Siento una satisfacción perversa cuando el público le da la
vuelta a las fórmulas comerciales. Cuando alguien dice que "la industria
editorial está en crisis: los niños no leen" y J.K. Rowling se convierte en la mujer más
rica del mundo gracias a las historias de Harry Potter, el maguito que fue
presentado a los niños en libros impresos de 400 páginas sin
"figuritas". O como cuando por ahí aseguran que "el cine está en
crisis: ahora para que una película interese tiene que ser en 3D" y se programan
funciones de "El Padrino" que se llenan de espectadores veteranos y también
veinte y treintañeros…
¿Qué tiene esta película de 40 años de edad y tres horas de
duración que, sin más efectos especiales que los que hacen el maquillaje y la utilería y estar disponible desde
hace mucho tiempo en televisión y formatos digitales, ha llevado a los meridanos
a pagar por verla de nuevo en el cine en proyecciones especiales por el
aniversario de su estreno (en marzo de 1972)?
Tal vez algo muy sencillo que mercadólogos, publicistas y empresarios
con frecuencia parecen obviar cuando lanzan un producto a la
conquista del mundo: que lo bueno es irresistible.
En una proyección esta semana de la película en Cinépolis de
Plaza Las Américas, donde debía exhibirse hasta el miércoles 13 pero que por la
respuesta del público lo hará hasta el jueves 21, la sala se vio llena en
tres cuartos de su capacidad por espectadores que parecían tener edad
suficiente como para haberla visto el año de su estreno y por otros que quizá la
primera ocasión que escucharon mencionar a Vito Corleone fue en relación con la
pizzería de ese nombre en la avenida Alemán y con el tiempo descubrieron al
personaje.
No importó que se conociera bien la historia, que la forma
de hablar y los modos de Don Corleone se hayan repetido y parodiado hasta el
aburrimiento, que la imagen del Padrino escuchando al oído la solicitud de
Bonasera se haya reproducido hasta el desgaste: el
momento en que por primera vez se vio de frente a Marlon Brando fue electrizante
y motivó alguna conmoción en un espectador cercano. ¿Quién puede culparlo? Era
tal su aura de artista y la huella que dejaba en sus interpretaciones que no habiendo
aparecido ni siquiera en la mitad de las escenas de “El Padrino” es este actor
y su personaje los que definen la película.
A los mexicanos del siglo XXI “El Padrino” nos puede parecer
muy actual con su lucha por el dominio de negocios ilícitos que entonces se
llamaban licor y juego y ahora, narcotráfico o rutas de inmigrantes. Qué irónica resulta para nuestra
época la opinión de Don Corleone de no participar en la distribución de droga por
sus daños para el individuo y la sociedad, y su ofrecimiento de no vengar la
muerte de su hijo con tal de que se detuvieran los asesinatos entre las
familias. Ah sí, un grandísimo hijo de puta con corazón de oro.
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