Playa de Mahahual. |
Ya con el agua hasta la cintura, traté de recordar la
ocasión anterior en que me había bañado en el mar. No pude hacerlo, pero tiendo
a pensar que no fue antes de cuatro años atrás.
Este viaje a Mahahual me permitió experimentar de nuevo la
sensación del contacto con el mar y de estar en aguas tan transparentes que
puedes ver a los peces nadando junto a ti. El puerto aún tiene el encanto de un
pueblo pequeño, pues, aunque en su costera hay un Señor Frog’s y
“enganchadores” para atraer clientes a los restaurantes, se respira
tranquilidad en una playa limpia que no huele a aire acondicionado de salón de gran
corporación.
No sé si mi opinión sería otra de haber estado un día más y
coincidido con la llegada de los cruceros. Pero al menos lo que me tocó vivir
en Mahahual fue diferente del estilo de turismo que hacen Cancún y Playa del
Carmen y con el que ya no congenio.
Además,
desde Mahahual se puede llegar a otros atractivos del sur de Quintana Roo y el
oriente de Yucatán, como la zona arqueológica de Chacchoben, a unos 15 minutos por
la carretera a Mérida desde el entronque que conduce al puerto (de este
entronque hasta la playa se hacen de 30 a 40 minutos manejando a una velocidad
de 100 a 120 kilómetros por hora). Es un sitio pequeño pero agradable de
visitar. Hay, por ejemplo, una estela en exhibición protegida por una
estructura de paja y dos construcciones de bordes redondeados en el Gran
Basamento que se revelan al viajero sólo después de subir una escalinata.
Estela en Chacchoben. |
Edificio en el Gran Basamento de Chacchoben. |
El día que visité la zona el flujo de turistas era bajo,
así que fue fácil dejarse envolver por los sonidos de la selva y admirar
animales como una ardilla y lo que me pareció ser una zorra, aunque un empleado
del lugar me dijo que era un perro de monte. Aquí va la foto por si alguien desea
confirmar de qué animal se trata:
Fauna de Chacchoben. |
El regreso a casa fue por un camino diferente al de llegada:
en lugar de hacerlo por la carretera Mérida-Chetumal fue pasando por Felipe
Carrillo Puerto, Tihosuco y Tepich en dirección a Valladolid y de ahí a Mérida.
En Felipe Carrillo Puerto llaman la atención las leyendas
reivindicadoras del pueblo maya que se pueden leer en murales, monumentos y
mantas. Junto a la iglesia principal hay un museo y centro cultural con salones
llamados Cecilio Chi, Jacinto Pat…
Iglesia principal de Felipe Carrillo Puerto. |
En Tihosuco hay un museo dedicado a la guerra social maya
que en el momento de mi visita estaba cerrado por mantenimiento. Pero la
escala en la comunidad vale la pena tan sólo para ver su iglesia: un edificio colonial
al que irónicamente la destrucción contribuye a hacer más bello. Hice mi entrada a
la iglesia del Niño Jesús por una puerta lateral y grande fue el impacto cuando
al mirar hacia la entrada me encontré con que un tramo del techo está hecho de
nubes… Una cuarta parte de la nave principal está al descubierto y de la
fachada sólo se conservan unos metros de pared, suficientes para sugerirnos su antigua decoración con columnas y relieves. Una bugambilia sobre el travesaño de la
puerta principal redondea la sensación de estar ante una belleza extraña.
Iglesia del Niño Jesús de Tihosuco. |
La de Tepich es una iglesia más convencional, con láminas
haciendo de techo para la construcción de piedra, que a un costado tiene un par
de ojos de buey. Lo que me resultó más interesante del lugar es el antiguo cementerio donde se encuentran los restos de Cecilio Chi, caudillo de
la guerra social maya. Una placa colocada en 2008 da cuenta de la relevancia
del sitio y la persona, “libertador de la nacionalidad maya y símbolo inmortal
de justicia y libertad”.
Cementerio donde reposan los restos de Cecilio Chi en Tepich. |