Imagen de la colección "El sonido del agua me recuerda", de Manuel Mendive, en el Macay |
El arte contemporáneo es generoso al reconocer la paternidad
de obras con más o menos grado de rebeldía respecto a las formas e ideas
tradicionales. Y las exposiciones del primer trimestre del año en el Macay
(ahora llamado Museo Fernando García Ponce-Macay) fueron una muestra de que por
las venas de los hijos de la plástica contemporánea corre todo menos el mismo
ADN.
Ahí está para comprobarlo el cubano Manuel Mendive, el
invitado principal de este período y cuyas obras ocuparon las salas 9, 10 y 11.
Los protagonistas de su colección “El
sonido del agua me recuerda” son figuras oníricas que sugieren cierta
naturaleza humana , pero que en los relatos plásticos de Mendive también tienen
algo de aves (en algunas se reconocen picos y alas), peces (están suspendidas
en posición horizontal, como si estuvieran nadando) y seres aún por existir, rociados
con pequeños caracoles. Sin embargo, las escenas de este universo , en el que incluso
los marcos forman parte de la narración, tienen un sabor familiar, como si los
ambientes marinos y selváticos que induce a imaginar el predominio de verdes,
azules y cafés de los cuadros se hubiesen inspirado en paisajes pintados décadas
atrás y trasladados a un mundo paralelo.
En contraste, en las “Dimensiones insospechadas” de Alfredo
Castañeda, en la sala 1, es fácil reconocer las formas humanas de los
personajes, entre los que se repite con insistencia un varón de barba abundante
y cabeza calva. Pero las situaciones en que Castañeda lo coloca chocan con nuestra
lógica y lo que sabemos que es posible; en “El gran parto”, por ejemplo, la cabeza
desnuda-peluda del individuo se asoma por el bajo vientre de un hombre de aspecto
similar y con las piernas abiertas en actitud de alumbramiento.
"El que tenga oídos para oír que vuele", de Alfredo Castañeda, en el Macay |
En las salas 6 y 7 se abrió un espacio para jóvenes
creadores, que, con el título “Yucatán, arte emergente. El impulso de la
creación”, compartieron sus diferentes aproximaciones a la plástica. De especial
interés fueron la obra “Tánatos o La Piedad”, en la que José Luis Bojórquez
recrea con personajes de cómics el dolor de una madre por la pérdida de su
hijo; las esculturas de Manolo Niembro, monocromáticas y de formas orgánicas,
placenteras a la vista, y la colección de Alexander Ovcharov, quien, además de
pintar, toca el oboe con la Sinfónica de Yucatán.
"Tánatos o La Piedad", de José Luis Bojórquez |
Alexander ha expuesto anteriormente en otros foros, como la
galería del Peón Contreras, donde ya había dejado en claro que la suya no es
una pintura solemne, pero tampoco un divertimento sin sustancia. Uno de sus
cuadros en el Macay fue “Manzana de la discordia”, que representa una discusión
de hombres en un mercado que se anticipa violenta y que lleva al espectador a
preguntarse por qué, si los personajes visten con ropas modernas, hay uno que lleva
lo que aparenta ser una capa de armiño, como si se tratara de un rey de los de
antaño, y por qué hay otro con el brazo cubierto con una estructura
similar a la de una armadura… En “El paradigma del camino y los Globos Cruciger”,
el personaje en primer plano es el presidente ruso Vladimir Putin, quien está
representado en forma realista; pero esa literalidad en la recreación de la
figura humana se pierde en los hombres que lo acompañan hasta el punto que
uno de ellos, del que sólo se alcanza a ver parte del rostro, remite a Homero
Simpson.
Obras de Alexander Ovcharov en el Macay |
El nuevo ciclo de exposiciones trimestrales en el museo se
abrirá este viernes 11 de abril.
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