Paco de Lucía y el Septeto en concierto en Mérida |
Tal vez el mejor escenario para asistir a un concierto de
Paco de Lucía no es un teatro, sino la sala o la terraza de una casa, porque el
músico tiene la extraordinaria habilidad para hacer que su público se sienta,
antes que eso, amigo, cuate, carnal, brother…
Paco es claramente la estrella de sus presentaciones, como
la que ofreció el martes 15 en el Teatro Armando Manzanero; pero es todo menos
un músico de poses y cuando el auditorio le grita desde su asiento él entra al
juego, se ríe y contesta como amigo, cuate, carnal, brother…
En el concierto del 15, Paco no pronunció discursos ni presentó sus
composiciones; entró al escenario, caminó hasta el centro, hizo una reverencia
a manera de “buenas noches” y se sentó para inmediatamente tocar la primera
obra del programa, a la que secuencias melódicas cortas envuelven en un ambiente
nostálgico.
En la segunda pieza empezarían a unírsele los músicos del
Septeto, el conjunto que le acompaña en su gira mundial y le permite demostrar
que además de ser un artista genial es uno generoso: el lugar que Paco ocupa es
siempre el central y es su nombre el que arrastra a la gente al teatro, pero sus
acompañantes están igualmente dotados de mucho talento y De Lucía por momentos se
pierde voluntariamente en el paisaje para permitir a los demás lucirse. Ahí
está el ejemplo de Farruco, que asombra y conmueve en el tablao, y de los
cantaores Rubio de Pruna y David de Jacoba, que en lo personal me hicieron la
noche con su canto cálido y trágico. En otros momentos los demás artistas (el
guitarrista Antonio Sánchez Palomo, el percusionista El Piraña, Antonio Serrano
en la armónica y los teclados, y el bajista Alain Pérez) tienen solos en los
que presumen su arte.
Al terminar el concierto era obvio que el público le
insistiera a Paco para que regresara a tocar el encore, lo que hizo después de que
con aplausos se le rogara durante varios minutos (de hecho, yo pensé que el
guitarrista ya no volvería). Y cuando el telón finalmente bajó, decenas de asistentes
esperaron a los músicos a la salida de camerinos para saludarlos y fotografiarlos.
Fue una pena que este encuentro entre un artista y un público
comprometidos, este ejemplo de sencilla maestría y profunda entrega no lo
disfrutaran más que tres cuartas partes del aforo del Armando Manzanero. Pudo
influir, quizás, el precio de los boletos: de 500 (en galería y los primeros
que se agotaron), 900 y 1,200 pesos. Aunque al final todos recibimos mucho más de la
cantidad que pagamos.
Paco de Lucía (al centro) con El Piraña, Alain Pérez, Antonio Serrano, Antonio Sánchez, Rubio de Pruna, David de Jacoba y Farruco, el 15 de octubre en el Teatro Armando Manzanero |