sábado, 29 de diciembre de 2012

Incidentes de un viaje a Mahahual

Playa de Mahahual.


Ya con el agua hasta la cintura, traté de recordar la ocasión anterior en que me había bañado en el mar. No pude hacerlo, pero tiendo a pensar que no fue antes de cuatro años atrás.

Este viaje a Mahahual me permitió experimentar de nuevo la sensación del contacto con el mar y de estar en aguas tan transparentes que puedes ver a los peces nadando junto a ti. El puerto aún tiene el encanto de un pueblo pequeño, pues, aunque en su costera hay un Señor Frog’s y “enganchadores” para atraer clientes a los restaurantes, se respira tranquilidad en una playa limpia que no huele a aire acondicionado de salón de gran corporación.

No sé si mi opinión sería otra de haber estado un día más y coincidido con la llegada de los cruceros. Pero al menos lo que me tocó vivir en Mahahual fue diferente del estilo de turismo que hacen Cancún y Playa del Carmen y con el que ya no congenio.

Además, desde Mahahual se puede llegar a otros atractivos del sur de Quintana Roo y el oriente de Yucatán, como la zona arqueológica de Chacchoben, a unos 15 minutos por la carretera a Mérida desde el entronque que conduce al puerto (de este entronque hasta la playa se hacen de 30 a 40 minutos manejando a una velocidad de 100 a 120 kilómetros por hora). Es un sitio pequeño pero agradable de visitar. Hay, por ejemplo, una estela en exhibición protegida por una estructura de paja y dos construcciones de bordes redondeados en el Gran Basamento que se revelan al viajero sólo después de subir una escalinata.

Estela en Chacchoben.

Edificio en el Gran Basamento
de Chacchoben.

El día que visité la zona el flujo de turistas era bajo, así que fue fácil dejarse envolver por los sonidos de la selva y admirar animales como una ardilla y lo que me pareció ser una zorra, aunque un empleado del lugar me dijo que era un perro de monte. Aquí va la foto por si alguien desea confirmar de qué animal se trata:


Fauna de Chacchoben. 

El regreso a casa fue por un camino diferente al de llegada: en lugar de hacerlo por la carretera Mérida-Chetumal fue pasando por Felipe Carrillo Puerto, Tihosuco y Tepich en dirección a Valladolid y de ahí a Mérida.
En Felipe Carrillo Puerto llaman la atención las leyendas reivindicadoras del pueblo maya que se pueden leer en murales, monumentos y mantas. Junto a la iglesia principal hay un museo y centro cultural con salones llamados Cecilio Chi, Jacinto Pat…

Iglesia principal de Felipe
Carrillo Puerto.

En Tihosuco hay un museo dedicado a la guerra social maya que en el momento de mi visita estaba cerrado por mantenimiento. Pero la escala en la comunidad vale la pena tan sólo para ver su iglesia: un edificio colonial al que irónicamente la destrucción contribuye a hacer más bello. Hice mi entrada a la iglesia del Niño Jesús por una puerta lateral y grande fue el impacto cuando al mirar hacia la entrada me encontré con que un tramo del techo está hecho de nubes… Una cuarta parte de la nave principal está al descubierto y de la fachada sólo se conservan unos metros de pared, suficientes para sugerirnos su antigua decoración con columnas y relieves. Una bugambilia sobre el travesaño de la puerta principal redondea la sensación de estar ante una belleza extraña.

Iglesia del Niño Jesús de Tihosuco.

La de Tepich es una iglesia más convencional, con láminas haciendo de techo para la construcción de piedra, que a un costado tiene un par de ojos de buey. Lo que me resultó más interesante del lugar es el antiguo cementerio donde se encuentran los restos de Cecilio Chi, caudillo de la guerra social maya. Una placa colocada en 2008 da cuenta de la relevancia del sitio y la persona, “libertador de la nacionalidad maya y símbolo inmortal de justicia y libertad”.

Cementerio donde reposan los restos
de Cecilio Chi en Tepich.




miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pagar o no pagar, he ahí la cuestión...



¿Mejor gratis que pagado? ¿Si no cobro el acceso a mi espectáculo soy un modelo de artista y ejemplo de promotor cultural?

Cuando se preparaba la visita del Taller Coreográfico de la UNAM a Mérida, su asesor artístico, Gregorio Luke Contreras, dijo a “Diario de Yucatán” que una de las características de la agrupación es que la entrada a sus presentaciones tiene precio accesible e incluso es gratuita. Su opinión es que los espectáculos artísticos deben ser subsidiados, pues no pueden sostenerse únicamente con lo que ingresa en taquilla ni deben sobrevivir sólo con la ayuda de espectadores que cuentan con suficientes recursos económicos.

El argumento es convincente, pero las presentaciones del propio Tcunam en la explanada del Centro de Convenciones Siglo XXI en el cierre del Festival de la Cultura Maya me hacen dudar de si los espectáculos gratuitos cumplen siempre con el objetivo de llevar la cultura a toda la población.

Porque una cosa es ponerlos al paso de la gente y otra garantizar que se aprovechen, algo que no necesariamente ocurre cuando no se cobra el acceso y, además, se realizan al aire libre. Hablo de lo que vi: en las dos funciones que ofreció el Taller (el viernes 21 y sábado 22) hubo vendedores ambulantes ofreciendo chicharrones y palomitas en plena presentación; personas que llegaban y se retiraban sin importar que los bailarines estuvieran actuando,  y otras conversando a viva voz, lo que dificultaba la concentración en lo que estaba ocurriendo en el escenario. Y como se trataba de un espacio público, me quedó la duda de si había derecho de pedir al chicharronero y a los amigos platicadores que dejaran de hacer lo que hacían.

Tiene razón Gregorio cuando dice que el arte no debe ser exclusivamente para unos cuantos, pero cobrar por tener acceso a él, aunque sea una cantidad simbólica, ayuda a filtrar al público en verdad interesado  en un espectáculo, lo compromete con él, lo “obliga” a comportarse de una manera que sienta que está desquitando su dinero y permita a otros disfrutarlo también. No sé si ésta sea una situación generalizada en México y el mundo,  pero al menos aquí he visto que si no te cuesta dinero no te esfuerzas.

Claro, los eventos de boleto pagado no son garantía de tener un público a la altura de ellos, nunca falta el que se dedica a hacer comentarios durante la función, el que habla por teléfono, el que toma fotos con flash, el que entra con comida… La diferencia es que a ellos sí se les puede exigir, con todo derecho, que dejen de hacer lo que están haciendo.


El Tcunam al final del programa
del viernes 21 de diciembre.

El Taller en "Sinfonía india",
el sábado 22 de diciembre.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Me los llevo hasta el fin del mundo


Por cuestiones de trabajo estuve en Paseo de Montejo cuando se inauguró el Festival de la Cultura Maya, el programa con el que el gobierno del Estado conmemora hasta este sábado 22 el fin del baktún. Llegaba al principal de los escenarios que se instalaron para presentar espectáculos artísticos durante unas tres horas justamente en el momento en que actuaba el Ballet Folclórico del Estado. No pude evitar sentirme contagiada por el ritmo de la jarana, el sonido de la trompeta y las pulsaciones de las percusiones.

Pensé que no importa qué música acostumbre escuchar camino al trabajo o cuál elija para acompañar mi tiempo libre, no puedo negar la cruz de mi parroquia: en mi ADN están codificadas las expresiones culturales de la tierra a la que pertenezco.

El Ballet Folclórico del Estado.

Hoy, un día simbólico para el pueblo originario de Yucatán, reflexiono sobre lo que más me gusta de la herencia maya y lo que lucharía por poner a salvo si es que llegara a ocurrir ese chistecito del fin del mundo:

       1) Uxmal. Comprendo la fascinación de los de adentro y fuera por Chichén Itzá, pero para mí la zona arqueológica maya más bonita e impactante es Uxmal porque me da la sensación de que se construyó buscando la belleza y no sólo el sentido utilitario. Así me explico el diseño armonioso de sus edificios y la profusión de adornos, que no por geométricos son rígidos. Además, Uxmal se encuentra en un área geográfica de Yucatán donde la vegetación es más abundante que en otras regiones, lo que para mí constituye un atractivo adicional.

Pirámide del Adivino,
en Uxmal.

Mascarones de Chaac,
en Uxmal.

Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal.

           2)  La comida, desde luego. Aunque haya momentos en que rechace algunos guisos por cuestión de calorías, en los días en que esto no me importa no le pongo cara de fuchi a la longaniza, la cochinita, los panuchos y salbutes, los papadzules, la sopa de lima, el puchero… Entre todos los platillos tengo una consideración especial al frijol con puerco, no tanto porque me vincule con mi herencia mestiza, sino porque lo hace con mi infancia: pensar en él me devuelve a los años de escuela, cuando lo comíamos al regresar a la casa, todos sentados a la mesa, mi mamá sirviendo los platos…

        3) El pensamiento mágico. No me importa no creer en aluxes ni en espíritus, de igual forma me divierten las historias sobre entidades invisibles que tratan de verle la cara a los humanos o castigarlos cuando se pasan de vivos, y me conmueven las que hablan con convicción de seres queridos que de cuando en cuando regresan al mundo para llenarse el estómago de las comidas que les gustaban y visitar a su familia terrenal, aunque yo sepa que eso en realidad no ocurre.
      Hoy, cuando el mundo sobreviva una vez más a sus catastrofistas, podremos seguir la fiesta con otra joya cultural yucateca: una copita de Xtabentún.

martes, 18 de diciembre de 2012

Qué chido Murciélago



Las presentaciones de la Sinfónica de Yucatán a las que he ido me han parecido emotivas, interesantes, atractivas, simpáticas, electrizantes (el caso del concierto con Eugenio Toussaint como invitado, unas semanas antes de su muerte) y una que otra cansada. No recuerdo haber pensado en alguna como “divertida”… hasta este domingo 15, cuando la orquesta interpretó “El Murciélago” en el segundo concierto de su último programa de la XVIII Temporada, en el Teatro Peón Contreras.

A la soprano yucateca Claudia Rodríguez ya la había visto sufrir como Micaela en “Carmen” en 2010 y escuchado en “El Mesías” en el cierre de la XII Temporada, en 2009. La admiraba por su voz, por su capacidad para conmover con ella y para alcanzar notas que a quienes desafinamos incluso antes de abrir la boca se nos antojan imposibles. Pero desde el domingo a Claudia la admiro también por su soltura en el escenario y sus aptitudes para hacer reír como Adela, la sirvienta de Rosalinda; ella es de hecho la principal razón por la cual disfruté tanto la interpretación en versión concierto de la opereta de Strauss:  transpira confianza, seguridad en su actuación; le da expresiones cómicas a su rostro y otros matices en momentos en los que incluso no está cantando, y, gran revelación, tiene buen ritmo para bailar, como lo demostró en una de las partes instrumentales del segundo acto.

Hay que darle también crédito al director de escena, Horacio Almada, quien encontró la manera de hacer atractiva la función a pesar de las limitaciones que le imponían el formato y el espacio: los cantantes incorporaron a su vestuario alguno que otro elemento para dar idea del personaje que estaban interpretando, se colocaron unos pocos muebles para ayudar a situar las acciones y hubo diálogos tropicalizados (por ahí se escucha un “hacer pipí”) y salidas y entradas a escena, sin dejar de poner en claro que no se trataba de una representación en forma, pues no se intentó disfrazar las partituras con las que salían a cantar los artistas.

Además de Claudia, en el elenco hubo antiguos conocidos de los conciertos de la OSY, como Irasema Terrazas (Rosalinda), Josué Cerón (doctor Falke), Sergio Meneses (el director de la prisión) y el yucateco Miguel Ángel Mena (el abogado Blind), y también otros nuevos, como Armando Gama (Von Eisenstein) y el austro-yucateco León de Castillo (Alfredo), una agradable voz de tenor.

Creo que después de todo fue algo positivo que ya estuviera vendido el asiento que deseaba en la penúltima fila del lunetario, porque al tener que ocupar uno en la primera hubo la oportunidad de ver muy de cerca las expresiones de los artistas, la hierba de olor que le dio sazón al programa.

Antonio Gama, Irasema Terrazas, Claudia Rodríguez,
Sergio Meneses y Linda Saldaña.

Horacio Almada, director de escena.

Antonio Gama, Juan Carlos Lomónaco, Irasema Terrazas,
Claudia Rodríguez, Horacio Almada y Sergio Meneses.

Miguel Ángel Mena, León de Castillo y Josué Cerón.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Tú puedes tener una exitosa compañía de ballet de medio pelo



Si planeas ir de gira por Mérida, te convendría aprender de las lecciones que han dejado las presentaciones a teatro lleno de otras compañías de ballet y, lo mejor de todo, sin necesidad de ser buenas:

1) Enfatiza tu origen ruso, engancharás a un público que, acostumbrado a disponer sólo de funciones de academias locales, está ávido de ver a profesionales de países donde el ballet es una tradición de siglos. No importa que incluso no existas como agrupación en tu país, ahí tienes al llamado Ballet Nacional de Rusia que en 2007 presentó “El lago de los cisnes” en el Teatro Peón Contreras (la primera de sus dos funciones sin escenografía porque no llegó a tiempo, lo que no fue obstáculo para cobrar $800 el asiento en luneta) y al Ballet Clásico de Moscú, que el lunes 10 de este mes llevó “El Cascanueces” al Teatro Armando Manzanero. No te preocupes, no les importará que tu agrupación sea en realidad un ensamble de integrantes del cuerpo de baile, corifeos y acaso algún solista en receso de otras compañías a los que reúnes únicamente para salir de gira.

2)  Ya que tu elenco está formado por personas que de común no trabajan juntas, reduce los retos técnicos a la coreografía, así no los pondrás en aprietos en los pas de deux y en las danzas de conjunto. Despreocúpate de presentar una versión virtuosa, si ocasionalmente se lucen las extensiones  y el trabajo en el aire de los principales (al fin y al cabo son hijos de la escuela rusa de ballet) será suficiente para que reciban nutridos aplausos.

3)  No inviertas en la impresión de programas de mano. Para sacar el mayor provecho económico debes ser de los que creen que el público no está interesado en conocer el nombre de tus artistas y que a tu elenco le importa poco que le des su crédito.

4) Ahorra en escenografía. Toma el ejemplo de “El Cascanueces”, los telones de fondo sólo cambiaron dos veces y el que se colocó en medio, que recrea una cortina, se mantuvo durante los dos actos; las sillas evidenciaban su manufactura modesta, eso sin contar que su diseño no correspondía a la época en que se situaba la acción. Es el mismo consejo para el vestuario: puede carecer de originalidad y estar confeccionado de manera tan económica que incluso alguien sentado en la penúltima fila lo podrá notar.

5) Recicla a tus bailarines, no necesitas contratar a muchos. Haz como el Ballet Clásico de Moscú: en la escena de la fiesta hubo sólo cinco parejas de “niños” y en el Reino de los Dulces Clara y el Cascanueces son también el Hada de Azúcar  y su Caballero.

6)   Y, por último, no te culpes de ofrecer este tipo de espectáculos, porque año con año llegan ensambles como el tuyo y el teatro se sigue llenando a reventar.



"El Cascanueces" con el Ballet Clásico de Moscú
(la foto fue tomada de la web de Diario de Yucatán).


martes, 11 de diciembre de 2012

El Bardo y la nada

Tándem: "Shakespeare y la luna, siempre":

¿Te pueden gustar algunos bocados aunque no la comida completa? Porque eso siento que me ocurrió con Tándem y su “Shakespeare y la luna, siempre” que el domingo 9 cerraron el Festival Oc-Ohtic en el Teatro Armando Manzanero.

La coreografía de Leticia Alvarado, directora de la compañía, tiene imágenes muy bellas, como cuando uno de los bailarines se mueve delicadamente en la sombra que se crea al colocarse frente a una fuente de luz y cuando entre fundidos en negro se presentan escenas que duran sólo unos segundos y dan al espectador la sensación de estar ante una proyección de diapositivas. Los bailarines se muestran capaces y correctos en el cumplimiento de las exigencias de su directora, en especial Emir Meza, seguro y preciso en sus movimientos de tierra, sus giros, saltos y en vertiginosas combinaciones de ellos.

Pero, a pesar de la música de Haendel y del vestuario evocador de los siglos XVI-XVII, en su conjunto “Shakespeare y la luna, siempre” no dejó huella en mí. Tal vez la culpa la tenga yo por crearme expectativas: en las primeras escenas creí reconocer la tragedia de Romeo y Julieta y pensé que ése sería el tono de toda la coreografía, un relato de historias del Bardo, pero terminé frustrada tratando de determinar en las escenas siguientes, sin conseguirlo, si por ahí estaban pasando Otelo, Lady Macbeth o la Muerte porque me hacían falta elementos para identificarlos. La confusión de no saber si estaba ante una obra narrativa o de ambientes hizo que el resumen de la experiencia no fuera placentero.

Algo diferente de lo que me ocurrió con la Compañía Estatal de Danza Contemporánea de Oaxaca, que el jueves 6, siempre como parte del festival, presentó “Cuerpos de olvido”, de Rolando Beattie. Aquí no hay margen de equivocación: es una obra abstracta inspirada por el olvido de los muertos. Los bailarines se mueven como si estuvieran en shock, convulsionaran, tuvieran prisa de llegar a ningún lado; no hay simetrías, su estética surge de lo bien organizado del caos, del contraste entre los momentos de reposo e hiperactividad, y de la brevedad de sus escenas (al final de cada una, un fundido en negro), que hacen pensar en un escritor que cuenta su historia con frases u oraciones cortas y contundentes rematadas por puntos. Esta marca aún la llevo.

Compañía Estatal de Danza Contemporánea de
Oaxaca al final de "Cuerpos de olvido":


viernes, 7 de diciembre de 2012

De silencios, improvisaciones y otros productos delicatessen



A la propuesta de Emmanuel Grivet la comparo con uno de esos platillos gourmet que deliberadamente evito en la mesa: me falta bagaje cultural para saber saborearlo. Y sin embargo…

Las dos obras que el coreógrafo francés presentó el lunes 3 en el Teatro Armando Manzanero como parte del Festival  Oc-Ohtic están construidas sobre silencios, con un mínimo de sonidos de fondo, algo que suele producirme tensión. Además, la primera, “Improbabilidades e impostura”, experimenta con la improvisación, un recurso que me hace sentir incómoda porque como espectadora necesito estructura, tener la seguridad de que quien me hace el cuento sabe de qué va y en qué termina.  Es una pieza para Emmanuel, una bailarina invitada (en este caso Tatiana Zugazagoitia) y dos integrantes del público que voluntariamente se ofrecen a participar (ella fue Fanny Ortiz, bailarina, y él, un chico que por la manera en que se desenvolvió pienso que no es ajeno a la danza).

La segunda, “Transparence Blanc”, la interpreta solamente Emmanuel con predominio de movimientos de manos y brazos y desplazamientos cortos  del cuerpo; por momentos se le escucha hablar (en un idioma que no es francés).


Emmanuel Grivet en "Transparence
Blanc" (foto de Notimex).


Pero aquí va la contradicción: aunque el tipo de danza que hace no es exactamente el que me resulta más atractivo ni el espectáculo al que elegiría ir a sabiendas de qué consiste, Emmanuel Grivet sí es el tipo de artista al que me gusta ver actuar, uno que cuando pisa el escenario pone en alerta hasta los vellos del dedo pequeño de su pie,  uno en el que ningún movimiento es gratuito, uno en el que simplemente por la forma en que coloca las manos sabes que tiene experiencia y escuela. Fue interesante ver cómo en “Improbabilidades e impostura” resolvió algunos “problemas” de la improvisación e incluso procuró repetirlos para darles sentido de espectáculo.

Al día siguiente se presentó la “compañía de impulso” (de estreno) del festival, Odori Desu Bailía Contemporánea, con “Y tan sólo.... En comparación con la de Emmanuel, su propuesta es más tradicional, en el sentido de que hay desplazamientos y música, pero también tiene muchas áreas de oportunidad. Me quedó la sensación de que el grupo quiso tener un estreno espectacular y por eso recurrió a proyecciones de vídeo, a un saxofonista que actuó en vivo, a vestuario y maquillaje futuristas; pero su mensaje (el programa hablaba de cinco personas que “van discurriendo sobre el estado de sus vidas”) se pierde entre tanto adorno y en ejecutantes que se muestran inexpresivos, incapaces de transmitir emociones.

Me parece también que aún le falta desarrollar un lenguaje individual, porque aunque es danza contemporánea y, a diferencia de la clásica, no hay propiamente un “catálogo de pasos”, algunos recursos en su narración resultan un tanto familiares, como los gritos (conté tres), que han sido ya bastante utilizados en danza moderna.


"Y tan sólo..." de Odori Desu Bailía Contemporánea
(fotografía de Notimex).



martes, 4 de diciembre de 2012

"Nosotros" son ellos


No sé si lo que hizo Jaciel Neri en “Nosotros” se puede clasificar en un género, lo que sí sé es que echó por tierra el estereotipo de los varones que bailan.

La coreografía con la que Jaciel ganó el Premio INBA UNAM 2011, y que con su presentación inauguró el Festival Oc-Ohtic el sábado 1 de diciembre en el Teatro Armando Manzanero, no busca líneas bonitas ni delicadeza, ni siquiera cuando se pone serio y sentimental y los cuatro varones protagonistas se cargan unos a otros.  Es por el contrario una danza de machos, de cuates, de carnales, de brothers, de vatos que andan juntos tonteando, jugando a los robots y a las luchitas, y van vestidos de mezclilla o bermudas, como lo harían debajo del escenario.

La coreografía comienza sin música de fondo y así se mantiene durante un tiempo; el silencio, esporádicamente roto por silbidos de saludo, nos deja en un estado de expectación sobre lo que va a ocurrir con estos chavos, que van haciendo su entrada uno a uno. De los chiflidos pasan a hacer sonidos agudos, imitando los de juguetes electrónicos, y a moverse como si tuvieran bisagras, en uno de los momentos más cómicos de la función. Cuando la música se empieza a escuchar es para situarnos en un cuadrilátero en que los amigos son ahora luchadores enmascarados que pelean mientras se escucha: “El Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Bull Dog…”. En esta parte a uno de ellos le toca jugar con los paradigmas sobre el bailarín varón y en burla hace un split, que los otros acompañan con poses de ballet.

En la última parte se ponen serios para representar su vulnerabilidad como humanos y la solidaridad entre amigos con pulsadas (cargadas) que no se preocupan por verse estéticas a la manera tradicional porque lo que interesa es transmitir la sensación de apoyo o sostén, se intuye que en los momentos difíciles de la vida. Y lo hacen sin el menor asomo de alusión sexual, con lo que en mi opinión Jaciel termina de derribar el tópico del varón en la danza.

Al  final hubo espectadores que pidieron a los bailarines que se tomaran fotos con ellos.


Jaciel Neri y bailarines de Moving Borders y
CuatroxCuatro al final de la función de "Nosotros".

sábado, 1 de diciembre de 2012

#YoEsperoalMesías


Al comienzo de la actual temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, Juan Carlos Lomónaco decía que no quitaba el dedo del renglón en su propósito de traer a la Compañía Nacional de Danza a Mérida, dada la cercana relación entre ambos. Si algo lo había impedido era el alto costo de producción de un espectáculo de ballet.

“El Mesías” sería un buen candidato a cambiar esa situación: su escenografía es mínima (unas cuantas bancas y un telón de fondo), el vestuario lo forman variaciones de pantalón y camisa-blusa blancos (los bailarines usan el mismo desde el comienzo hasta el final de la función) y la iluminación no requiere muchas modificaciones a lo largo de los 80 minutos.

Y, sobre todo, la obra es bonita, bonita, bonita; Mauricio Wainrot creó una coreografía que nos pone en sintonía con la belleza del oratorio de Haendel que le sirve de base. Escuché decir a un asistente a la última de las cuatro funciones de estreno de “El Mesías” que cada imagen que se formaba era una escultura; realmente lo eran, esculturas móviles, dinámicas que además transmitían la sensación de bienestar.

Si se animaran a invitar a la CND a Mérida para presentarla, talento local podría ocupar el lugar del Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes; después de todo la Sinfónica de Yucatán tiene experiencia tocando “El Mesías” y el coro que dirige Luis Luna Guarneros, cantándola. Sí habría que procurarse de cuatro voces solistas, pero entre todos los invitados que la OSY ha tenido en su historia creo que no sería muy difícil encontrarlos.

Me dio gusto ver actuar de nuevo a dos de mis tres bailarines favoritos de la CND y la respuesta del público a Juan Carlos Lomónaco como el director concertador. 

La CND agradece los aplausos a "El Mesías".

El barítono Guillermo Ruiz. A su lado, Encarnación Vázquez,
Conchita Julián, Alan Pingarrón y el bailarín Jesse Inglis.