martes, 9 de julio de 2013

Un espíritu en Bellas Artes


Blanca Ríos agradece los aplausos del público al final
de la presentación de "Giselle" en Bellas Artes.

Exactamente ciento setenta y dos años después de su estreno en París, la Compañía Nacional de Danza abrió su temporada de representaciones de “Giselle” en el Palacio de Bellas Artes.
La noche del viernes 28 de junio, en la primera de las cuatro funciones programadas (dos el sábado 29 y la última, el domingo 30), el papel protagónico del duque que engaña a Giselle tuvo sabor cubano con la actuación de Carlos Quenedit como bailarín invitado. A Carlos se le vio bailar en Mérida en las giras del Ballet Nacional de Cuba por la Península de 2005 a 2007; de hecho, fue en esta ciudad, al final de la visita de hace seis años, cuando abandonó a la agrupación artística.
Carlos aporta juventud -mantiene un rostro de niño-, galanura y fuerza física al personaje del infiel que es reinvidicado por el amor de Giselle. La campesina esa noche fue la primera bailarina mexicana Blanca Ríos, digna de admiración por la rapidez y el equilibrio de sus movimientos, especialmente cuando se presenta como nueva wili ante Myrtha, la reina de esos espíritus.
A Myrtha la interpretó la primera solista japonesa Mayuko Nihei, de saltos limpios y líneas delicadas.
Alfredo López Mancera diseñó el vestuario, que para las wilis incluyó faldas con detalles azules, en el caso de Myrtha, y verdes, en el de los demás espíritus, y tocados de pedrería que contribuyeron a dar al grupo de ánimas, implacable con los humanos, un aspecto dulce.
A pesar de tener todas estas cualidades a su favor, a la “Giselle” de la CND le faltó garra, fuerza escénica que la hiciera memorable. A Carlos se le sintió ajeno a la historia, la mayor parte del tiempo fue inexpresivo y sus movimientos se vieron mecánicos. Blanca se notó más involucrada en la personificación de Giselle, pero, exceptuando la dramática escena de la locura y muerte, la interpretó sin matices que la hicieran atractiva, sin diferencias contundentes entre la chica ingenua del primer acto y el ánima en pena del segundo.
La falta de identificación con los personajes alcanzó a las wilis, que carecieron de ese aire de mujeres fatales a las que no se debe provocar, y a Hilarión (Luis Zamorano la noche del viernes), quien se tomó con bastante calma el hecho de estar condenado a bailar hasta morir.
Míriam González como Berthe fue convincente narrando con mímica qué le ocurre a las jóvenes que mueren antes de su boda, pero sin maquillaje de canas ni arrugas que la envejecieran aparentó ser, más que la madre de Giselle, alguien de menos edad que la protagonista.
El acompañamiento musical quedó en manos de la Sinfónica Juvenil “Carlos Chávez”, que, a pesar del sostenido entusiasmo de su director huésped, Alfredo Ibarra García, se escuchó tímida y desafinada, sobre todo las cuerdas en el segundo acto.- Valentina Boeta Madera
(Artículo publicado el lunes 1 de julio de 2013 en la sección Imagen de "Diario de Yucatán").

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