martes, 22 de octubre de 2013

Respeto a la tradición y al público

(Publicado el lunes 21 de octubre de 2013 en la sección Imagen de "Diario de Yucatán")


Foto de Guillermo Galindo para Escenarte de la función
inaugural de "El Corsario" en el Auditorio Nacional

Demanda esfuerzo encontrar la forma de describir una función del Ballet del Teatro Mariinsky porque ¿cómo se materializa en palabras lo que tiene condición de etéreo?
A la escuela rusa de ballet se le reconoce por su altísimo nivel técnico, pero el Mariinsky está lejos de ser una compañía de cirqueros, de ésas que se inclinan sólo por la exhibición de proezas físicas como fórmula para ganar afición.
Y lo dejó bien en claro en la segunda, el viernes pasado, de sus tres funciones de “El Corsario” en el Auditorio Nacional: las aptitudes técnicas de sus artistas, desde las primeras figuras hasta el cuerpo de baile, están al servicio de un bien superior: la poesía visual, la que resulta de combinar cualidades físicas sobresalientes con las dosis justas de sensibilidad, delicadeza y elegancia.
Oxana Skorok, la Medora de esa noche, es una figura de porcelana dotada de aliento de vida, una que hace parecer los ademanes teatrales como formas naturales de expresión. Elena Evseeva como Gulnara sortea los retos coreográficos de la segunda escena del primer acto sin perder el efecto de contrariedad -y sin caer en la exageración- en el rostro por ser ofrecida como esclava al Pashá (Vladimir Ponomarev).
Kim Kimin atrajo los aplausos de mayor intensidad como Alí, el papel con más fuegos de artificio, en el segundo acto, cuando baila en la cueva de los corsarios con Medora y Conrad (Andrey Ermakov), aunque el porte y el dominio y limpieza de los movimientos de Alexey Timofeev hicieron de su traficante Lankedem una presencia que exigió seguirse desde que el telón se levantó.
En sus producciones el Mariinsky demuestra el respeto a su tradición y prestigio, pero también a su público, por el que se toma molestias y cuida los detalles. El prólogo, que narra en unos segundos el naufragio de Conrad, Alí y Birbanto (Yury Smekialov), transcurre detrás de un telón transparente sobre el que se proyectan nubes de tormenta, como también ocurre en el epílogo, aunque aquí el barco, que ahora navega en aguas tranquilas, se aleja entre el lienzo de nubes y uno posterior donde se ve un atardecer con el Sol enrojecido.
El palacio del Pashá, en el tercer acto, tiene techos que evocan el plumaje de un pavo real y cuando el harén baila en el Jardín Animado lo hace ante un gran fondo de columnas, flores y telas a través del cual, en un momento, se ve manar agua de tres fuentes.
La última vez que el Mariinsky actuó en el país fue hace 10 años. Su visita de 2013 concluirá mañana martes, cuando se presente la última de las tres funciones -comenzaron ayer- del segundo programa de la compañía, “Grandes ballets rusos”, que incluyen “Las sílfides”, “Petrushka” y “Sherezada”.- Valentina Boeta Madera

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