Gran suceso es encontrar
vestigios de nuestra identidad prehispánica, piedras cortadas o labradas o
cortadas y labradas, esperando entre la maleza la hora de resucitar para contarnos
lo que no pudieron los códices proscritos por los ideólogos de la nación
mexicana.
Pero igual acontecimiento es descubrir a los
testigos del devenir de nuestra historia mestiza, éstos a la vista pero al
mismo tiempo ocultos, no por la hierba crecida o la tierra acumulada, sino por el
desconocimiento de su existencia a causa de su lejanía de grandes centros
urbanos, el desinterés en las formas de recreación que proveen la Historia y el
Arte, o la indolencia.
Toma poco más de una hora y
media llegar a Yaxcabá desde Mérida. El viaje se hace por la carretera a
Valladolid, que se deja en la desviación a Cancún por la libre. Al llegar a Libre
Unión, comisaría de Yaxcabá, se dobla a la derecha en dirección a la cabecera del
municipio. La iglesia de la cuasiparroquia, consagrada a San Pedro Apóstol, es un
hallazgo que sorprende y emociona por su inusual fachada roja de tres torres y profusión
de adornos arquitectónicos que podrían hacer pensar más en una construcción
civil que religiosa. Pero los descubrimientos no se limitan al exterior: por dentro,
el devoto y el impío se hermanan en la contemplación del retablo principal recubierto
de hoja de oro y de seis laterales bañados en diferentes colores, que el Centro
INAH Yucatán rescató hace unos quince años. El púlpito complementa esta
celebración de la estética sacra colonial.
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Retablo principal de la iglesia de Yaxcabá |
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Retablo lateral |
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Retablo lateral |
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Retablo lateral |
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Retablo lateral |
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Retablo lateral |
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Retablo lateral
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A un kilómetro de la cabecera,
en el camino a Tixcacaltuyub y junto a una curva cerrada, están los restos de la
iglesia de Mopila, víctima de la destrucción en la Guerra de Castas. Las
escaleras y paredes que quedan de la construcción de piedra causan impacto en
el viajero que se abreva en narraciones de misterio. Una nueva sorpresa lo espera adentro: en el
altar que culmina lo que alguna vez fue la nave del templo un retablo da fe de
la identidad del lugar. No tiene el esplendor de los de la iglesia de Yaxcabá,
pero la belleza de su diseño y su decisión de sobrevivir al paso del tiempo hacen
que se le admire tanto como a aquéllos.
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Retablo de Mopila |
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Antigua nave de la iglesia de Mopila |
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Restos de la fachada |
El regreso a Mérida se podría hacer
en una ruta diferente para aprovechar el camino que enlaza a Yaxcabá con Sotuta
y detenerse en Tabi. Su iglesia, pintada de rojo, llama la atención desde el
exterior por la estructura en forma de tambor del techo de su presbiterio. Al entrar
abruma la incapacidad de poner en palabras el placer sensible que origina la contemplación
de su retablo. Éste no es de un dorado reluciente como el de Yaxcabá, pero habrá
en quien supere la impresión que produce aquél por la riqueza de sus detalles,
sus imágenes en relieve claramente evocadoras de la Colonia. “¿Quieres ver lo
que hay atrás?”, pregunta la actual responsable del cuidado de la iglesia. Si se
piensa que la belleza del retablo de Tabi es intolerable, el camarín de la
Virgen desengaña. El primer asomo al habitáculo pone en labios profanos una
exaltación religiosa porque eso que se ve no parece tener naturaleza humana: el
techo y las paredes enfrente y a los lados del retablo del camarín están cubiertos
de dibujos, como si fuera el cuaderno de bosquejos de un gigante que anhela el
Cielo, un cruzamiento de encajes de ángeles, escenas religiosas y motivos
decorativos que sacian la vista. El retablo sólo tiene en relieve la escena
central, pues en sus nichos están colocadas pinturas de santos.
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Retablo de la iglesia de Tabi
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Techo del camarín de la iglesia de Tabi
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Pared del camarín de la iglesia de Tabi
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Retablo del camarín |
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Iglesia de Tabi |
Antes de seguir sin detenerse
hasta Mérida, el viajero puede hacer un alto en Sotuta para descubrir su iglesia y
el llamado Palacio de Nachi Cocom, construcción que remite a un baluarte, con
todo y garitas.
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El Palacio de Nachi Cocom |