lunes, 28 de julio de 2014

Fascinación por una mujer perdida



No es algo que se diga en voz alta, pero los aficionados a las novelas detectivescas, de suspenso y/o terror sabemos que estos libros son vistos como hermanos pequeños en la familia de la producción literaria: pueden ser interesantes, incluso sumamente interesantes, pero no tienen la madurez intelectual ni emocional de sus mayores, aquéllos centrados en los Grandes Temas Serios: la política, la economía, las tragedias humanas.

Gillian Flynn pudiera ayudar a que eso cambie.

La escritora estadounidense anotó el tercer jonrón de su carrera literaria con “Perdida (Gone Girl)”, publicada en 2012 y ya traducida al español (en Mérida se consigue en Gandhi la edición de Libros G a $159). Antes salieron a la luz “Heridas abiertas” y “Dark Places”.

Tan sólo la anécdota que da origen a la historia es suficiente para despertar nuestra curiosidad: una pareja joven atraviesa problemas personales y económicos a raíz de la pérdida por ambos de su empleo y la decisión del esposo de trasladarse de Nueva York, donde chico y chica vivían, a Missouri, el estado donde él nació. Una mañana, a todos los conflictos cotidianos se suma uno más: ella desaparece y deja detrás de sí una escena que delata violencia.

La novela está dividida en tres partes y contada a dos voces: la de Nick, el marido, y la de Amy, la esposa, de quien conocemos sus pensamientos por fragmentos de su diario. Gillian se toma su tiempo para exponernos el conflicto, no nos presenta la escena del crimen en el primer capítulo, pero hay que saber ser pacientes, porque una vez encaminado el lector se volverá adicto a la historia y sufrirá al tener que dejar la continuación para el día siguiente.

La estructura y sobre todo los numerosísimos giros de la trama nos hablan de una autora brillantemente astuta, capaz de imaginar y coordinar múltiples y continuos conflictos y resolverlos absolutamente todos, sin dejar ni un solo cabo suelto a lo largo de 559 páginas.

Y las sorpresas continúan hasta el final, que podrá o no gustar, pero del que en ningún momento se podrá decir que es predecible.

Pero esto no es lo que hace diferente a Gillian como autora de novela de suspenso. Sí lo hace que cuide en la misma medida la forma que el fondo de su obra. No solamente cuenta una historia envolvente, sino que además los capítulos (sobre todo aquéllos que corresponden al diario de Amy) están redactados con un tono literario, aquél de Hermano Mayor de Gran Tema Serio. Las novelas detectivescas (eso hay que admitírselo a los críticos) suelen mantener viva la curiosidad del lector con una elección de palabras utilitaria, pensada para revelar información suficiente para motivar a seguir leyendo, pero que poco explora la poesía del lenguaje y su capacidad para evocar sentimientos o ambientes. Gillian lo hace y por eso en “Perdida” afloran emociones al mismo tiempo que evidencia incriminatoria.

A todo esto hay que añadirle un aspecto que hace que “Perdida” hable de cerca a quien esto escribe: la pareja se desenvuelve en el medio periodístico y ha sido víctima del impacto de la crisis económica mundial de 2008 (gracias una vez más por nada Lehman Brothers...) y el avance de internet en las finanzas de los medios de comunicación. Hay continuas alusiones a la crisis -muy, muy fresca en nuestra memoria- y al perfil de los nuevos profesionales del periodismo. Nick describe a uno de los reporteros que se acercan a preguntarle por su esposa perdida como uno de aquéllos que hacen “preguntas inanes”, un “mal periodista mal pagado” porque las empresas ya despidieron a los que tenían experiencia.

“Perdida” ya fue convertida en película con Ben Affleck y Rosamund Pike en los papeles principales. Está previsto su estreno para el 3 de octubre. El director es David Fincher, el mismo de “Seven” y “La habitación del pánico”. Una producción obligada de ver, como la novela lo es de leer.
Ben Affleck en una imagen de promoción de la película
basada en la novela "Perdida" de Gillian Flynn






lunes, 7 de julio de 2014

La Historia según "Gente de razón"

Marcos Gan, Liliana HeSant, Érick Silva, Carlos Farfán
Espínola y Genaro Payró en una escena de "Gente de razón"

Una revisión y rescate de personajes y momentos de la conquista de México, a los que se da voz y forma y se les autoriza a dar su versión de los hechos. ¿Suena aburrido como argumento de una obra de teatro? Tal vez en manos de otro esto hubiera terminado en un amasijo de fechas y nombres, en un panfleto folclorista; pero en la pluma de José Ramón Enríquez el argumento de “Gente de razón” es una plataforma, cómica y seria a partes iguales, para que los personajes expongan los “dolores y anhelos de nuestro México”.

La obra es también la oportunidad para que la generación de egresados en 2014 de la Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY) demuestre de qué madera está hecha al interpretar personajes históricos y a un moderno trío ficticio que en algún momento llegan a interactuar con el autor, sentado en primera fila.

Desde luego, no se podía esperar que Enríquez nos la pusiera fácil. Los primeros personajes aparecen a un ritmo veloz y el conflicto nos queda claro sólo después de atestiguar durante varios minutos discusiones de índole amatoria entre la pareja formada por una fotógrafa (Lucía Rojas Aquiles) y un escritor (Érick Silva), fértil en reflexiones literarias.  En los diálogos abundan las referencias históricas y a la vida política y social de México, y en ocasiones se ramifican en otros temas para después volver al que les dio origen.

Que en un mismo espacio y tiempo puedan convivir personajes de diferentes épocas y lugares se justifica con el hecho de que en esta historia está permitido ver y hablar con fantasmas, que son conjurados en un convento dominico español por la fotógrafa y el escritor en su búsqueda de una figura del pasado con suficiente capital político para satisfacer los intereses de un grupo que aspira al poder en México.  Es la puerta que se abre para recordar o conocer sucesos y personajes que nos presentaron en la escuela y hemos olvidado, o de los que escuchamos por primera vez: Tenamaztle, uno de los líderes de la rebelión del Mixtón (Marcos Gan); Pedro de Alvarado, que combatió a los alzados (Genaro Payró); fray Felipe Xiu (Efraín Vaaz); Isabel de Moctezuma o Tecuixpo (Liliana HeSant) y fray Bartolomé de las Casas (Carlos Farfán Espínola).

Las reflexiones de Tecuixpo, Tenamaztle, Alvarado y los frailes le dan el tono serio a la obra, que nos confrontan con los abusos de los conquistadores a la población indígena, el uso como objeto que los españoles dieron a Tecuixpo, a quien casaron cinco veces y bautizaron en la fe cristiana con el nombre de Isabel; la ideas discriminatorias de hombres de la Iglesia y las dudas sobre la sinceridad y los alcances de la obra de fray Bartolomé. Los momentos humorísticos vienen sobre todo con la pareja y el personaje ficticio de la española Maruca Enríquez de Lara (Casandra González Medina), según ella descendiente de nobles y aspirante al trono de un futuro reino de México.

Aunque el activo de mayor valor de “Gente de razón” es la información que nos proporciona y que invita a no dejarnos de indignar por el trato humillante que se da a quienes están en desventaja, de la obra también sobresalen sus recursos escenográficos: unos paneles blancos que cambian de posición y en los que se proyectan imágenes fijas o en movimiento relacionadas con la escena. De particular gusto para quien esto escribe fue la presentación inicial de Tenamaztle y Pedro de Alvarado, quienes entran corriendo al escenario y se detienen frente a frente para jugar una ronda de piedra, papel o tijera, y el diálogo que entablan ellos dos con fray Bartolomé, fray Felipe y Tecuixpo alrededor de una mesa mientras llenan copas de arena, una evocación del tiempo.

Liliana HeSant, Marcos Gan, Efraín Vaaz, Carlos Farfán
Espínola y Genaro Payró
Entre el grupo de actores se destacan Marcos, Liliana y Carlos, quienes supieron apartarse del tonillo artificial de la recitación de textos para dar a sus personajes un acento propio.


“Gente de razón”, dirigida por José Ramón Enríquez con asistencia de Sebastián Liera, tendrá funciones todos los miércoles de julio, a las 8 p.m., en el auditorio del Centro Cultural de Mérida Olimpo. La entrada cuesta 50 pesos.

Lucía Rojas Aquiles, Marcos Gan, Liliana HeSant, Érick
Silva, Carlos Farfán Espínola, Efraín Vaaz, Genaro
Payró y Casandra González Medina