martes, 13 de noviembre de 2012

"El tercer sector"


Moraleja de la historia: antes de ir al teatro no le preguntes a un amigo cómo van las cosas. Puede ocurrirte lo que a mí hace unos días, cuando su respuesta me dejó tan triste que al comenzar a ver “El tercer sector” pensé que había elegido la peor obra para ver esa noche.  Pero soy de las ñoñas que una vez en el teatro (y en el cine) se sienten obligadas a quedarse hasta el final. Y ésa sí fue una buena decisión.
La obra de Dea Loher que está recorriendo foros de Mérida no es exactamente una historia feliz y sí exige del espectador, por su tema (los empleados de una gran dama recuerdan su vida miserable al lado de su patrona y de ellos mismos, sus miedos, sus muertos, sus complejos) y formato, mucha colaboración. A pesar de esto, y del sentimiento con el que entré, al terminar la función sentí  que la experiencia había valido la pena:



Escena de "El tercer sector" (la foto
fue tomada de Diario de Yucatán). 


1  Porque los actores son buenos:  tres mujeres y un hombre de la compañía francesa Nina Tchylewska. La obra está hablada en francés y los diálogos traducidos al español son proyectados sobre una tela blanca en el fondo. Si no hablas francés, como ocurre conmigo, leer las palabras en la tela al principio te va a robar mucha de la atención que deberías prestar a las actuaciones, además de que a mí me tomó tiempo recuperarme de la sorpresa de estar viendo una obra hablada en un idioma diferente del español.  Pero eventualmente conseguí adaptarme a la situación y disfrutar el desempeño de los actores. Me emocionó muchísimo el de Vincent Capponi, la manera en que llora en su primera escena hablada me resultó tan auténtica que sentí pena por él.



2)  Por su estructura: la obra alterna diálogos y monólogos, que le van dando ritmo.



3) Porque está abierta a la interpretación del público. No todo parece ser lo que es, algunos monólogos y el final dejan pensando que los personajes podrían no ser quienes aparentan y no estar exactamente donde creemos en un principio.


4) Porque está acompañada de música en vivo, que a veces no es música en su sentido más tradicional. No sé si en todos los foros donde se está presentando la obra el grupo a cargo de la música se coloca en un lugar donde el público lo puede ver; en Tapanco quedaba  frente al auditorio, así que se podía seguir claramente sus movimientos y ver cómo producía los sonidos, por ejemplo con cubos de agua. Este grupo es la parte mexicana del proyecto: el colectivo Tempus Regvla.


5) Porque nos abre las puertas a experiencias escénicas diferentes de las que en promedio se ven en Mérida, aunque esto no necesariamente vaya a atraerles espectadores a carretadas. Tal vez porque la obra se desarrolla pausadamente un caballero sentado frente a mí suspiraba continuamente como cuando se está aburrido, otro comenzó a vagar la mirada por el lugar e, incluso, a una muchacha sentada en la primera fila no le importó ponerse de pie y salirse cerca del final. Al terminar la presentación en Tapanco un chico de Tempus Regvla explicó que con esta obra quieren acercar el arte al público, algo que han visto que es difícil. Eligieron el camino complicado y sólo por eso ya deben sentirse satisfechos.

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