jueves, 10 de abril de 2014

"La gran belleza" llega a Mérida


La vocación con que nació el ciclo de cine de LA68 fue la de ser un espacio en Mérida para la proyección de documentales, el género en que se especializa Lorenzo Hagerman, propietario con su esposa Paula de la Casa de Cultura “Elena Poniatowska”. Con el tiempo se ha convertido también en una sala que ha acercado a los meridanos a largometrajes de ficción que en el mejor de los casos tardarían años en llegar a la ciudad.

En LA68 se han exhibido, antes de que lo hicieran en cines comerciales de Mérida, cintas como “Luz silenciosa”, que le mereció a Carlos Reygadas el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2007; “Heli”, por la que Amat Escalante ganó la Palma de Oro al mejor director en el mismo festival en 2013, y, este año, “De tal padre tal hijo” y “La vida de Adele”, la primera Premio del Jurado y la segunda Palma de Oro a la mejor película, ambas en Cannes 2013, y “La gran belleza”, que en marzo pasado se llevó el Óscar a la mejor película extranjera.

“La gran belleza”, del italiano Paolo Sorrentino, es una película larga (poco más de dos horas de duración) que no sigue la estructura “planteamiento, desarrollo, clímax, desenlace”, sino que se construye con microhistorias, bosquejos de la vida de Jep Gambardella, escritor de una sola novela, periodista, parrandero, mujeriego, cínico y proclive a la sonrisa. Una experiencia comparable a hojear un álbum de fotos en el que cada imagen tiene una historia particular; al final, aunque en apariencia inconexas entre sí, todas aportan la información que necesitamos para comprender al protagonista. Esta forma de narrar hace imposible anticipar las acciones de Jep y el momento del final, lo que después de 120 minutos puede producir cierta ansiedad.

Toni Servillo como Jep Gambardella

De ahí en fuera todo juega a favor de “La gran belleza”. Toni Servillo mezcla en Jep calidez, elegancia y humor; crea con maestría a un hombre que camina al borde del patetismo (a los 65 años sigue acostándose de madrugada porque de noche se va de fiesta o a recorrer la ciudad, se la pasa bebiendo y es aficionado al sexo) pero que está dotado de una gran sensibilidad y muchas emociones, que fluyen por el expresivo rostro del actor. Cuando a Jep le informan de la muerte de su gran amor de juventud algo le empieza a hacer ruido: se cuestiona el pasado, llora las pérdidas, busca significados. Pero el guión de Sorrentino y Umberto Contarello  no cae en la trampa de las películas edulcoloradas y moralistas en las que el protagonista, arrojado a los placeres mundanos, encuentra el verdadero sentido de su vida cuando casi la pierde de tan bajo que cae. Jep no va a rechazar las alegrías de la carne; va a volver al punto de partida, a su pueblo de origen, en busca de esa “gran belleza” a la que le dio la espalda y pensó encontrar en Roma.

Porque aquí la capital milenaria es la verdadera protagonista del filme, una metáfora de nuestros sueños de éxito, nuestras aspiraciones de grandeza personal y profesional a los que con el tiempo la realidad reduce o aniquila. Por eso el esmero con que Sorrentino nos muestra a Roma en escenas de gran belleza visual, como aquélla de tintes surrealistas en la que Jep visita de noche las termas de Caracalla, resaltadas por la iluminación artificial, y descubre una jirafa, y una en la que el escritor y su amiga Ramona hacen un paseo nocturno por las habitaciones que resguardan las obras de arte de los palacios.

Incluso las escenas de fiesta, con los invitados bailando frenéticamente, dan cuenta de esta estética, que en ocasiones se acompaña de una emoción intensa, como cuando una condesa venida a menos, que junto con su marido se “renta” como invitada a eventos sociales, entra fuera de horario a un palacio convertido en museo y se dirige a la sala que exhibe una cuna… su cuna. Ahí escucha la explicación que reciben los visitantes regulares: en ese lugar había nacido y vivido una infancia feliz, a pesar de que su madre había muerto joven; con los años, por problemas económicos, su padre tuvo que vender el palacio…

Además de ofrecer opciones de cine no comerciales, LA68 también cobra entradas por debajo del precio de las salas de cadena: 30 pesos el adulto, 15 pesos los estudiantes. La programación varía cada semana; en ésta, “La gran belleza” se va a proyectar nuevamente el sábado 12 a las 5 de la tarde.

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