Por cuestiones de trabajo estuve en Paseo de Montejo cuando
se inauguró el Festival de la Cultura Maya, el programa con el que el gobierno
del Estado conmemora hasta este sábado 22 el fin del baktún. Llegaba al principal
de los escenarios que se instalaron para presentar espectáculos artísticos
durante unas tres horas justamente en el momento en que actuaba el Ballet
Folclórico del Estado. No pude evitar sentirme contagiada por el ritmo de la
jarana, el sonido de la trompeta y las pulsaciones de las percusiones.
Pensé que no importa qué música acostumbre escuchar camino
al trabajo o cuál elija para acompañar mi tiempo libre, no puedo negar la
cruz de mi parroquia: en mi ADN están codificadas las expresiones culturales de
la tierra a la que pertenezco.
El Ballet Folclórico del Estado. |
Hoy, un día simbólico para el pueblo originario de Yucatán,
reflexiono sobre lo que más me gusta de la herencia maya y lo que lucharía por poner
a salvo si es que llegara a ocurrir ese chistecito del fin del mundo:
1) Uxmal. Comprendo la fascinación de los de
adentro y fuera por Chichén Itzá, pero para mí la zona arqueológica maya más
bonita e impactante es Uxmal porque me da la sensación de que se construyó buscando la belleza
y no sólo el sentido utilitario. Así me explico el diseño armonioso de sus edificios
y la profusión de adornos, que no por geométricos son rígidos. Además, Uxmal se
encuentra en un área geográfica de Yucatán donde la vegetación es más abundante
que en otras regiones, lo que para mí constituye un atractivo adicional.
Pirámide del Adivino, en Uxmal. |
Mascarones de Chaac, en Uxmal. |
Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal. |
2) La comida, desde luego. Aunque haya momentos en
que rechace algunos guisos por cuestión de calorías, en los días en que esto no
me importa no le pongo cara de fuchi a la longaniza, la cochinita, los panuchos
y salbutes, los papadzules, la sopa de lima, el puchero… Entre
todos los platillos tengo una consideración especial al frijol con puerco, no
tanto porque me vincule con mi herencia mestiza, sino porque lo hace con mi
infancia: pensar en él me devuelve a los años de escuela, cuando lo comíamos al
regresar a la casa, todos sentados a la mesa, mi mamá sirviendo los platos…
3) El pensamiento mágico. No me importa no creer en
aluxes ni en espíritus, de igual forma me divierten las historias sobre
entidades invisibles que tratan de verle la cara a los humanos o castigarlos
cuando se pasan de vivos, y me conmueven las que hablan con convicción de seres
queridos que de cuando en cuando regresan al mundo para llenarse el estómago de
las comidas que les gustaban y visitar a su familia terrenal, aunque yo sepa que
eso en realidad no ocurre.
Hoy, cuando el mundo sobreviva una vez más a sus catastrofistas, podremos seguir la fiesta con otra joya cultural yucateca: una copita de Xtabentún.
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