sábado, 12 de diciembre de 2015

mákinadT comparte su alucinación



Gervasio Cetto y Diana Bayardo al final de la representación
de "Alucinación compartida" en el auditorio del Olimpo

El nombre de Javier Álvarez en los créditos de una propuesta artística es más que suficiente motivo para desear conocerla. Así que llama la atención que la música compuesta por el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013 para “Alucinación compartida” no se escuche sino diez minutos después de iniciarse la representación del más reciente proyecto escénico de mákinadT.

No es reproche. Estamos tan acostumbrados a dar la música por sentado al ver una coreografía que esos minutos de silencio mientras Gervasio Cetto y Diana Bayardo —la fórmula originaria de mákinadT— mueven brazos y cabeza de pie en un mismo punto nos hacen más conscientes de la función del sonido como compañero del movimiento y del movimiento en sí, una ejecución en la que sobresalen las líneas y la flexibilidad de Diana. 

La composición de Javier sirve de aliento a la imaginación para darle significado a los “paisajes visuales” —como los llamó Gervasio— que, está claro, no persiguen un fin narrativo. Está en el espectador la voluntad de interpretarlos, como los bailarines confirmaron en la charla que sostuvieron con el público al concluir la última función de su temporada en el Olimpo, el viernes 4 pasado. 

Asumirlos como instantáneas de emociones cotidianas fue decisión de mi ilusión: tedio, incomodidad, expectación, miedo, combate. Otras veces me parecieron ejercicios de estética, un “ballet de líneas” con momentos muy agradables. Los sonidos de Javier me remitieron en ocasiones a un futuro de viajes interplanetarios, otras a un campo de batalla.

En una parte los bailarines colocan muebles y cruzan hilos en el escenario, por los cuales van pasando como en un juego de superar obstáculos. Según indicaron —su intención con la charla era intercambiar con el público comentarios para nutrir el proyecto, aún en proceso de creación—, su propuesta surgió de una reflexión sobre el movimiento corporal y cómo es influido por el espacio. Hablaron de arquitectura, apoyarse en el espacio y “vectores” (los hilos cruzados) y cómo éstos determinaron sus desplazamientos en la coreografía.

Una explicación un tanto compleja y no necesaria considerando que los mismos artistas pretendían que el espectador le diera un significado propio a la propuesta escénica. Testimonio personal: tanta información incluso resultó contraproducente, pues hizo sentir frustración por no haber percibido la motivación de sus creadores. Sí se agradece que dedicaran tiempo a hablar del guante que cada uno usó y que sin esa explicación hubiera quedado como un elemento más del vestuario: se trata de un recurso tecnológico (que requiere de internet inalámbrico) para que con movimientos de la mano se reproduzca la pista del sonido. Es una idea que unifica las figuras de músico y bailarín, pues, aunque éste no es el instrumentista, sí es quien decide cuándo y qué debe escucharse.

Gervasio y Diana continuarán el desarrollo del proyecto durante una residencia en Cuernavaca.


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