jueves, 14 de febrero de 2013

Vito Corleone no es (sólo) una pizzería en la Alemán


Siento una satisfacción perversa cuando el público le da la vuelta a las fórmulas comerciales. Cuando alguien dice que "la industria editorial está en crisis: los niños no leen"  y J.K. Rowling se convierte en la mujer más rica del mundo gracias a las historias de Harry Potter, el maguito que fue presentado a los niños en libros impresos de 400 páginas sin "figuritas". O como cuando por ahí aseguran que "el cine está en crisis: ahora para que una película interese tiene que ser en 3D" y se programan funciones de "El Padrino" que se llenan de espectadores veteranos y también veinte y treintañeros…

¿Qué tiene esta película de 40 años de edad y tres horas de duración que, sin más efectos especiales que los que hacen el maquillaje y la utilería y estar disponible desde hace mucho tiempo en televisión y formatos digitales, ha llevado a los meridanos a pagar por verla de nuevo en el cine en proyecciones especiales por el aniversario de su estreno (en marzo de 1972)?

Tal vez algo muy sencillo que mercadólogos, publicistas y empresarios con frecuencia parecen obviar cuando lanzan un producto a la conquista del mundo: que lo bueno es irresistible.


En una proyección esta semana de la película en Cinépolis de Plaza Las Américas, donde debía exhibirse hasta el miércoles 13 pero que por la respuesta del público lo hará hasta el jueves 21, la sala se vio llena en tres cuartos de su capacidad por espectadores que parecían tener edad suficiente como para haberla visto el año de su estreno y por otros que quizá la primera ocasión que escucharon mencionar a Vito Corleone fue en relación con la pizzería de ese nombre en la avenida Alemán y con el tiempo descubrieron al personaje.

No importó que se conociera bien la historia, que la forma de hablar y los modos de Don Corleone se hayan repetido y parodiado hasta el aburrimiento, que la imagen del Padrino escuchando al oído la solicitud de Bonasera se haya reproducido hasta el desgaste: el momento en que por primera vez se vio de frente a Marlon Brando fue electrizante y motivó alguna conmoción en un espectador cercano. ¿Quién puede culparlo? Era tal su aura de artista y la huella que dejaba en sus interpretaciones que no habiendo aparecido ni siquiera en la mitad de las escenas de “El Padrino” es este actor y su personaje los que definen la película.


Pero aun con Brando (y la música de Nino Rota y la dirección de Francis Ford Coppola y...) la cinta quizá no hubiera llegado tan lejos sin una historia que no por ubicarse en la década de 1940, tratar de inmigrantes italianos y abundar en violencia no se puede relacionar con el público anónimo que la observa, porque qué hay más común a la naturaleza del hombre universal que el deseo de respeto, de poseer más, de proteger a los suyos, de lograr sus propósitos por cualquier medio y, después de todo esto, disfrutar la tranquilidad y la seguridad de lo que tiene a bien llamar hogar.

A los mexicanos del siglo XXI “El Padrino” nos puede parecer muy actual con su lucha por el dominio de negocios ilícitos que entonces se llamaban licor y juego y ahora, narcotráfico o rutas de inmigrantes. Qué irónica resulta para nuestra época la opinión de Don Corleone de no participar en la distribución de droga por sus daños para el individuo y la sociedad, y su ofrecimiento de no vengar la muerte de su hijo con tal de que se detuvieran los asesinatos entre las familias. Ah sí, un grandísimo hijo de puta con corazón de oro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario