Noche de
jueves. El Festival del Calor del colectivo Fábula Rasa se hace honor a sí
mismo: la humedad aprieta y la temperatura agobia. Ya pasan de las 9 y aún no
se autoriza al público a avanzar en fila para entrar.
Uno de los cuatro diseños de programa |
Antes de que
esto finalmente ocurra pienso en los papeles que tengo en la mano. ¿Cuándo fue
la última vez que en un espectáculo me dieron a elegir entre varios diseños
posibles de programa? ¿Cuándo, la última en que el boleto me hacía pensar en la
figura de las antiguas entradas al cine?
Ya ingresamos
al Olimpo, pero todavía no franqueamos la puerta de la videosala. Nos piden
detenernos junto a la alfombra roja, donde Zaab’di Hernández, en el papel de
conductor de la velada, y Addy Téyer, en el de Paloma León, su impulsora,
reciben e informan al público de los objetivos del festival de cortometrajes y de
menudencias que van revelando la personalidad de una actriz que resuena en
clave de diva (“La alfombra roja no es para cualquiera”, sentencia).
Ahora sí,
sentados y confortados por el clima artificial, el primer cortometraje comienza
su proyección. “La piel del otro” (guión original de
Conchi León) captura instantes de la vida cotidiana del yucateco que son
impactados por el calor. ¿Cuándo fue la última vez que escuché en un escenario,
en el cine, hablar con el acento de mi región sin que hubiera un afán de
exageración o parodia?
Addy Téyer y Zaab'di Hernández. Fotografía de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento |
Desde
pequeña, dice Paloma/Addy, la protagonista, “aprendí que el calor lo descompone
todo”: la cara, al enfrentarse al sudor de otros; la comida, el descanso… Pero
hay un calor que le merece elogio: abrazada al enamorado, es aquél que “puede
incendiar el cuerpo sin quemarlo”.
Una
discrepancia entre Paloma y el ficticio autor del corto trae a escena a Luis “El
Chino” Aznar (Alfonso García Medina) –una alusión al director artístico y
realizador de todos los cortos del festival, Luis Ramírez Aznar–, quien a su
vez termina enfrentado al creador del siguiente trabajo, Howard Puc (Érick
Silva, también a cargo de la dirección de actores), un “artista conceptual” que
adolece de todos los lugares comunes de su estirpe. Su corto “Frigorífico” (el
autor verdadero es Saúl Enríquez) está más cerca del vídeo musical, con una
única imagen que se repite –la de un refrigerador– sobre un fondo que cambia de
color con los impulsos de la música electrónica.
“Tarjeta
postal”, de Miguel Arrivilla (en realidad Edgar Chías), es el dulciamargo
retrato de un aspirante a actor que rehúye de un destino como mesero.
Imagen del corto “Tarjeta postal”. La fotografía es de Fábula Rasa |
“El cenote y
la luna” lo presenta Agustín Canul (Juan José Chacón; el guión es de Goyo
Carrillo) con una disculpa por las fallas técnicas, que se entienden por ser un
trabajo en VHS de sus inicios, y la confesión de la misteriosa desaparición de
un amigo de la infancia después del estreno. Al final del espectáculo decidiré
que éste es el corto que más me ha gustado, porque me ha hecho sentir en un episodio
de “Dimensión desconocida”.
Howard Puc (Érick Silva). Foto de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento |
Socorro
Loeza presta su piel a Felipa Ek, el personaje de la realizadora de “La ficción
de Balam” (de David Gaitán). En vídeo envía un mensaje en maya sin subtitular, una manera de calzar al público con los zapatos de las comunidades indígenas, a
las que se obliga a comprender el idioma mayoritario y no se les consiente ser
entendidas en el suyo.
El corto es
la historia de Balam, habitante de un municipio yucateco al que la oportunidad
de trabajar en una película perturba la existencia. ¿Cuándo fue la última vez
que los paisajes de mi Estado aparecieron en pantalla sin pasar antes por el
filtro endulzado de la publicidad para el turismo?
El rodaje de “La ficción de Balam”. Foto de Fábula Rasa |
A “Tenemos
prisa” de María Canto Lazcano (Karla Franco; guión de Mario Cantú) le sirve de
preámbulo una fallida entrevista en vídeo sin editar con “la Reygadas yucateca”,
que con evidente exasperación afronta las preguntas de Zaab’di Hernández. “Reygadas
es aburrido… y misógino”, responde cuando le piden opinar sobre las
comparaciones con el cineasta mexicano.
Su historia,
la de una chica a la que un desconocido le insiste por teléfono que “tenemos
prisa”, es de las que bien podrían ocurrir en cualquier ciudad y con cualquier
persona, pero, como los demás trabajos que se exhiben en el festival, sus actores
y escenarios son identificables con Yucatán.
Marysol Ochoa y Míriam Chi. Foto: Dirección de Cultura del Ayuntamiento |
La última
proyección es la de “Combustión”, único documental de la cita, que requiere una
lectura en vivo en voz de la mamá de Paloma León (Míriam Chi) y el performance
de su autora Daniela Bolio (Marysol Ochoa; el guión es de Luis Alcocer), que
pretende recrear el final de su tía y cineasta amateur Socorro Bolio, quien
falleció consumida por las llamas de cintas inflamables.
El festival
hace reír, y mucho, al público, para el que todavía hay una escena final
deliciosamente ridícula.
Las luces se
encienden y los espectadores comienzan a retirarse. Salgo a la calle y pienso
en la ironía: la noche del Festival del Calor se ha puesto fresca.
La primera
temporada del Festival del Calor, programa de cortometrajes enmarcado en una
obra de teatro, tuvo funciones el 19, 20 y 21 y el 26, 27 y 28 de julio en la
videosala del Centro Cultural Olimpo. En un siguiente ciclo se añadirán trabajos
de cuatro dramaturgos más: José Ramón Enríquez, Noé Morales, Pilo Galindo y
Richard Viqueira.
En su desarrollo también intervienen María José Pool, como asistente de producción, y Paz Gallegos, en la logística.
La propuesta
se concretó con apoyo del Fondo Municipal para la Cultura y el Desarrollo
Mérida 2017.
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