Raquel Araujo y Roberto Franco en "Las Bacantes" (fotografía tomada de www.rendija.net) |
Pero ¿por qué repiten una y otra vez una misma línea de
parlamento como si estuvieran locos? ¿Qué problema tienen?
Y ¿por qué se untan por
el cuerpo las vísceras de una res? ¿Qué es lo que les sucede?
Ese actor va de mujer: falda, vestido, hipil, y sin ropa
interior. ¿Por qué hace eso?
Perturbadora, misteriosa, chocante, polémica, poética… No
hay solamente un adjetivo que describa la totalidad de la versión de La Rendija
de “Bacantes”, que se estrenó en
septiembre de 2013 y el pasado fin de semana tuvo funciones en la sede 50/51 de
la compañía.
Hacer sentir incómodos a los espectadores es una de las
intenciones de la obra, que desde el inicio confronta su estructura con los
lugares comunes del teatro: se suceden escenas
que no parecen tener conexión entre sí , estampas de conflictos propios, y, en
medio de ellas, las que plantean el argumento tomado en préstamo de la tragedia
de Eurípides: Penteo niega la divinidad de Dioniso (Baco) y, en venganza, la deidad
griega recurre a sus adoradoras, las Bacantes, para deshollarlo vivo y matarlo.
Si la obra de La Rendija se tratase únicamente de recrear la
historia del dramaturgo griego tendría otra sintaxis. Pero hay que
hacerle caso al personaje de Raquel Araujo cuando dice que “esto no es un
espectáculo”, si acaso, es “una ofrenda”: una ofrenda de sensaciones como la incertidumbre,
el temor, la repulsión (como el que aparece con el uso de las vísceras de res),
la ternura (cuando Tomás Gómez, quien encarna a Dioniso, se viste de “chichí” y
Roberto Franco, Penteo, le pregunta con marcado acento yucateco a dónde va), la
extrañeza (Dayana Borges recita su parlamento mientras baila con pasos de jarana)
y el placer visual (la hermosa imagen final en que la cabeza de Roberto
sobresale “cercenada” en una barca cubierta con tablones de madera, con velas
colocadas alrededor y Raquel en la proa riendo
y llorando bajo una luz tenue).
Katenka Ángeles (fotografía de www.rendija.net) |
Como espectadora, las imágenes de “Bacantes” me remiten
a la agonía del mundo nuestro y actual, en el que las noticias de tortura de
niños en Siria, de padres que tienen hijos con sus hijas, de población civil
que mata a los asesinos de su comunidad, de un joven que es curado de sus
heridas de bala y mantenido desesperadamente con vida para poder enjuiciarlo y
condenarlo a muerte, de adolescentes que graban su abuso a un discapacitado y
suben el vídeo a YouTube, producen en quienes las leen la misma reacción de
asombro, confusión y desesperanza que se tiene en la sala del teatro. Como en la
Grecia de Eurípides, necesitamos con urgencia un redentor y, también como
entonces, el que encontramos es vengativo y sanguinario.
Y sobre los desnudos que fueron ocasión de debate mediático a
raíz de las primeras funciones en septiembre, en Cholul: podrán resultar en
principio sorpresivos o incómodos al público, pero la obra no se trata de ellos,
pues pasan a un segundo plano frente a otras imágenes, como la de
Roberto cubierto de achiote para dar la idea del cuerpo andante en carne viva…
una imagen que me hizo sentir estremecimiento y desesperación.
En las funciones también actuaron Katenka Ángeles y Zizinete
Maravé.