flynn pudiera ayudar a que eso cambie.

La escritora estadounidense anotó el tercer jonrón de su carrera literaria con “Perdida (Gone Girl)”, publicada en 2012 y ya traducida al español (en Mérida se consigue en Gandhi la edición de Libros G a $159). Antes salieron a la luz “Heridas abiertas” y “Dark Places”.

Tan sólo la anécdota que da origen a la historia es suficiente para despertar nuestra curiosidad: una pareja joven atraviesa problemas personales y económicos a raíz de la pérdida por ambos de su empleo y la decisión del esposo de trasladarse de Nueva York, donde chico y chica vivían, a Missouri, el estado donde él nació. Una mañana, a todos los conflictos cotidianos se suma uno más: ella desaparece y deja detrás de sí una escena que delata violencia.

La novela está dividida en tres partes y contada a dos voces: la de Nick, el marido, y la de Amy, la esposa, de quien conocemos sus pensamientos por fragmentos de su diario. Gillian se toma su tiempo para exponernos el conflicto, no nos presenta la escena del crimen en el primer capítulo, pero hay que saber ser pacientes, porque una vez encaminado el lector se volverá adicto a la historia y sufrirá al tener que dejar la continuación para el día siguiente.

La estructura y sobre todo los numerosísimos giros de la trama nos hablan de una autora brillantemente astuta, capaz de imaginar y coordinar múltiples y continuos conflictos y resolverlos absolutamente todos, sin dejar ni un solo cabo suelto a lo largo de 559 páginas.

Y las sorpresas continúan hasta el final, que podrá o no gustar, pero del que en ningún momento se podrá decir que es predecible.

Pero esto no es lo que hace diferente a Gillian como autora de novela de suspenso. Sí lo hace que cuide en la misma medida la forma que el fondo de su obra. No solamente cuenta una historia envolvente, sino que además los capítulos (sobre todo aquéllos que corresponden al diario de Amy) están redactados con un tono literario, aquél de Hermano Mayor de Gran Tema Serio. Las novelas detectivescas (eso hay que admitírselo a los críticos) suelen mantener viva la curiosidad del lector con una elección de palabras utilitaria, pensada para revelar información suficiente para motivar a seguir leyendo, pero que poco explora la poesía del lenguaje y su capacidad para evocar sentimientos o ambientes. Gillian lo hace y por eso en “Perdida” afloran emociones al mismo tiempo que evidencia incriminatoria.

A todo esto hay que añadirle un aspecto que hace que “Perdida” hable de cerca a quien esto escribe: la pareja se desenvuelve en el medio periodístico y ha sido víctima del impacto de la crisis económica mundial de 2008 (gracias una vez más por nada Lehman Brothers...) y el avance de internet en las finanzas de los medios de comunicación. Hay continuas alusiones a la crisis -muy, muy fresca en nuestra memoria- y al perfil de los nuevos profesionales del periodismo. Nick describe a uno de los reporteros que se acercan a preguntarle por su esposa perdida como uno de aquéllos que hacen “preguntas inanes”, un “mal periodista mal pagado” porque las empresas ya despidieron a los que tenían experiencia.

“Perdida” ya fue convertida en película con Ben Affleck y Rosamund Pike en los papeles principales. Está previsto su estreno para el 3 de octubre. El director es David Fincher, el mismo de “Seven” y “La habitación del pánico”. Una producción obligada de ver, como la novela lo es de leer.
Ben Affleck en una imagen de promoción de la película
basada en la novela "Perdida" de Gillian Flynn






lunes, 7 de julio de 2014

La Historia según "Gente de razón"

Marcos Gan, Liliana HeSant, Érick Silva, Carlos Farfán
Espínola y Genaro Payró en una escena de "Gente de razón"

Una revisión y rescate de personajes y momentos de la conquista de México, a los que se da voz y forma y se les autoriza a dar su versión de los hechos. ¿Suena aburrido como argumento de una obra de teatro? Tal vez en manos de otro esto hubiera terminado en un amasijo de fechas y nombres, en un panfleto folclorista; pero en la pluma de José Ramón Enríquez el argumento de “Gente de razón” es una plataforma, cómica y seria a partes iguales, para que los personajes expongan los “dolores y anhelos de nuestro México”.

La obra es también la oportunidad para que la generación de egresados en 2014 de la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY) demuestre de qué madera está hecha al interpretar personajes históricos y a un moderno trío ficticio que en algún momento llegan a interactuar con el autor, sentado en primera fila.

Desde luego, no se podía esperar que Enríquez nos la pusiera fácil. Los primeros personajes aparecen a un ritmo veloz y el conflicto nos queda claro sólo después de atestiguar durante varios minutos discusiones de índole amatoria entre la pareja formada por una fotógrafa (Lucía Rojas Aquiles) y un escritor (Érick Silva), fértil en reflexiones literarias.  En los diálogos abundan las referencias históricas y a la vida política y social de México, y en ocasiones se ramifican en otros temas para después volver al que les dio origen.

Que en un mismo espacio y tiempo puedan convivir personajes de diferentes épocas y lugares se justifica con el hecho de que en esta historia está permitido ver y hablar con fantasmas, que son conjurados en un convento dominico español por la fotógrafa y el escritor en su búsqueda de una figura del pasado con suficiente capital político para satisfacer los intereses de un grupo que aspira al poder en México.  Es la puerta que se abre para recordar o conocer sucesos y personajes que nos presentaron en la escuela y hemos olvidado, o de los que escuchamos por primera vez: Tenamaztle, uno de los líderes de la rebelión del Mixtón (Marcos Gan); Pedro de Alvarado, que combatió a los alzados (Genaro Payró); fray Felipe Xiu (Efraín Vaaz); Isabel de Moctezuma o Tecuixpo (Liliana HeSant) y fray Bartolomé de las Casas (Carlos Farfán Espínola).

Las reflexiones de Tecuixpo, Tenamaztle, Alvarado y los frailes le dan el tono serio a la obra, que nos confrontan con los abusos de los conquistadores a la población indígena, el uso como objeto que los españoles dieron a Tecuixpo, a quien casaron cinco veces y bautizaron en la fe cristiana con el nombre de Isabel; la ideas discriminatorias de hombres de la Iglesia y las dudas sobre la sinceridad y los alcances de la obra de fray Bartolomé. Los momentos humorísticos vienen sobre todo con la pareja y el personaje ficticio de la española Maruca Enríquez de Lara (Casandra González Medina), según ella descendiente de nobles y aspirante al trono de un futuro reino de México.

Aunque el activo de mayor valor de “Gente de razón” es la información que nos proporciona y que invita a no dejarnos de indignar por el trato humillante que se da a quienes están en desventaja, de la obra también sobresalen sus recursos escenográficos: unos paneles blancos que cambian de posición y en los que se proyectan imágenes fijas o en movimiento relacionadas con la escena. De particular gusto para quien esto escribe fue la presentación inicial de Tenamaztle y Pedro de Alvarado, quienes entran corriendo al escenario y se detienen frente a frente para jugar una ronda de piedra, papel o tijera, y el diálogo que entablan ellos dos con fray Bartolomé, fray Felipe y Tecuixpo alrededor de una mesa mientras llenan copas de arena, una evocación del tiempo.

Liliana HeSant, Marcos Gan, Efraín Vaaz, Carlos Farfán
Espínola y Genaro Payró
Entre el grupo de actores se destacan Marcos, Liliana y Carlos, quienes supieron apartarse del tonillo artificial de la recitación de textos para dar a sus personajes un acento propio.


“Gente de razón”, dirigida por José Ramón Enríquez con asistencia de Sebastián Liera, tendrá funciones todos los miércoles de julio, a las 8 p.m., en el auditorio del Centro Cultural de Mérida Olimpo. La entrada cuesta 50 pesos.

Lucía Rojas Aquiles, Marcos Gan, Liliana HeSant, Érick
Silva, Carlos Farfán Espínola, Efraín Vaaz, Genaro
Payró y Casandra González Medina


martes, 24 de junio de 2014

Quince años del Ballet de la Ciudad de Mérida

El elenco de "El lago de los cisnes" en la función del
sábado 7, en el Teatro José Peón Contreras
La distancia de la Península respecto a la capital del país ha dificultado que en nuestra ciudad haya presentaciones frecuentes (empecemos por mensuales) de espectáculos de ballet. Incluso ahora, cuando, gracias al aumento de la población por la migración y a la construcción de espacios con más capacidad de público, Mérida ya es considerada en la gira de artistas que antes se limitaban a actuar en plazas del centro de la República, pueden pasar meses antes de que entre a la cartelera local la función de una compañía de danza clásica visitante (que no siempre es sinónimo de calidad). Así que hay que agradecer el trabajo que hacen bailarines yucatecos por atender el hambre de esta disciplina en la capital yucateca. Es el caso del Ballet de la Ciudad de Mérida, que el sábado 7 y domingo 8 de junio conmemoró sus quince años con funciones de “El lago de los cisnes” en el Teatro Peón Contreras.

Su directora, Érika Argüelles, fue la intérprete del doble papel principal Odette/Odile la noche del sábado 7, como suele serlo de los programas de la agrupación. Y se entiende esa elección,  porque Érika es la bailarina con más experiencia y solvencia técnica de las que esa noche tomaron el escenario. Esto fue especialmente evidente en el pas de deux de Odile y Sigfrido, en el que la actuación de Érika con Yojan Herrera se vio fluida, ágil, atractiva, lo que habla del buen trabajo de equipo que se ha alcanzado entre la bailarina yucateca y el cubano. Sin embargo, es mi opinión que a la serie de fouettés en la coda de este dueto le hizo falta velocidad para resultar lucida y que la interpretación de Odette en la primera parte (en la que se resumieron los dos primeros actos de la obra, a los que siguió un intermedio y luego los últimos dos actos también sintetizados) se sintió fría y mecánica, sin el acento dramático que se esperaría de una doncella hechizada que encuentra a su gran amor.

A un lado la convicción de que estos programas contribuyen a promover el ballet en Yucatán, me suelo preguntar cuál es la reacción que ellos esperan del público: ¿éste debe ser comprensivo con las carencias técnicas, considerando el esfuerzo que hacen los bailarines y la posición de Mérida en el contexto nacional de la danza, o debe exigir un nivel artístico mínimo para presentarse en un foro como el Peón Contreras y para pagar por verlo?


Los asistentes a la función del sábado 7, que llenaron la luneta y platea y ocuparon buen número de asientos de los demás niveles, aplaudieron intensamente e incluso gritaron bravos al elenco en el agradecimiento final (era fácil distinguir a los familiares y amigos de los bailarines). Pero, para ser honestos, fuera de la pareja Érika-Yojan y de Giovana Aguilar, quien interpretó al bufón (un personaje creado para varón) y a uno de los dos cisnes solistas, el desempeño de los bailarines estuvo por debajo de lo que amerita un espectáculo de danza de boleto pagado (80 y 60 pesos) en el teatro más importante de la ciudad; incluso, por debajo del nivel de funciones que otras agrupaciones y academias locales han ofrecido en éste y otros centros culturales. A los varones, por ejemplo, les quedó grande el reto en momentos como el pas de six del primer acto (saltos de baja altura y extensiones mal delineadas), y a los cisnes les falló la sincronía en el pas de quatre correspondiente al segundo, a pesar de que ésa es la cualidad que justifica la existencia del cuarteto.

El vestuario de Érika y Yojan contrastó en calidad de manufactura y diseño con el del resto del elenco… A una asistente se le escuchó decir que el traje de la reina parecía de Carnaval y lo cierto es que la corona daba la impresión de ser una manualidad escolar. 

La noche siguiente, Susana Aranda y César Pérez fueron Odile y Sigfrido. Érika volvió a actuar como Odette.

viernes, 6 de junio de 2014

Oda a la tercera edad

José Ramón Enríquez, Tanicho y Pablo Herrero al
finalizar una función de "Aeroplanos" 
No importa qué tan graciosos sean los diálogos de las historias protagonizadas por viejitos, siempre habrá un momento en que éstas te harán llorar. Como en “Aeroplanos”, que tal vez no lleve hasta las lágrimas a todo el público, pero hay una tristeza latente que por momentos oprime el corazón.

La obra del argentino Carlos Gorostiza que en Mérida se presentó recientemente en temporada en Casa Tanicho con la dirección de Pablo Herrero tiene el humor y el drama predecibles de las historias sobre adultos mayores (y sobre niños enfermos y sobre mascotas...). La de 
“Aeroplanos” se desarrolla en la sala de una casa con la conversación entre dos amigos entrañables: uno de ellos está enfermo de algo que nunca se precisa qué, el otro está por vivir un cambio en la dinámica de su familia, uno es un ex cantante extrovertido y ojo alegre; el otro, un hombre que se toma las cosas en serio, un actor que cortó su carrera en los escenarios para llevar una vida estable con una mujer de la que ya enviudó y a la que se mantuvo fiel.

Pero que los ingredientes con que se prepara esta historia ya se hayan saboreado en otras producciones de teatro, cine y televisión no significa que no valga la pena ponerlos de nuevo en la mesa, sobre todo si uno de los que los mezcla y sirve es José Ramón Enríquez, dramaturgo, actor, director y crítico que actualmente vive en Mérida, donde es profesor en la Escuela Superior de Artes de Yucatán.


En la más reciente temporada de “Aeroplanos”, José Ramón fue el tranquilo Cristóbal, la contraparte del alocado Paco (Francisco Sobero, Tanicho), una asignación de papeles que se antoja apegada a la personalidad de cada actor, a juzgar por lo que de ambos se difunde en los medios. Lo que se admira (y agrada) en el arte de José Ramón es esa capacidad para interpretar sin que se le noten los hilos de los cuales tira, actúa casi sin actuar, sin afectaciones, sin gestos que sobren, con la naturalidad de alguien a quien conoces un día cualquiera.


Algunos diálogos de la obra se modificaron para incorporar información de la región, como cuando los dos amigos mencionan a La Rendija y hacen una velada alusión al viaje que Tanicho y José Ramón realizarían a Hermosillo para presentar “Aeroplanos” el 30 de mayo. El año pasado Tanicho ganó el premio al mejor actor del Festival Internacional de Pequeño Formato de Miami con el personaje de Paco.


Hoy viernes, en la ciudad de México se estrenará una temporada de “Aeroplanos”, en la que Ignacio López Tarso, Xavier López (Chabelo), Manuel (Loco) Valdés y Sergio Corona alternarán en los papeles de Paco y Cristóbal. 


En Mérida, este mes y el siguiente se podrá apreciar el trabajo de José Ramón Enríquez, ahora como dramaturgo y director, en las funciones de “Gente de razón”, todos los miércoles en el auditorio del Centro Cultural Olimpo.


lunes, 2 de junio de 2014

La noche se hace blanca

Asistir a tres eventos no da ni siquiera una idea general sobre el desarrollo de la tercera Noche Blanca, pero desde la experiencia personal se puede hablar de cosas buenas y no tan buenas:


Lo bueno

El Quinteto Clásico de Yucatán y el tenor Miguel
Ángel Mena, en la Casa de Montejo
  • ·         La gente respondió a la invitación a asistir a las actividades. Camino al Centro Histórico se podía ver a personas solas, en grupos de amigos o en familia consultando los programas y seleccionando los lugares a donde irían. No asistí a los eventos de la edición anterior, así que sólo puedo compararla con la primera y, sí, el número de personas que el sábado 24 de mayo recorrieron museos, galerías y otros espacios del Centro fue mucho mayor.
  • ·         A pesar de la concentración de personas y a que se respiraba ambiente de diversión, estaba claro que éste no era el reemplazo de la fiesta que sigue a los paseos de Carnaval: no fue una invitación a la ebriedad ni a los desfiguros; incluso se vio a parejas con hijos preadolescentes que seguían en la calle hasta las primeras horas de la madrugada.
  • ·         Hubo variedad de opciones para ver y escuchar, desde lo popular hasta lo académico con todos los matices del medio. Y, además, el acceso fue gratuito.
  • ·         El concierto del Quinteto Clásico de Yucatán en la Casa de Montejo. A las 11 de la noche, hora prevista para comenzar, se estaba dando la bienvenida a los asistentes. El quinteto lo forman los violinistas José Luis Chan Sabido, quien también lo dirige, y Flor Novelo; el violista Jaroslav Meluzin, la chelista Natalia Melikhova y el contrabajista Stanislav Grubnik, estos últimos cuatro músicos de la Orquesta Sinfónica de Yucatán. El currículum de los cinco era garantía de calidad musical, que respaldó la ejecución de temas tradicionales de México y Yucatán, desde “Pájaro azul”, “Rayito de sol”, “Bésame mucho” y “Ojos tristes” hasta “Adoro” y “Contigo aprendí”, de Armando Manzanero, y “Peregrina”. Algunos temas, como “Peregrina” y “Nunca”, fueron acompañados por la voz del tenor Miguel Ángel Mena.
  • ·         La obra “Leaving USA” que Carlos Medina presentó en el Centro Cultural Olimpo, con la dirección de Gilma Tuyub. A pesar de que comenzó pasadas las 12 de la noche, el auditorio se vio lleno en más de tres cuartas partes. Se trata del monólogo de un oxkutzcabense que regresa de Estados Unidos, a donde emigró en busca de trabajo, con la intención de quedarse definitivamente en su tierra con su familia. El principal mérito de la obra es su capacidad para conmover el corazón con el drama de los inmigrantes sin volverse densa, pues la reflexión va calando entre broma y broma, que a una adolescente del público le llegó a producir un ataque de risa.
Carlos Medina en "Leaving USA"






Lo no tan bueno

Kaveh Parmas interactúa con una voluntaria
del público

La Giralda, en el atrio de la Catedral
  • ·         La demanda superó a la oferta y no sólo en lo que se refiere al acceso a algunos espectáculos (a eso de las 11 de la noche había que ver la cola que se había formado afuera del teatro “Felipe Carrillo Puerto”), sino también a restaurantes del Centro Histórico. Algunos para las 2 de la mañana continuaban abiertos, pero había que esperar a que se desocupara una mesa, su stock de bebidas y alimentos era limitado o el servicio resentía la falta de suficientes meseros.
  • ·         La presentación de La Giralda en el atrio de Catedral. El programa lo anunciaba a las 9 de la noche y comenzó 9:45. Algunas personas que habían ocupado asientos frente al escenario decidieron irse y otras se retiraron durante la función. La Giralda es un trío de artistas mexicanos e iraníes: Kaveh Parmas es cantante y actor, y Manuel Mejía y Mehdi Molaei, músicos. Su espectáculo comienza con Manuel ocupando su silla en el escenario vestido de frac, calzado con tenis Converse rosados y una máscara de paloma, lo que minutos después hace también Mehdi, con el mismo atuendo. Kaveh se presenta con una botella de lo que se asume es alcohol y hojas sueltas a las que va volando el viento. Se dirige al público con voz de ebrio y después de ser sujetado con violencia por Mehdi, quien le pregunta quién es y cómo se llama, Kaveh se declara escritor y admirador de poetas como Federico García Lorca. Es entonces que empieza la alternancia entre relatos al público y la interpretación de poemas de Lorca musicalizados, que se cantan con pretendido estilo de cante jondo pero que están lejos de sonar como aquéllos en la voz de un auténtico cantaor. Aunque la figura del borracho y exclamaciones como “¿Por qué todos los poetas son maricones?” pudieran hacer pensar que se trata de un espectáculo humorístico, en realidad no se trata de un divertimento, sino una reflexión dolorosamente sarcástica sobre la tragedia del artista perseguido por su obra y su personalidad, como lo fue García Lorca. Un espectáculo de este tipo merecía otro escenario, uno que favoreciera la intimidad con los artistas, la ausencia de los distractores habituales en un foro al aire libre: personas platicando, comiendo, caminando entre el público, incluso jóvenes que piensan que es gracioso subirse al escenario durante el desarrollo de la función y desde el fondo hacerle gestos al público. En un momento el trío debió competir con la música de una batucada que pasaba frente al Palacio de Gobierno y no sólo hizo difícil escuchar a La Giralda, sino que también le robó espectadores que prefirieron irse tras los percusionistas.
  • ·         No fue mi experiencia, pero la dificultad para trasladarse entre diferentes puntos por el tiempo que le tomaba a las guaguas cubrir sus rutas y el caos vehicular favorecido por el cierre de calles fueron aspectos muy comentados contra la organización de la Noche Blanca. Una sugerencia para quienes se aventuren a asistir a la cuarta edición, en diciembre: dejen el auto en un punto apartado del primer cuadro, lleven zapatos bajos y dispónganse a caminar y caminar. El corazón y el hígado lo agradecerán.

lunes, 26 de mayo de 2014

Danza en el viento

Milton Acereto, Lola Tuzlop, Nazareth Mena,
Sergio Borges, Andrés Puch y Alfonso García

“Historias inasibles” es lo que se espera, y también lo que no, de Tatiana Zugazagoitia.

El espectáculo de danza, que se presenta en la Temporada Olimpo Cultura, se divide en dos partes separadas por la acción limpiadora de un jardinero  y una cuadrilla de jóvenes de negro que ayudan a preparar el escenario para que continúe la función.

La primera parte es lo que coreografías previas hacen esperar de una obra de Tatiana: una suma de líneas, de instantes no narrativos confeccionados con movimientos suaves, poéticos de dos bailarinas (Lola Tuzlop y Nazareth Mena la noche del sábado 17) sobre una cama de hojas secas alrededor de un estanque central (la instalación es de Mónica Dower). Intentar procesar con la razón las imágenes es un ejercicio de frustración. Cuando se deja actuar al sentimiento aparece una idea: “hojas”; las chicas son hojas en las manos caprichosas del viento, a veces superadas por la voluntad del aire, otras veces díscolas. Su matrimonio con el viento sólo lo deshace el agua del estanque, a donde van  a caer las dos figuras.

Es el momento en que entra en acción el jardinero (Milton Acereto). Acción es un decir, porque, mientras él divaga la mente y la mirada alrededor de la poza, la limpieza del patio central del Olimpo es completada por el ejército de jóvenes de negro. La oportunidad perfecta para un descenso de ritmo que haga perder interés al público en el espectáculo… lo que no ocurre, porque la limpieza, que es real y persigue un objetivo práctico, tiene momentos teatrales, pues los jóvenes se alternan para dejar de barrer y adoptar durante unos segundos una posición en el piso.

Es la segunda parte la que sorprende en el contexto de las obras más recientes de Tatiana, pues la coreografía es más cercana al concepto tradicional de danza y se desarrolla con una música (de Sebastián Castagna) más melódica que la de la primera parte (de Martín Capella). Los movimientos de Alfonso García, Andrés Puch y Sergio Borges son rápidos, violentos si se quiere, una invitación a  imaginar ráfagas de viento, su hiperactividad, que también muere en el agua.

En la función del sábado 17 llamaron especialmente la atención la expresividad de movimientos de Lola y el entusiasmo y vigor de Alfonso.

Lo único en contra de este espectáculo es su vulnerabilidad a los sonidos del exterior, que esa noche fueron desde pregones religiosos en la Plaza Grande hasta exhortaciones por altavoz de policías en patrulla.


“Historias inasibles” se presenta de jueves a sábado hasta el 7 de junio en el patio central del Olimpo. La entrada cuesta $50 ($25 para estudiantes y adultos con credencial del Inapam).

lunes, 28 de abril de 2014

Arte y artesanía de mayólica

Vinateros en "Mayólica de Iberoamérica"
Quien desee insistir en el debate de si la artesanía es arte que se dé una vuelta por el Museo de Arte Popular, frente al parque de La Mejorada.

El museo acoge temporalmente “Mayólica de Iberoamérica”, una selección de trabajos en esta técnica que pertenecen a la colección de Fomento Cultural Banamex.

Como se explica en el texto de presentación de la muestra, los objetos hechos con mayólica (conocida más bien con el nombre genérico de Talavera) tienen en origen un objetivo práctico: servir para el uso doméstico. Es por eso que en la exposición predominan jarras, botijos, platos, vasijas, maceteros, vinateros… Pero también hay cruces de camino, un Nacimiento, benditeros (piezas con una saliente cóncava para colocar el agua bendita), figuras decorativas y un “cuadro” de azulejos.

Tibores. El de la izquierda es de Talavera de la Reina, Puebla,
y el de la derecha, del taller de Gorki González, en Guanajuato
Algunos de estos objetos se ajustan a la idea tradicional de una pieza de Talavera, por ejemplo los lebrillos (especie de tazones) y tibores (jarrones con tapa) pintados en blanco y azul. Sin embargo, hay también piezas en las que los artesanos-artistas juegan con los colores y las formas para producir belleza, aun en aquéllas que surgen como utensilios domésticos: vinateros de asa trensada o calados, tibores decorados con franjas amarillas verticales y jarrones pintados con detalladas escenas campiranas o motivos florales.

Cruces de camino, de Tater Camilo Vera Vizcarra
De especial atractivo son las obras de Tater Camilo Vera Vizcarra, procedentes de San Sebastián, Cuzco, Perú, que, aunque siempre de uso cotidiano, no son las piezas típicas de la mayólica. Sus cruces de camino combinan tonos azules, verdes y amarillos y tienen velas y rosetones en su base. Hay asimismo un torito en blanco, verde y amarillo que saca la lengua y lleva el cuerpo pintado con la figura presumiblemente de su amo.

Torito, de Tater Camilo Vera Vizcarra
De los sevillanos Cristóbal Rodríguez y Juan Aragón hay cuatro ejemplos de una decoración que persigue otra intención: se trata de escenas históricas (hay un cuadro de azulejos que evoca a Napoleón) o personajes de época representados con gran atención al detalle.

Trabajos de Cristóbal Rodríguez y Juan Aragón
“Mayólica de Iberoamérica” no es una exposición exhaustiva, pero los minutos en la sala “Addy Rosa Cuaik” del museo se transcurren con gusto. La muestra podrá visitarse hasta octubre próximo. El museo está abierto de martes a sábado de 10 a.m. a 5 p.m. y domingo de 10 a 3. No se cobra la entrada.


Figuras en "Mayólica de Iberoamérica"

jueves, 10 de abril de 2014

"La gran belleza" llega a Mérida


La vocación con que nació el ciclo de cine de LA68 fue la de ser un espacio en Mérida para la proyección de documentales, el género en que se especializa Lorenzo Hagerman, propietario con su esposa Paula de la Casa de Cultura “Elena Poniatowska”. Con el tiempo se ha convertido también en una sala que ha acercado a los meridanos a largometrajes de ficción que en el mejor de los casos tardarían años en llegar a la ciudad.

En LA68 se han exhibido, antes de que lo hicieran en cines comerciales de Mérida, cintas como “Luz silenciosa”, que le mereció a Carlos Reygadas el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2007; “Heli”, por la que Amat Escalante ganó la Palma de Oro al mejor director en el mismo festival en 2013, y, este año, “De tal padre tal hijo” y “La vida de Adele”, la primera Premio del Jurado y la segunda Palma de Oro a la mejor película, ambas en Cannes 2013, y “La gran belleza”, que en marzo pasado se llevó el Óscar a la mejor película extranjera.

“La gran belleza”, del italiano Paolo Sorrentino, es una película larga (poco más de dos horas de duración) que no sigue la estructura “planteamiento, desarrollo, clímax, desenlace”, sino que se construye con microhistorias, bosquejos de la vida de Jep Gambardella, escritor de una sola novela, periodista, parrandero, mujeriego, cínico y proclive a la sonrisa. Una experiencia comparable a hojear un álbum de fotos en el que cada imagen tiene una historia particular; al final, aunque en apariencia inconexas entre sí, todas aportan la información que necesitamos para comprender al protagonista. Esta forma de narrar hace imposible anticipar las acciones de Jep y el momento del final, lo que después de 120 minutos puede producir cierta ansiedad.

Toni Servillo como Jep Gambardella

De ahí en fuera todo juega a favor de “La gran belleza”. Toni Servillo mezcla en Jep calidez, elegancia y humor; crea con maestría a un hombre que camina al borde del patetismo (a los 65 años sigue acostándose de madrugada porque de noche se va de fiesta o a recorrer la ciudad, se la pasa bebiendo y es aficionado al sexo) pero que está dotado de una gran sensibilidad y muchas emociones, que fluyen por el expresivo rostro del actor. Cuando a Jep le informan de la muerte de su gran amor de juventud algo le empieza a hacer ruido: se cuestiona el pasado, llora las pérdidas, busca significados. Pero el guión de Sorrentino y Umberto Contarello  no cae en la trampa de las películas edulcoloradas y moralistas en las que el protagonista, arrojado a los placeres mundanos, encuentra el verdadero sentido de su vida cuando casi la pierde de tan bajo que cae. Jep no va a rechazar las alegrías de la carne; va a volver al punto de partida, a su pueblo de origen, en busca de esa “gran belleza” a la que le dio la espalda y pensó encontrar en Roma.

Porque aquí la capital milenaria es la verdadera protagonista del filme, una metáfora de nuestros sueños de éxito, nuestras aspiraciones de grandeza personal y profesional a los que con el tiempo la realidad reduce o aniquila. Por eso el esmero con que Sorrentino nos muestra a Roma en escenas de gran belleza visual, como aquélla de tintes surrealistas en la que Jep visita de noche las termas de Caracalla, resaltadas por la iluminación artificial, y descubre una jirafa, y una en la que el escritor y su amiga Ramona hacen un paseo nocturno por las habitaciones que resguardan las obras de arte de los palacios.

Incluso las escenas de fiesta, con los invitados bailando frenéticamente, dan cuenta de esta estética, que en ocasiones se acompaña de una emoción intensa, como cuando una condesa venida a menos, que junto con su marido se “renta” como invitada a eventos sociales, entra fuera de horario a un palacio convertido en museo y se dirige a la sala que exhibe una cuna… su cuna. Ahí escucha la explicación que reciben los visitantes regulares: en ese lugar había nacido y vivido una infancia feliz, a pesar de que su madre había muerto joven; con los años, por problemas económicos, su padre tuvo que vender el palacio…

Además de ofrecer opciones de cine no comerciales, LA68 también cobra entradas por debajo del precio de las salas de cadena: 30 pesos el adulto, 15 pesos los estudiantes. La programación varía cada semana; en ésta, “La gran belleza” se va a proyectar nuevamente el sábado 12 a las 5 de la tarde.