La Compañía de Danza Clásica de Yucatán al concluir la presentación de "Divertimento de danza" en el Peón Contreras |
Quienes hayan seguido la trayectoria de la Compañía de Danza
Clásica de Yucatán desde su creación habrán notado que no es la misma la de sus
orígenes que la que se presentó el jueves 1 de agosto con el “Divertimento de
danza” en el Teatro Peón Contreras. Y no lo es no sólo por los cambios de
integrantes y director que ha experimentado (aun ahora la titularidad es
compartida interinamente por Emmanuel Gutiérrez y Juan González), sino también
por sus aptitudes técnicas. Y eso es algo bueno.
Los duetos y el pas de trois de esa noche, algunos de ellos
habituales en programas combinados de ballet (“Llamas de París”, “Diana y
Acteón”) y otros menos frecuentes de ver, al menos en Mérida (“Tchaikovsky Pas
de Deux”, el de la esclava y el mercader de “El corsario”), exigieron de los
bailarines cualidades con las que demostraron que están escalones arriba del
nivel en que se encontraban hace unos meses.
La sensación que dejó esa función se puede expresar en dos
palabras: pulimiento y homogenización. Hay bailarines que desde los inicios de
la agrupación se han hecho notar por sus aptitudes (el caso de Tatiana Arcila)
y otros a los que sus actuaciones eran opacadas por falta de expresividad,
inseguridad al girar, pérdida de equilibrio, deficiencias en el trabajo en pareja. En la presentación del jueves 1 se notó un mayor
refinamiento y limpieza en los movimientos, sobre todo entre las mujeres. Aunque el dueto de Tatiana con Emmanuel en “Esmeralda”
fue uno de los más aplaudidos y llamativos de la noche (en un momento él la hizo
girar por encima de su cabeza y la atrapó en el aire), la mayor sorpresa para
mí fue la actuación de Lisset Ruiz, quien bailó con Mayvel Miranda una
adaptación del pas de deux final de “Paquita”. La primera vez que vi bailar a
Lisset con la compañía fue hace algunos años en el papel de Kitri en “Don
Quijote”. Cuando le llegó el momento de hacer los fouettés los hizo completos
(y sin caerse), pero después de los primeros giros la pierna de trabajo fue
perdiendo altura al doblarse y terminó por deslucir lo que en otras
circunstancias hubiera sido un ejercicio espectacular. Eso no ocurrió en “Divertimento
de danza”: sus fouettés fueron rápidos y controlados y le merecieron una
justa lluvia de aplausos.
Pero no fue la única que tuvo oportunidad de demostrar sus
aptitudes. En la primera pieza del programa, el pas de trois de “El lago de los
cisnes”, Mónica Arceo (bailó con Miguel Hevia y Laura Manzanilla) destacó por la
delicadeza de sus líneas; en el pas de deux de “El corsario”, Paulina Gordillo (con
Adrián Leyva) sobresalió por su flexibilidad y también por la rapidez de sus
giros (habría que, sin embargo, trabajar un poco más la expresividad, pues estuvo
seria y daba la impresión de apuro por terminar), y Montserrat Castellanos, en “Llamas
de París” con César Pérez, confirmó por qué es una de las bailarinas yucatecas más
populares. Esto transmite la sensación de una compañía más homogénea, en la que
ahora más integrantes pueden hacer el mismo número de cosas y hacerlas bien.
También fue notorio el avance de las parejas en las assisted
pirouettes: antes lo común era que la
bailarina se fuera de lado o que no girara muy rápidamente, pero en esta ocasión
destacaron por lo contrario, pues, a pesar de una que otra falla en ese
sentido, en general las pirouettes fueron
equilibradas y veloces.
Otras parejas en el programa fueron Érika Argüelles y Yojan
Herrera, en el “Tchaikovsky Pas de Deux”, y Martha Acebo y Léster Díaz, en “Diana
y Acteón”. Léster hizo olvidar el terrible vestuario que le tocó esa noche (¿cuándo
fue que Acteón se apuntó a la moda animal print?) con la exhibición de las proezas
físicas identificadas con su personaje y la institución de la que proviene el
bailarín (la cubana ProDanza). En el “Gran final” de la noche, cuando todas las
parejas se alternaron en el escenario para repetir algún momento destacado de
su actuación, Léster regaló al público unos “giros de barril” que colmaron el
entusiasmo de un público que respondió animadamente a cada dueto.
Con este resultado, que los bailarines ciertamente no han
conseguido solos, es incomprensible la omisión en los programas de mano de la
maestra que prepara a la compañía y que, si no ha habido cambios desde mayo, es Beatriz Martínez. Está
muy bien saber el nombre de los responsables del audio, las luces y el
vestuario, pero nada de esto hubiera sido de utilidad sin unos bailarines
capaces de sacar adelante las coreografías.
Ahora corresponde al público ayudar a avanzar este proyecto,
no sólo respondiendo a la invitación de asistir a las funciones de acceso
gratuito (como fue la del jueves 1), sino estando dispuesto a pagar por la
entrada a estos espectáculos. Lo que se vio en “Divertimento de danza” hace
pensar que si se continúa andando por este camino Yucatán podría contar con
una compañía de danza clásica sólida, con artistas de alto nivel y en número
suficiente para montar ballets completos de calidad y que tenga temporadas
regulares con un amplio repertorio.
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