viernes, 19 de febrero de 2016

Gracias por el viaje




Fue una motivación económica, no interés literario, lo que puso en mis manos el primer libro de Umberto Eco que leí. En una visita a la librería encontré un ejemplar con el nombre del escritor a un precio lo suficientemente bajo como para pensar que no me molestaría haber hecho el gasto si al final no me gustaba la obra de alguien de quien sólo conocía su ficha bibliográfica.

Era “La isla del día de antes”. Y sí, el precio no se correspondía con el valor real de la novela. Porque ninguna cantidad puede equivaler a la erudición de la narrativa de Eco, maestro de sintaxis, de vocabulario, de juegos mentales tan agotadores como fascinantes. La leí con avidez –no sin dificultad, cautivada por su lenguaje (la historia está escrita con los términos que se usaban en el siglo XVI), su trama, su humor y el desafío al que alude el título: el protagonista está en un bote anclado a unos metros de una isla en el límite de dos husos horarios; bajar a ella significa moverse entre el hoy y el ayer…

Esas cualidades las volvería a encontrar, en diferentes combinaciones y grados, en los siguientes libros que, ahora sí sin tacañería de por medio, fui comprando donde era posible hallarlos: “La misteriosa llama de la reina Loana”, “El cementerio de Praga”, “El nombre de la rosa”, que me entristeció terminar por habérseme agotado la fuente de aventuras y misterios a la que me había hecho dependiente.

Empecé “Número cero”, pero decidí hacerla a un lado para afrontar el reto de “El péndulo de Foucault”. La noticia de la muerte de Umberto Eco me encuentra en la recta final de esta lectura, que me ha confrontado con mi ignorancia sobre principios matemáticos  y me ha hecho preocuparme por los editorialistas del mundo que diseñan planes secretos y se los atribuyen a los Caballeros Templarios.

Estoy triste porque el abrevadero de aventuras y misterios se ha secado de manera definitiva, pero feliz por las oportunidades que me dio de sumergirme en sus aguas. Buen viaje, Umberto. Adiós, Eco, el erudito.



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