viernes, 23 de noviembre de 2012

Al descubrimiento del satírico


Larga vida a hipócritas, insensibles y arribistas sociales. No lo digo yo, lo veo en una vuelta por el Olimpo, a la sala 2 de su galería, donde se exponen grabados de “Picheta”.

El gancho de la muestra en el centro cultural es la obra de José Guadalupe Posada, que se presenta en la sala 1; pero el gran ganador de la exhibición es el yucateco. La Catrina y otras variaciones de las calaveras de Posada ya son del dominio público, fácilmente consultables en internet y ampliamente reproducidas hasta en las pasarelas de moda. De “Picheta”, sin embargo, se ve poco, incluso en Mérida, donde sus grabados no están en exhibición en forma permanente, ni siquiera en la galería del pasaje que tiene su nombre.

Así que visitar “Posada y Picheta: Los imprescindibles del grabado mexicano” es una oportunidad de descubrir de primera mano la acidez e ironía del artista yucateco que no dejaba títere con cabeza cuando se trataba de retratar a la sociedad de su tiempo, la del siglo XIX: infidelidades, conveniencia social… un código de conducta que sigue vigente 113 años después (él murió en 1899).

Aunque la pieza estrella de la sala dedicada a Posada es la Calavera Catrina en sus dimensiones originales (como del tamaño de un sobre de carta, si alguien se acuerda qué es eso), hay grabados que muestran un lado menos conocido del artista: el de narrador de la situación política de su época, contemporánea de los últimos años del porfirismo y el inicio de la Revolución. A diferencia de los de “Picheta”, los grabados de Posada son más informativos que satíricos y una fuente de datos sobre cómo se veía la guerra desde la primera fila.

Grabado de "Picheta".

Grabado de José Guadalupe Posada.

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