lunes, 10 de febrero de 2014

Dios es vengativo

Raquel Araujo y Roberto Franco en "Las Bacantes"
(fotografía tomada de www.rendija.net)

Pero ¿por qué repiten una y otra vez una misma línea de parlamento como si estuvieran locos? ¿Qué problema tienen?

Y ¿por qué se untan por el cuerpo las vísceras de una res? ¿Qué es lo que les sucede?

Ese actor va de mujer: falda, vestido, hipil, y sin ropa interior. ¿Por qué hace eso?

Perturbadora, misteriosa, chocante, polémica, poética… No hay solamente un adjetivo que describa la totalidad de la versión de La Rendija de “Bacantes”,  que se estrenó en septiembre de 2013 y el pasado fin de semana tuvo funciones en la sede 50/51 de la compañía.

Hacer sentir incómodos a los espectadores es una de las intenciones de la obra, que desde el inicio confronta su estructura con los lugares comunes del teatro:  se suceden escenas que no parecen tener conexión entre sí , estampas de conflictos propios, y, en medio de ellas, las que plantean el argumento tomado en préstamo de la tragedia de Eurípides: Penteo niega la divinidad de Dioniso (Baco) y, en venganza, la deidad griega recurre a sus adoradoras, las Bacantes, para deshollarlo vivo y matarlo.

Si la obra de La Rendija se tratase únicamente de recrear la historia del dramaturgo griego tendría otra sintaxis. Pero hay que hacerle caso al personaje de Raquel Araujo cuando dice que “esto no es un espectáculo”, si acaso, es “una ofrenda”: una ofrenda de sensaciones como la incertidumbre, el temor, la repulsión (como el que aparece con el uso de las vísceras de res), la ternura (cuando Tomás Gómez, quien encarna a Dioniso, se viste de “chichí” y Roberto Franco, Penteo, le pregunta con marcado acento yucateco a dónde va), la extrañeza (Dayana Borges recita su parlamento mientras baila con pasos de jarana) y el placer visual (la hermosa imagen final en que la cabeza de Roberto sobresale “cercenada” en una barca cubierta con tablones de madera, con velas colocadas alrededor y Raquel en la proa  riendo y llorando bajo una luz tenue).

Katenka Ángeles (fotografía
de www.rendija.net)
Como espectadora, las imágenes de “Bacantes” me remiten a la agonía del mundo nuestro y actual, en el que las noticias de tortura de niños en Siria, de padres que tienen hijos con sus hijas, de población civil que mata a los asesinos de su comunidad, de un joven que es curado de sus heridas de bala y mantenido desesperadamente con vida para poder enjuiciarlo y condenarlo a muerte, de adolescentes que graban su abuso a un discapacitado y suben el vídeo a YouTube, producen en quienes las leen la misma reacción de asombro, confusión y desesperanza que se tiene en la sala del teatro. Como en la Grecia de Eurípides, necesitamos con urgencia un redentor y, también como entonces, el que encontramos es vengativo y sanguinario.

Y sobre los desnudos que fueron ocasión de debate mediático a raíz de las primeras funciones en septiembre, en Cholul: podrán resultar en principio sorpresivos o incómodos al público, pero la obra no se trata de ellos, pues pasan a un segundo plano frente a otras imágenes, como la de Roberto cubierto de achiote para dar la idea del cuerpo andante en carne viva… una imagen que me hizo sentir estremecimiento y desesperación.


En las funciones también actuaron Katenka Ángeles y Zizinete Maravé.


lunes, 3 de febrero de 2014

Tienes un telefonema

Anahí  Alonzo no eligió cualquier cosa para hacer su debut como directora general de una obra de teatro. La graduada de la Escuela Superior de Artes de Yucatán presentó el 25 y 26 de enero dos funciones de “Telefonemas”, una pieza de Edgar Chías intrépida por su tema (el desdoblamiento de la personalidad, la multiplicidad de existencias  y la duda sobre cuál es la verdadera) y su narrativa (son los propios actores los que van relatando la acción).

A esto hay que sumarle el reto interpretativo que para los tres integrantes del elenco significa adoptar personalidades diferentes en segundos y, además, hacerlo a lo largo de dos horas.

Hay que alabarle a Anahí  la elección de Elidé Uc para interpretar a “Wanda y las otras”, porque la actriz, también egresada de la ESAY, no sólo es convincente como la mujer suicida-mujer fatal que entabla una relación con Ulises (Zaabdi Hernández), como la estereotipada secretaria Lupita y como la agente de seguridad Jose, sino que es capaz de mantener esos papeles bien diferenciados a pesar de que en ocasiones debe pasar de uno a otro a velocidad de vértigo.

Estas cualidades también se ven en Antonio Téyer (“Ulises, Esteban, los otros”), quien tiene a su favor ser la mitad perturbada y cínica del personaje principal. En Zaabdi se echa en falta una recitación de textos más suelta, interiorizada, porque, si ya algunos diálogos y monólogos fueron escritos por Chías con palabras no cotidianas, darles una entonación de declamador los hace escucharse artificiales.

Zaabdi Hernández, Elidé Uc y Antonio Téyer al final de
la segunda presentación de "Telefonemas"
La obra tiene un ritmo veloz, que en el inicio se marca con una coreografía en que los tres personajes se desplazan con movimientos rápidos y convulsos. Un acierto, por ser una forma de mantener la atención del espectador, es involucrar al público en la obra, al pedir a algunos asistentes que sostengan piezas de utilería a las que se va recurriendo conforme avanza la historia e interactuar con ellos, como le ocurrió a quien esto escribe, a quien “Ulises, Esteban, los otros” le recitó en un momento palabras dirigidas a Wanda.

A pesar de todos estos aspectos a favor, en los asistentes del sábado se notó cierto cansancio después de un tiempo de iniciada la función, en lo que pudieron influir las condiciones del foro para una obra de esta duración y características: en la Sala de Arte del Conservatorio de Danza de Yucatán el público fue acomodado en sillas metálicas colocadas unas muy cercas de otras, lo que no favoreció la comodidad de los espectadores.

Las dos funciones de “Telefonemas” se enmarcaron en el Mérida Fest. La entrada fue gratuita.


Anahí Alonzo se dirige al público al concluir la función